Prólogo: Una Noche Lluviosa

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Sara era conocida en casi todos los garitos y bares a 10 km a la redonda: uno de los inconvenientes de vivir en una ciudad de tamaño medio. Ella salía mucho y se notaba cuál era su estilo. Cuando iba de caza llevaba sus pantalones de cuero y botas llamativas, un abrigo o chaqueda sin escote, pero sugerentes a su manera. No le hacía falta enseñar piel y si los pantalones no se ajustaran tanto a sus muslos, no causaría menos revuelo. Era simplemente una mujer que rebosaba sensualidad.

Cualquier persona que la viera se creería que podía conseguir a cualquier hombre o mujer a sus pies con tan solo un chasquido de sus dedos, y podría considerarse cierto si no fuese porque sus gustos también se habían vuelto conocidos desde hacían ya un par de años a causa de unos amantes borrachos y despechados que airearon sus asuntos y rencillas privadas. Como consecuencia, las personas que buscaban a una Domina para una noche de sesión BDSM o de sexo desenfrenado acudían a ella corriendo, o por el contrario, salían despavoridos creyendo que era cosa del demonio o que ella no respetaría otra clase de gustos ni preferencias. Ella estaba ya cansada de que la trataran como un objeto de placer; le gustaba dominar, le gustaba el BDSM, pero no por ello no buscaba una relación estable; pero su fama había causado un daño irreparable y es que nadie esperaba eso de ella y peor, nadie creía poder lograrlo y por lo tanto ni siquiera le daban una oportunidad, ni siquiera intentaban acercarse a ella esperando algo más. Cansada de tanto drama y tantos intentos fallidos, se rindió de encontrar a algien interesante y pasó simplemente a disfrutar de la companía de las personas que la buscaban. Ya dudaba encontrar a alguien dispuesto a intentar algo más que el simple placer, algo más profundo que una entrega en forma de sumisión que fuera superficial, de una noche, y no verdadera. Estaba cansada de esperar y de buscar sin obtener frutos.

Hasta esa noche lluviosa del primer día de verano.

Esa noche salía con una tranquilidad pasmosa, no muy borracha, de su club de alterne favorito: Big G. Había empezado a lloviznar y hacía un calor agradable. La noche no le había dado para mucho, se divirtió humillando a un par de sumisos con experiencia pero no sintió tampoco placer con ello, llegó a creer que podría provar tener sexo como la mayoría de la gente: sexo vainilla, solo para hacer algo distinto, solo para llenar su monotonía. Pero la noche le acogía con un abrazo blando y prefirió disfrutar de la sensación. Casi se tropieza con un hombre que estaba sentado en el suelo, con la cabeza gacha.

- Ostrás, perdón- dijo de inmediato.- ¿Estás bien?

El joven no contestó, sino que se sacudió de hombros con gesto de desinterés. Sara no se iba a complicar la vida así que se dispuso a marcharse, pero nada más dar unos pasos escuchó un gemido lamentoso por debajo del chapoteo de sus botas militares. Se dio la vuelta y comprendió que el hombre estaba en realidad llorando, y que probablemente el darse de hombros fue un movimiento involuntário, y no de desaire. Volvió sobre sus pasos y se agachó delante de él. Esta vez, con tranquilidad, volvió a preguntar:

- ¿Estás bien?

El joven miró ahora hacia ella, su pelo mojado dejaba resbalar las gotas de lluvia que eran a su vez indistinguibles de sus lágrimas, pero los ojos inchados le delataban a pesar de la oscuridad. Llevaba en su boca una mueca de dolor, no tan extensa comopara ser físico, pero tan lastimera como para dejar entrever un corazón roto. Sara casi tuvo ganas de llorar con él. No le contestó y volvió a bajar la cabeza, sollozó un poco más y murmuró palabras inintengibles. Ella se mantuvo quieta a su medio paso de distancia, en cuclillas.

- Sí, no te preocupes...-  acabó por bocalizar entre sollozos. Ella sonrió de lado.

- Eso es claramente una mentira, pero respeto tu privacidad y también tu dolor. ¿Quieres que te acompañe a algún sitio? Auque luego quieras estar solo. La lluvia va a empeorar mucho.

Y era cierto, ya se escuchaban truenos al fondo y las gotas habían ido engrosando poco a poco.

Él la volvió a mirar y contuvo su llanto. Se limpió el agua de los ojos y volvió a hablar con voz temblorosa:

- No, de verdad, en un momento me voy a un hotel o algo.

- ¿No tienes dónde quedarte?- preguntó Sara con toda la educación posible.

- Me acaba de echar de casa y era mi única familia- al darse cuanta de que ya había hablado sin más, aclaró- mi marido. Nos vamos a divorciar y me ha echado de casa después de prender fuego a la ropa que tenía allí.

- Uau-. Ella frunció el ceño e hizo una mueca, vaya problema-. Mira, si necesitas un lugar donde quedarte tengo una amiga que alquila una habitación.

- Yo...no lo sé. No te conozco de nada.

- Ya, también se me ha pasado algo semejante por la cabeza- se rió-. Si te sientes más tranquilo te muestro el anuncio en la web.

- Vale - coincidió con una media sonrisa. Aún tenía la voz rara por llorar.

- Pero primero mejor nos resguardamos, que me estoy empezando a calar hasta donde no debería.

Rieron y Sara se levantó primero, tendiéndole luego la mano. De pie se dio cuenta que era un palmo más alto que ella, tenía el pelo corto y barba de un mes. Su pelo parecía moreno oscuro pero había poca luz, asíque tal vez fuera castaño. Al estar cerca, pudo admirar sus rasgos: labios carnosos y ojos brillantes, no podía distinguir tampoco el color.

- ¿Eres italiano?- le venció la curiosidad.

- En parte, también tengo ascendencia de oriente medio y alemana, pero no lo suelen notar- ríe-. Te hará gracia pero tampoco soy de esos sitios: nací en Francia, en Bourdeaux.

- Qué mezcla más curiosa... Yo soy Española, mi madre es rusa y mi padre de aquí.

- ¿Hablas ruso?

- No- ríe- ¿Tú hablas alguno de los tuyos?

- Muy poco de italiano, algo de francés, nada del resto- admite-. Pero oye, estoy muy contento con el castellano.

Terminan por resguardarse en la amplia entrada de un garaje. Se acomodan un poco, se sientan en el suelo de mármol y por un momento no saben qué más decir.

- Por cierto, me llamo Gabriel.

- Y yo Sara, encantada-. Se estrechan las manos con una sonrisa. Ella se da cuenta de que a Gabriel apeneas le tiembla ya la voz.

Historia De Una DominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora