Historia De Una Domina

Cap. 1. Nuevo inquilino.

Esa misma noche estuvieron ha blando por casi una hora más de cosas sin importancia, nada más la lluvia empezó a amainar, le acompañó a la casa que su amiga estaba alquilando.Era todavía de madrugada y no quería despertarla, por lo que usó su llave para entrar.

- Suelo usar la habitación libre cuando estoy demasiado borracha para conducir hasta mi casa- le explicó. Y es que la zona de bares se encontraba en el casco antíguo de la ciudad y ella vivía en una casita a las afueras.

- Vale- contestó algo cohibido. Se sentía raro por invadir una casa que no era la suya en medio de la noche.

Entraron silenciosamente y Sara le hizo señas para que le siguiera, iluminando el camino con la potente linterna de su movil. Por lo poco se apreciaba un salón con cocina americana que se encontraba a la izquierda, separados por una especie de barra de cócteles con dos pares de taburetes; de la cocina solo se veían unas sartenes colgadas que refletían la luz y estanterías; el salón que tenían delante era espacioso y en él había un sofá de dos plazas con un sillón a cada lado, que daban la espalda a la cocina y a su vez miraban a una telvisión de pantalla plana de tamaño medio. Gabriel casi se tropieza con una mesita de madera que estaba delante del sofá, por suerte Sara lo apuntó con la linterna de su movil antes del choque inminente.

Habían tres puertas al fondo del salón, la de la derecha tenía un cartel de "Aquí duerme una princesa" de colores del arcoiris. Era bastante hortera pero gracioso, la verdad.

- Esta es la de Claudia- esplicó en susurdos- este es el baño- señaló la puerta del medio- y este el cuarto libre- la de la izquierda. Gabriel asintió y fueron de camino al cuarto más cercano a la cocina. Nada más entrar cerraron la puerta y Sara encendió la luz por fin, apagando seguidente la de su movil.

- Bienvenido- hizo un ademan teatral señalando la habitación. Era de color verde claro, con los muebles de madera; había un armário de dos puertas, un escritorio, una cómoda y la cama. Era muy sencillo y acogedor, Gabriel sentía un extraño apego por los muebles de madera robusta y oscura que mucho tenía que ver con su pasado.

- Tiene muy buen gusto tu amiga- comentó.

- Sí, también lo creo- concordó ella-. Mañana te comentará los detalles del alquiler pero en principio son 200€ al mes y la mitad de los gastos del paquete de internet + televisión y la luz.

- Me parece buen precio- asintió- y tampoco es que me queden muchas opciones...

- Siempre puedes estar provisionalmente, no creo que le importe- comentaba Sara mientras abría el armario- cuando hablemos con ella podríamos acordar un plazo de prueba y si no encuentras otro sitio...

- Me refiero solo a un caso en concreto- le cortó Gabriel-. Me parece genial lo poco que he podido ver y te estoy muy agradecido, es solo que mi hermano me comentó hace unos días que se iba a mudar a la ciudad y tendría que haberle dejado quedarse en mi casa los primeros días hasta que se asentara, solo que ahora a ver qué hacemos...

- En último caso le pruedes traer aquí y nos agenciamos un colchón o sofá cama.

- Pues es una idea- concordó.

Antes de que el silencio pudiera volverse incómodo Sara fue hacia el armario y sacó un pijama ancho de color negro.

- Puedes cojer lo que quieras y creas que te vaya a servir. Habrá que meter nuestra ropa a la secadora... Si te quieres duchar hay toallas en el baño- explicó amablemente.

- Creo que me vendría bien- asintió-. Muchas gracias por... todo.

- Un placer- sonrió- si no te importa voy al baño primero para secarme y cambiarme.

Cuando salió de la habitación cerrando la puerta con cuidado, Gabriel dejó de sonreir y tímidamente miró si podría haber algo cómodo que le pudiera valer dentro. Había poca ropa engeneral y estaba todo tan bien ordenado y doblado que no le costó localizar la balda de los pijamas y ropa de casa, de donde Sara había sacado el pijama negro. Rebuscó un poco y se avergonzó al ver una pieza de lencería entre las mudas de ropa, la ignoró y sacó un conjunto azul claro que parecía ancho, se lo midió por encima y calculó que le valdría, al fin y al cabo tenían ambos una altura parecida.
Se desvistió dejando que la ropa mojada cayera al suelo y se puso el pijama; era de tela suave y se pegaba un poco a su cuerpo mojado. Recogió la muda mojada en un bulto y abrió la puerta un poco esperando a que Sara saliera del baño, cosa que no tardó más de dos minutos.

- Trae- dijo bajito. Gabriel le tendió la ropa-. Ven- le siguió, también en silencio.

Se adentraron juntos en el cuarto de baño, donde se encontraban en una esquina la secadora y una lavadora; era bastante espacioso y había una bañera con ducha. Tras revisar los bolsillos y sacar las llaves y sus carteras, metió su ropa dentro de la secadora y la encendió. Sorpresivamente, no hacía casi ruido.

- ¿Te quieres duchar, comer algo?- preguntó en voz baja.

- No, no. Gracias. Yo... voy a tratar de dormir un poco si no te importa- contestó de igual manera.

- Bien- sonrió Sara. Volvieron a la habitación donde dejó en la mesilla al lado de la cama las pertenencias que había salvado de los bolsillos de Gabriel. Su propia cartera la había dejado encima de la secadora-. Dormiré en el sofá, cualquier cosa despiértame sin miedo- pareció darse cuenta de algo y se corrigió-. Solo no lo hagas bruscamente, a veces me asusto y reacciono algo mal.

- Vale- concordó- muchas gracias por todo, de verdad.

- No ha sido nada- sonríe.

Hacía ya media hora que Sara había salido y Gabriel había escuchado como silenciosamente se tumbaba en el sofá. Había apagado la luz del cuarto y ahora se encontraba tumbado bajo la fina manta, en silencio, pensando y sin pensar en nada. Un par de lágrimas se escurrieron sin permiso y quiso olvidar,empezar de nuevo.

En el salón, Sara se había tumbado y cubierto con una mantita que tenían para las noches de película, cuando el tiempo era más fresco. Lo último que visualizó en su mente antes de dejarse llevar por el sueño fueron los brillantes ojos de Gabriel, que le miraban llorosos entre la oscuridad y la lluvia.