Son las 9:30 de la mañana y me encuentro en la esquina de mi casa, esperando el transporte urbano para dirigirme al centro de la ciudad. Ha pasado varios meses desde que me compré ropa. No cargo con mucho dinero, así que iré en algún comercio económico. Las prendas costosas las dejaré aparte cuando tenga algún evento trascendental en mi vida: la boda de algún amigo, fiesta familiar o gala en donde me den un reconocimiento importante. Dudo que pase lo último.
Ya en el camión, siento la brisa calurosa matutina. Estamos en primavera, pero el calor que desprende el sol se puede comparar con el infierno, pero más caliente. No puedo creer que sea mayo y en la mañana halla tanta temperatura. El bochorno hace que cierra los ojos e imagine una playa, una brisa refrescante, sentado bajo una sombrilla, una piña colada en mi mano derecha y en la izquierda un chico sexy con una sonrisa encantadora. Observo cómo sus labios se mueven y no logro escuchar el sonido de su voz.
— ¿Que dijiste? — Le pregunto a mi hombre.
— ¿Me das lugar? — Su voz toda grave y de tono fastidiada hace que mis ojos se abran. Descubro la persona que me estaba hablando. Es una señora ya grande y con sobrepeso, pidiendo correrme hacia el asiento desocupado para sentarse. Me quedo entonces junto a la ventana. Adiós hombre sexy. Hola vieja destroza sueños.
Como no me apetece vivir la realidad un rato, pongo mis audífonos y desbloqueo mi celular para reproducir la canción próxima a iniciar: "Estaré" de DLD. Mi boca empieza a moverse sin producir sonido alguno. Logro perderme en una fantasía amorosa donde yo soy importante para alguien, y que siempre estaré para esa persona. Entro en melancolía rápidamente. No entiendo cómo es que logro estar en ese sentimiento si nunca se han enamorado de mi. Al contrario. Yo soy el que quiere algo serio, pero el otro sólo quiere cojer, o simplemente no le intereso en lo más mínimo. ¿Será mi físico? ¿Mi forma de ser? ¿Visto horrible? ¿Huelo mal? ¿Mi destino es estar solo? Si, a veces me pongo en plan dramático. Creo que es mi punto débil.
Pronto llego al paradero. Guardo mis auriculares y bloqueo mi celular. No me gusta distraerme con música mientras camino, a menos que el destino donde valla sea aburrido: una junta o curso obligatorio de la empresa. Mínimo el trayecto debe ser entretenido.
No se en qué momento, pero mis ojos no se habían percatado de la persona que estaba en el asiento frente a mí. Por lo mismo, no puedo ver su rostro. Noto su cabello negro corto, piel morena, con unos auriculares en sus oídos de color blanco. ¿Será guapo? Bueno, mis estándares de belleza han bajado por lo desesperado que estoy. Ya llego próximo a los 30 y ni un amor duradero he tenido. No logro distinguir si es una persona de mi edad, más grande o más joven. Trato de observar de reojo, pero no quiero parecer acosador. Aparte la señora gorda no me deja moverme para lograr deducir mis hipótesis. De repente, se detiene el camión y los pasajeros empiezan a levantarse. Hemos llegado a nuestro destino.
Al segundo siguiente, el muchacho se levanta y logro al fin ver su rostro. Tendrá unos 24-26 años, ojos negros, cejas cortas y negras, aire de chico rudo, labios gruesos, nariz corta y barba y bigote rasurado. Tiene puesto una camisa azul a cuadros y un pantalón negro de vestir. Logro observar que lleva una maleta negra, suponiendo que está yendo a su trabajo o alguna junta. Quién sabe. Pronto baja del camión. La señora gorda de alado mío espera hasta que todos bajen para levantarse. Yo no puedo darme ese lujo. Quiero seguir viendo a ese chavo hasta donde pueda. Sin embargo, mis deseos de conseguir más tiempo para deleitar mis pupilas con ese moreno se desvanecieron. Tengo que esperar a que la gorda se quite de su asiento para salir. Ganas de sacarle su relleno a la vieja no me sobran. Respiro hondo. Mi experiencia me ha enseñado que la mayoría de los hombres que conozco, laboran porque tienen familia que mantener o esposas que pagarles por la manutención de hijos. Entro de nuevo en melancolía.
Ya resignado, bajo del camión. Observo a mi alrededor para encontrarme con el muchacho que me dejó con ganas de conocerlo sin resultado. Sólo pude encontrarme con rostros serios y vistas caídas de las personas. ¿El igual estaba con esa expresión? No me acuerdo. Creo si tenía ese rostro demacrado por la presión, la probabilidad de que sea casado crece potencialmente. Adapto mi expresión en la tendencia y llego al comercio "García" a buscar ropa.
