¿Cómo empezar a contaros esto?
Bueno, todo comenzó una de esas mañanas extremadamente calurosas de primavera, no fue una mañana cualquiera, ni mucho menos, fue la mañana en la que aprobé bachillerato después de tres años de profundo estudio, y estrés.
Tras recoger mis notas, cogí un autobús para llegar a casa, estaba a rebosar, no había ni un asiento libre. Miraba a mi alrededor, por si hubiese alguien conocido hasta que mi mirada se detuvo, había percibido unos ojos que me miraban muy fijamente, una mirada se clavó en mi como un puñal. Esa mirada pertenecía un hombre de mediana edad, moreno y de piel arrugada, sus ojos eran negros como el carbón. Me siguió mirando durante gran parte del trayecto. Me hacía sentir incómoda. Yo intentaba desviar la mirada, jugaba con el móvil o miraba por la ventana.
Volví a mirar hacia el lugar donde se encontraba el hombre pero, ya no estaba en su asiento, ahora había un hombre de pelo blanco que hablaba por teléfono. ¿Se había bajado?
''Imposible'' - pensé.
El autobús no se había parado ni una sola vez. Miré entre el montón de gente que había de pie, allí tampoco estaba.
Al bajar del autobús otra mirada me asaltó desde la otra acera, un hombre que parecía ser hindú, me escaneaba con sus ojos de arriba a abajo. Luego me miró a la cara y me sonrió pícaramente, me guiñó un ojo. Mis rodillas temblaban, me paralicé.
¿Qué estaba pasando?
Pasé de largo, atravesé los carriles rodeados de limoneros hasta llegar a mi casa, segura de miradas indiscretas. Cerré la puerta con llave, me tumbé en el sofá y encendí la televisión. No había nada interesante, así que me quedé viendo un programa de tartas. Pasó alrededor de una hora, tal vez dos, mis ojos comenzaron a cerrarse pero, antes de poder dormirme escuche un portazo. Me levanté descalza para cerrar las ventanas, paseé por toda la casa. Lo más extraño, fue encontrar todas las puertas abiertas. Volví al sofá.
''Mi imaginación'' - pensé.
Después de aquello no pasó nada, pasaron unos días hasta que una noche, me quedé hasta tarde dibujando, el reloj marcaba las dos de la mañana. Todo estaba en silencio hasta que escuche gritar:
- ¡No, para! - gritaba - ¡No me hagas daño! - suplicaba una y otra vez. Este monólogo sin sentido duró un buen rato.
Corrí a la habitación de mi hermano con el móvil en la mano, encendí la linterna y no vi nada, solo a mi hermano acurrucado bajo el edredón. Volví a mi habitación y definitivamente me fui a dormir. A la mañana siguiente, les comenté a mis padres que alrededor de las dos de la mañana Víctor había gritado. Ellos se miraron extrañados, me contestaron que a esa hora ellos estaban viendo una película y que no habían escuchado nada. Deje el desayuno a medias y me dirigí a mi habitación donde encima de la mesa se encontraba el dibujo justo por donde lo había dejado ayer antes de irme a dormir, alrededor de las dos. Nada tenía sentido. ¿Qué ocurría?
-¡Ana! - exclamó mi madre - ¡ Nos vamos a trabajar!
- Hasta luego - respondí.
Volví a quedarme sola. ¿Debería tener miedo? No lo sé. Cogí algunos apuntes y los metí en la mochila, luego dejé pasar un rato hasta que se hiciera la hora de ir a la academia. Cogí el autobús, no estaba el hombre del día anterior. Tardé alrededor de cuarenta y cinco minutos en llegar a la academia. Estudié historia, literatura y arte con la profesora. Estaba preparando el examen de acceso a la universidad.
- Voy a hacer una llamada - dijo mi profesora - salgo un momento y vuelvo.
- Claro - respondí
Salió del aula, me quedé estudiando Al Andalús durante un buen rato. Escuché un crujido que me sobresaltó.

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Relatos de buenas noches
Historia CortaRelatos propios, de mi propia imaginación, con algo de verdad. Perfecto para leer en una noche oscura con amigos o durante un largo viaje. Espero que os guste.