Samara contuvo la respiración dejando caer al suelo el bolso de mano y de inmediato entendió lo que más temía: su esposo estaba enterado de todo y ahora la mataría por su infidelidad. Se llevó ambas manos a la boca sin saber qué decir o qué hacer. Luis, su marido, alzó la mirada y la observó con los ojos encendidos y llenos de rabia, subió el arma y le apuntó directamente a la cabeza. Samara empezó a temblar, a sollozar como una chiquilla, cayendo de rodillas al suelo admitiendo torpe y nerviosa su culpa, pidiéndo perdón por la estupidez que había hecho y por lo mal que ahora se sentía, pues su error la había llevado a tan compleja e inevitable situación. El hombre calmado y racional que ella conocía, ahora le apuntaba con un arma de fuego y amenazaba con quitarle la vida.
─ Yo que tanto te he amado todos estos años a pesar de todos nuestros problemas, vienes y me pagas de la manera más estúpida, vulgar y descarada. ¡Por Dios Samara! ¿En qué estabas pensando? Anda dime... dime ─gritaba Luis─. ¿Desde cuándo te ries a mis espaldas?
─...Baja esa arma por favor Luis, yo... yo... estoy muy arrepentida de todo esto, pensaba que...
Samara de forma súbita contuvo sus palabras al sentirlas vacías, sin sentido alguno. Sus sollozos ahora se habían convertido en un llanto de súplica que ahogaba palabras de arrepentimiento que sólo ella podía escuchar.
─ ¿Qué dijiste? ─preguntaba el verdugo apretando más fuerte la punta de la pistola sobre la cabeza de la mujer infiel─. ¡Ponte de pie! ─ordenaba luego.
─...Perdóname Luis, te lo suplico.
─ No pedí que hablaras maldita, te dije que te levantaras.
Samara apretó los ojos sintiendo como su marido la levantaba en el aire poniéndola de pie en un segundo, cayendo de nuevo por la fuerte bofetada de una mano que ahora ardía por tal fechoría. Luis jamás la había maltratado y nunca la había ofendido incluso ni en sus más fuertes pelas. Ahora no sólo la había abofeteado, sino que también le apuntaba con un arma decidido a matarla. Él podría perdonarle cualquier cosa a su mujer menos la traición y ella lo había traicionado con el típico engaño trillado y barato que se ha visto en todas las sociedades a lo largo de la historia de la humanidad. Se había entregado a otro hombre porque pensaba que de esa forma liberaría su estrés y el rencor que sentía hacía él cuando talvez ella era la única responsable de todo y la única que había llevado a la relación a hundirse en un fango asqueroso de traición y engaños.
─ No me pidas perdón maldita ramera, que lo único que haces es agravar tu situación.
Samara sintió enojo al verse sometida de esa forma. Por su cabeza empezó a rondar la idea de que si bien su marido la mataría, al menos se iría en paz al confesarle que lo odiaba, y que él era el único culpable de todo lo que ellos estaban viviendo.
─ ¿Sabes algo Luis? Anda, mátame, al final ya sé que lo harás, pero no me iré sin decirte que en verdad no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Te odio como nunca he odiado a nadie ─decía sinceramente.
─...Vete de aquí maldita prostituta, ¡vete! ─gritaba Luis.
La mujer se levantó del suelo viendo como su marido le daba la espalda, sin saber qué esperar. Caminó lentamente por el pasillo aturdiéndose segundos después al escuchar la detonación de un tiro que retumbaba por toda la casa y que le traspasaba las entrañas.
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Infidelidad, el perdón no es suficiente
KurzgeschichtenQué representa para tí el hecho de serle infiel a tu esposo si ya no sientes nada por él? Descubre qué tipos de sentimientos experimenta Samara en el cuarto de aquel motel después de haberse acostado con otro hombre y si es capáz de enfrentar a su e...