Hay varias camisetas estampadas con dibujos modernos y otros más violentos. Igual me encuentro con pantalones de mezclilla sencillos y uno que otro ligeramente rasgado. Veo unos diseños muy delgados en los pantalones. Yo no puedo vestir algo así. Mis extremidades bajas necesitan espacio. No comprendo cómo personas logran caminar con ellos puestos.
Al momento que llego a la sección de camisas, mis ojos se abren como si hubieran visto un helado cremoso de chocolate. Tal vez en color son parecidos, pero ese muchacho endulzó mi vista. ¡Es el del camión! Siento cómo los nervios invaden mi cuerpo. Tanto así, que me quedo congelado ante el asombro de toparme con él inesperadamente. Su mirada era seria, desganada y con aire de fastidiado. Mis sospechas eran ciertas. Su cara está sumida ante el estrés y las responsabilidades de adulto moderno. Extiende su mano derecha y escoge una camisa verde. Verifica la talla, da media vuelta y camina derecho a la caja de cobro. Puedo entonces notar su complexión gruesa, mas no pasado de peso. Lo sigo con la mirada.
Trato de que nadie llegue a tirarme de curioso por el moreno, y es difícil para mí. Soy el rey de lo obvio. De pronto, una señora me ataca por la espalda. Me confunde como empleado del lugar y me pregunta si tienen una falda roja de talla más amplia. Deduzco que la doña está en la búsqueda de una carpa de circo con un agujero en el centro para que entre en ella. No es tan voluminosa como la vieja gorda de hace un rato, pero creo eran hermanas.
— Lo siento doña, no trabajo aquí.— Le sonrío y le hablo en tono amable. Concentro mi ira en las manos, apretándolas y aguantando las ganas de darle un golpe.
— ¡Ah, disculpa joven!— Contesta la señora apenada de su acción. — ¿Sabe quién me puede ayudar?—
La molestia en mí crece a pasos agigantados. Mi paciencia esta al límite. Por culpa de la vieja-hermana de la gorda va a desaparecer mi caballero de cuadros azules de mi vista. Controlo mis emociones y le digo, con la voz más dulce y amable que pude:
— Mire, hay unos muchachos ahí de camisa con el logo de "García". Ellos le ayudarán.
— Gracias— Se va sorprendida y avergonzada de su poco sentido común. Decido no matarla con mi mente. Sola va a morir con su ingenuidad. No deseo el mal a nadie, pero ella se lo ganó al toparse en mi cacería.
Estupefacto quedo con la velocidad de la cajera al cobrarle al moreno. Tardé como 2 minutos con la pariente cercada de "Paquita la del Barrio". Me percato que mi príncipe azul está en la puerta de salida, a prisa y sin cosa que lo llegue a distraer. Se me va como el suspiro que sale de mi boca, al igual que mis ilusiones de saludar y conocerlo.
Mi celular vibra. Lo saco de mi pantalón y desbloqueo la pantalla. La barra de notificaciones me muestra el siguiente mensaje: "Te has topado con un chico en Badoo". Extrañado, abro la aplicación y me aparece el perfil de un joven moreno de ojos negros, cabello corto y una sonrisa coqueta. ¡Es él! Mi corazón palpita rápido y el sudor empieza emanar de mi pecho. Mis manos temblorosas tocan la pantalla del celular y se dirigen al icono de conversaciones. Empiezo a escribir, nervioso por saber si me responderá pronto. Redacto un "Que onda!" y bloqueo mi celular. Mis ideas se hacen negras. No soy un adonis, y mucho menos uno que tenga características similares a ese hombre. Lucho contra esos pensamientos tontos. No me creo todavía que hice contacto con un chico apuesto en la calle, ¡y mi celular me ayuda a conocerlo!
El celular vibra de nuevo. Me ha respondido. La presión sube y los ojos se me abren por la sorpresa. Abro el mensaje, con miedo a su respuesta. Cierro los ojos y poco a poco los abro. Leo el contenido del texto: "Disculpa, no puedo hablar ahora. Te mando mensaje al rato". Otro suspiro de desilusión, al menos en ese momento. Me llega el siguiente mensaje: "Ten una linda mañana :)"
Supongo que todo el comercio escuchó mi grito de niña emocionada. ¡Que pasen rápido las horas! ¡Quiero platicar con el muchacho misterioso!
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Mi historia en Apps (gay/yaoi)
RomanceInternet está lleno de aplicaciones hechas con el fin de entretener, aprender, comunicar y estar conectados en el mundo actual. Y para ello, un muchacho experimenta algo que podría llevarlo a encontrar el amor de su vida. Pero no todo es perfecto, t...