Ese día que lo conocí lo recuerdo con claridad porque sin duda ha sido uno de los más extraordinarios que he tenido, por el simple hecho de ser él. Aún tengo la imagen de ese niño torpe intentando balancearse en los juegos del parque en un día de invierno, un par de semanas luego de que me había mudado a ese nuevo vecindario; ese niño al parecer ni siquiera tenía idea de cómo impulsarse y eso en aquel tiempo me causo gracia, ya luego yo entendería que debía ser quien lo impulsara y que él me impulsaría a mí.
Recuerdo que me acerque con cautela a los juegos, intentando ver si encontraba otra persona, además de ese chico, que quisiera jugar conmigo con la nieve acumulada en las escaleras que conducían hacia la parte alta del vecindario pero mi sorpresa fue que no había absolutamente nadie, o más bien, si había un grupo de chicos, pero se encontraban al otro extremo del parque, bastante lejos de donde estaba él. Cuando me percate de ello de inmediato empecé a caminar hacia él pues pensaba que tendríamos el mismo punto en común, tal vez ambos nos habíamos mudado de una gran ciudad hasta aquí.
—¿Hola?... ¡Hola! Soy Lee Hyukjae, ¿Cómo te llamas?—. Al girarse note en él una mirada triste y a la vez acogedora, luego una voz tan suave como el terciopelo. —Soy Donghae...Lee Donghae—. Y aquí vino una ligera sonrisa que me contagió de inmediato con una más amplia. —Soy nuevo aquí así que ¿Puedo ser tu amigo? ¿Jugamos juntos?—. Con esa expresividad que me caracterizaba, y aun me caracteriza, sellé nuestro primer encuentro tomando su mano, haciendo que se pusiera en pie para jalarlo hacia la nieve mientras veía de reojo una expresión de asombro en su rostro.
En ese entonces teníamos alrededor de 10 o 12 años, aunque en este momento no recuerdo la edad exacta que teníamos, si tengo presente unas diminutas manchas rojizas en la nieve luego de que lo había hecho ponerse en pie.
Sin duda a lo largo de los años nos dimos cuenta que ese simple acto, el haber tomado su mano, había sido el inicio de una fuerte amistad que continuo creciendo. Era increíble el tiempo que pasaba con él desde ese día, jugábamos siempre en las tardes en ese parque y yo le enseñaba a subirse a los árboles, además de enseñarle finalmente a balancearse en el columpio aunque terminaba siendo yo el que lo empujaba por la espalda para que subiera cada vez más, imaginando que tocaba las estrellas cuando ya se hacía de noche y debíamos regresar a nuestras casas.
Mientras el tiempo pasaba a su lado nuestras actividades cambiaban pues una vez ingresamos ambos a la secundaria optamos por simples salidas a caminar por la pequeña ciudad en los días soleados, luego, en otoño, teníamos paseos en bicicleta o íbamos a pescar; recuerdo que yo le lanzaba los pescados cuando lograba atrapar algo, y él, para tomar venganza, me tiraba encima el bote de agua pero después se arrepentía porque yo enfermaba, aunque no se lamentaba mucho, porque él era feliz yendo a molestarme en la cama ya que yo no podía hacer nada gracias al resfriado, y no voy a negar que aquellos días de resfriados me hacían feliz a mi también.
Lo mejor era que siempre tenía una sonrisa para mí, cada día, y aun si yo erraba nunca demostraba tristeza, no obstante, luego me di cuenta de lo malo que era no dejar que Donghae demostrara tristeza.
Una tarde mientras estábamos en la práctica de baile luego de la escuela, Donghae se sentó a mi lado; yo estaba recostado contra la pared opuesta a la ventana, desde donde se podía ver la cima del vecindario. —Hyuk, siendo mi mejor amigo debes acompañarme a hacer algo importante—. Extrañado por esa petición intente averiguar de qué se trataba pero no me dio ninguna respuesta clara así que desistí en continuar con mis preguntas hasta que acabo la práctica y juntos nos fuimos del edificio, él se subió en las llantas traseras de mi bicicleta y apoyó sus manos en mis hombros, mientras yo empezaba a pedalear camino hacia nuestras casas, a algunas calles de distancia. —Espera, hay que subir a la cima del vecindario, debes acompañarme, tengo que ir por 51 días seguidos—. ¿Qué rayos le pasa a este chico? pensé, sin embargo, asentí y continúe con el camino, desviándome al mismo parque de siempre.
Una vez llegamos allá, deje mi bicicleta contra una pequeña columna que estaba al lado de las escaleras y me dispuse a subir junto a Donghae, siguiendo sus pasos de cerca. —¿De qué se trata todo esto?—. Trate de recibir una respuesta pero él no habló hasta que llegamos a la cima del vecindario, donde estaban las últimas cinco casas, además de un jardín a un costado desde donde se podía divisar las demás casas y el rio donde íbamos a pescar con él. Todo rodeado por una cerca de color azul. —Tengo que ver el atardecer 51 días seguidos para que pueda gustarle—. Al escuchar su respuesta una pequeña punzada me cruzo el pecho, ¿A Donghae le gustaba una chica? ¿Cómo era posible que no me hubiera dado cuenta? pero lo más importante, ¿Por qué me había dolido un poco que dijera eso?.
[ Hola, hola... Lagrimas de colores es un relato corto de dos partes, que hace mucho tiempo escribí en si no trae una trama, ni historia, simplemente es un pequeño relato de como creció una historia de amor, una muy pura.
También trae un bello mensaje final, uno que te hace reflexionar, o al menos en mi caso así fue. Espero les guste. ]
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Lagrimas de colores
Short StoryLagrimas de colores es un relato corto que me tomè el atrevimiento de publicar luego de haberlo encontrado. -Las lagrimas escarlata de DongHae no eran de tristeza, sino de alegría.-