Writing for nobody, any lover

The bohemian's sins

Los pecados del bohemio

Es una rutina, una vagancia adictiva de quien no comprende la vida: Darle fuego al veneno, servírse una taza acompañada de una porción de azúcar, sentarse en el trono de la misería y divagar por los amplíos mundos de la red, con la garganta empapada de cafeína, el paladar incómo de amargura y el corazón prisionero de la ansiedad.
Es una desdicha, un trozo de cristal que se clava en la muñeca y desangra alguna artería que, aunque cercana al corazón, está insatisfecha de emoción.
¿Quien más que el sol para llenar de entendimiento el día perecedero; quien menos que la Luna para dar ilusión a fracasos sin control?
Pudo ser quien no brindaba ni un ascua ni una brisa por la débil llama de una pasión incipiente en alguna realidad venidera.
Más es la probabilidad que el engaño de la realidad, pues no ha de estar junto a él, mas sólo merodea por lo recóndito de sus memorias, estancando los engranajes de un corazón del siglo XVIII y un alma que jamás comprendió su argé.

Amar o ser amado, un dilema de sabíos sin razonamiento y poetas sin estrellas; la espuma de un mar sin vida y el humo de un cigarro sin nicotina. No hay matemática que sea exacta ni arte que sea sincero, pues de la humanidad y sus sensaciones he de quedar asqueado y sin ilusiones. Y si aquel que ama no se ama a sí como aquel que no ama a quien quiere ser amado, es un hipócrita que no sabe de la vida, un bohemio conservador, que en la trivial gratitud de su hogar se envenena con cafeína y consume su tiempo en el arte de perder el tiempo; pero, ¿quién es él para saber amar sin ser amado? [...] él es quien busca ser amado, pero no se ama a sí porque no sabe qué es amar, aunque lo redacte entre líneas y saboree entre lluvias, el amor no le conoce; el amor aún no ha llegado a él.