Cap 2. Reflexión de una jefa de enfermeras

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Domingo 19 de Febrero, 12:45.

El sonido estridente del teléfono ­– o también llamado "tronco" ­­– perturbó la paz de aquella farmacia donde se encontraba la jefa de las enfermeras.

Como tal, y debido a su titulo, la pelirroja debía siempre dar ejemplo e incentivar al resto de sus compañeras a trabajar de forma eficiente y resolutiva, por eso se encontraba en el suelo de aquella sala leyendo una historia de una aplicación descargada en su móvil.

Chasqueó la lengua, sacó el ruidoso aparato de su bolsillo y miró la pantalla. Al ver que llamaban desde recepción carraspeó un poco para tratar de responder de forma agradable.

- ¿Qué pasa?

- Sube una chica que se ha cortado – habló una voz femenina al otro lado de la línea.

- ¡Voy!

Tras responder, colgó y suspiró claramente molesta, habían interrumpido su sesión de lectura.

- Seguro otro dedo. La gente debe ser gilipollas... – dijo hablando para sí misma mientras se levantaba y bloqueaba la pantalla de su móvil – Para mí que contratan a idiotas para que estén todo el día haciéndose daño.

Abrió la puerta de farmacia y salió de la habitación asegurándose de cerrarla primero para luego encaminarse por el pasillo a la planta inferior.

Podía quejarse todo lo que quisiera, es más, disfrutaba haciéndolo, pero inconscientemente estaba sonriendo.

Llevaba toda la mañana sola, no solo eso, era época baja y la falta de trabajo obligaba a solo tener un equipo de médico/enfermera, por lo que la mayor parte de los días los pasaba sola acompañada de médicos con los que jamás tendría una relación más allá de la meramente profesional.

Ahora sus labios se curvaban esbozando una sonrisa. Agradecía el trabajo, en parte lo disfrutaba. Necesitaba hacer cosas, sentirse útil, no solo dejar que las horas pasaran lentamente para dar pasó a un nuevo día en el que la situación era la misma. A veces, sentía que el sonido del teléfono y la llegada de un paciente nuevo le daban la vida.

Tomó "el tronco" mientras bajaba las escaleras y le comunicó al doctor con el que estaba ese día que tenían una cura.

Cuando colgó y abrió las puertas que conducían a la parte médica se encontró con una mujer de mediana edad sentada en la sala de espera. En su cara podía apreciarse la sensación de alivio al ver que sería atendida rápidamente ya que llevaba la mano rodeada de una toalla manchada con sangre.

La enfermera llegó hasta ella y le pidió que la siguiera a la par que le preguntaba su nombre. Cuando llegaron a la sala de curas le indicó que se recostara en la camilla y que se relajara, no debía preocuparse por nada.

- Bueno Lara... – sonrío la pelirroja mientras se recogía el pelo con una coleta y después sacaba de un cajón una sierra oxidada – ¡vamos a amputar!

Sin duda aquella mañana, pasaría más rápida. 

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⏰ Última actualización: May 28, 2017 ⏰

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