Aeropuerto de Sidney. Ocho de la tarde de un viernes de marzo
—Gracias por volar con nosotros, señor Styles —ronroneó la azafata cuando Harry salió del avión por la puerta de primera clase.
El asintió y continuó apresuradamente, deseoso de llegar a la parada de taxis antes de que llegara la avalancha. Menos mal que sólo había llevado equipaje de mano y que no tenía que esperar a que saliera ninguna maleta.
En contraste con la temperatura que había en el interior del edificio climatizado, el ambiente fuera era un poco caluroso, y Harry se alegró de poder meterse enseguida en un taxi. De momento, pensó en llamar por teléfono a Scarlett para decirle que había tomado un vuelo anterior; pero finalmente decidió no hacerlo. No hacía falta que le preparara la cena, y por otra parte, no estaba de humor para hablar con nadie. Lo único que le apetecía era llegar a casa...
Scarlett retiró la carta de dimisión que acababa de salir de la impresora y la releyó; pero le temblaban un poco las manos.
Le había costado casi una hora redactar unas cuantas frases. Pero ya estaba hecho; y la decisión tomada.
—Y es la decisión correcta —murmuró Scarlett mientras apoyaba la carta en el calendario que tenía en su mesa—. La única decisión.
¿Porque cómo iba a seguir siendo el ama de llaves de Harry si se había enamorado de él?
Cuando regresara a casa a la mañana siguiente, le daría la carta; y el lunes a primera hora llamaría a la agencia de trabajo temporal y les diría que aceptaba el empleo que le habían ofrecido esa tarde.
En realidad a Scarlett le había sorprendido poder asegurarse un puesto tan bueno sólo con una entrevista: el de subdirectora en una nueva sala de congresos en el prestigioso Darling Harbour. Y por esa razón, cuando la agencia la había llamado ese mismo día pasadas las cinco, ella había pedido que le dejaran el fin de semana para meditar su decisión.
Pero no le había hecho falta el fin de semana. Tan sólo habían bastado un par de horas de reflexión, en las que se había dejado guiar por la lógica en lugar de hacerlo por su iluso corazón de mujer.La ausencia de Harry había contribuido a la decisión que había tomado; y su regreso no era algo que esperara con ilusión, sobre todo el momento en el que él se enterara de que se marchaba.
Bien sabía que no iba a complacerle en absoluto.
Scarlett estaba convencida de que Harry la apreciaba; eso no era un secreto. Precisamente por eso resultaba todo más difícil; y sólo de pensar en la cantidad de noches en las que la había invitado a sentarse con él a cenar o a tomar una copa se le encogía el corazón. Sí. Sabía que Harry disfrutaba de su compañía.
«Pero no tanto como tú de la suya», dijo una vocecita en su interior.
Lo que más le gustaba a Harry de ella era la eficiencia con la que dirigía su casa.
A Harry le gustaban los empleados que hicieran las cosas como él lo quisiera y cuando él lo quisiera. Cuando su valiosa asistente personal le había entregado la carta de dimisión el año anterior, Styles le había ofrecido un sinfín de incentivos para que la mujer se quedara: más sueldo, mejores condiciones de trabajo e incluso una categoría distinta.Pero nada de eso había servido. La mujer se había marchado de todos modos, y Harry había estado de un humor de perros durante varios días. ¡Qué durante varios días! ¡Durante varias semanas!
Estaba segura de que a ella empezaría ofreciéndole también más dinero; pero eso no la convencería para que se quedara. Mejores condiciones de trabajo tampoco serían posibles, pensaba mientras paseaba la mirada por su dormitorio exquisitamente amueblado. El escritorio donde estaba escribiendo en ese momento era de madera de palo de rosa con patas elegantemente talladas. Y su cama de caoba con dosel era una pieza de anticuario que había pertenecido a una princesa europea. El resto del estudio que iba unido a su puesto era igualmente elegante, decorado con detalles que gustarían a cualquier mujer. Lo que más le gustaba era que el apartamento estudio estaba situado encima de los garajes lo cual significaba que quedaba separado del resto de la casa.
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Una Propuesta Fuera de Lugar
RomanceEstaba acostumbrado a salirse con la suya... sobre todo con las mujeres. El millonario australiano Harry Styles creía conocer perfectamente a su ama de llaves. Scarlett era correcta, formal y completamente dedicada a su trabajo, pero bajo su aspecto...