Hilos

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-Entonces, ¿Qué has obtenido de todo esto?- Preguntó la presencia.

-Me temo que nada, pero eso no significa que me arrepienta- Respondió el hombre.

-¿Y crees que matando esta parte de ti todo volverá a ser normal?

-Lo espero, pero no tengo la certeza qué esperas que tenga.

Dicho esto, la presencia se esfumo en el aire, dejando al hombre frente a la mujer que le impedía pensar con la claridad de antaño. Ella lo miraba fijamente, mientras él pensaba en como asesinarla de forma eficiente, sin tardar demasiado ni prolongar el sufrimiento por más de lo necesario. Desde los cuatro rincones de la habitación se sentía el frío que entraba progresivamente, junto con la poca luz de lo que quedaba del atardecer que ya iba en retirada. La habitación tenía las paredes cubiertas por una serie de hilos blancos que se cruzaban múltiples veces uno encima del otro sin formar un orden coherente. Acompañaban a esto un montón de gruesos libros, que más bien lucían como enciclopedias que ocupaban una buena parte de aquel espacio.

Él ya había sufrido lo suficiente por culpa de ella como para dejar que todo siguiera un curso normal, viviendo a pesar de que su existencia suponía un peligro para su salud y supervivencia.

-¿Realmente quieres hacer esto?

Él suspiro, pero no alegremente, sino desinteresadamente.

-Ya no importa si quiero hacerlo o no. Tú mueres aquí y ahora.

-Si realmente quieres matarme, ¿Por qué estás tardando?

-Quiero tomarme mi tiempo: asegurarme de que será algo efectivo, sin dejar rastros de ti en mi entorno.

Ella cambió su cara, dándole poca importancia a las palabras de quién estaba al otro lado de la habitación. Él solo esperaba en vano, terminando de ordenar sus caóticos procesos mentales para encontrar la primera y verdadera razón de esta acción que estaba por cometer.

-Supongo que todo esto es mi culpa, pero necesitaba ordenar todo lo que ha pasado en este tiempo para animarme a asumir dicha culpa. Tienes que entender que todo esto se ha vuelto difícil para mí, más aún cuando no tengo a nadie a mi lado para apoyarme o entenderme.

-Te entiendas a ti mismo o no, es hora de que me dejes ir de una vez.

Él se levantó de su asiento para salir de la habitación. Tras solo un par de minutos volvió con un bidón de gasolina que esparció por la habitación, incluyendo en ello a la chica. Ella solo seguía en su lugar, contemplando las acciones.

-Me temo que no me gustan las despedidas, así que no me despediré. Solo quiero ver todo esto arder.

Tras terminar de esparcir el combustible, él solo salió de la habitación, y luego de la construcción. Contempló por un momento el paisaje: la nieve cubriéndolo todo, con la luna en el cielo en una cercanía hipnotizante por si sola.

En solo un momento, el combustible se encendió dando paso a las llamas que ocultarían para siempre lo que alguna vez hubo en aquel lugar. Ella solo miraba como el fuego la rodeaba antes de comenzar sobre sí misma, pero sin sensaciones de ningún tipo. Quién la quería ver arder no sentía ninguna preocupación por lo que pasara entre esos muros mientras no quedara nada después.

Mientras todo ardía, una canción sonaba en la mente del hombre, limitando y orientando su pensamiento. En las imágenes de su conciencia aparecían los hilos de las paredes, formándose sobre la luna, cortándose y uniéndose una y otra vez de forma infinita, buscando mantener algo unido, sin importar si realmente esos objetos debían mantenerse unidos.

El hombre miró su mano por un momento mientras el fuego continuaba. En su palma, algunos hilos formaban una pequeña red que aparecía y desaparecía de forma aleatoria. Al tocar el suelo, estos hilos se unían a la superficie, para luego cortarse al separarse, dejando caer gotas de sangre que se transformaban en otros que formaban efímeras formas sobre el suelo para luego esfumarse o volver al hombre de donde salieron originalmente.

Uno de los hilos se tejió sobre la construcción en llamas, ardiendo junto con ella. Los cimientos colapsaron, dejando caer una buena parte de la estructura, ayudando a la combustión de los gruesos libros que estaban en el interior.

Tras el colapso, el hombre se acercó a los escombros para ver cómo solo quedaban cenizas de todo lo que alguna vez hubo en ese lugar.

Tras contemplar todo por un breve momento, el hombre apoyó su mano en el suelo, dejando que los hilos brotasen. Los hilos comenzaron a reproducirse y formarse sobre los escombros, moviéndolos de lugar. Luego, tomaron la forma de las paredes, para luego convertirse en los mismos materiales de los que esa edificación estaba hecha.

Luego de que los hilos terminaran su trabajo con la estructura, hicieron lo propio con aquellos libros de gran tamaño que había en dicho lugar. Solo uno se perdió, pero al hombre no le importaba: era necesario que se perdiera, que solo se volviese un recuerdo del recuerdo.

Uno de los hilos de las paredes se soltó de esta para pasar al suelo y situarse en frente de él. El hilo comenzó a multiplicarse y tomar forma humana de manera progresiva, creciendo y moldeándose hasta tomar la forma del hombre. Una vez adoptada esta forma, comenzó a cambiar siguiendo la apariencia física del hombre con el paso del tiempo. Una vez que llegó a su apariencia actual, comenzó a tener el rostro de múltiples personas, cambiando rápidamente de una a otra, para luego prenderse fuego de manera espontánea. Mientras ardía, el hombre comenzó a dar vueltas por la habitación, para luego tomar algunos libros y sentarse en ellos mientras su réplica volvía a convertirse en hilos.

En lugar de desaparecer o volver a él, los hilos brotaron de la palma del hombre y se unieron a la réplica, para luego separarse en 2 montones. El primer montón tomó la forma de un hombre un tanto viejo, mientras que el segundo montón tomó la forma de un tablero de ajedrez. El hombre se limitó a sentarse frente al tablero y jugar una partida con aquel hombre viejo.

-Es curioso cuanto menos- Dijo el hombre viejo.

-No lo es- Respondió el hombre-. Solo es azar. El ajedrez es azar que busca ser descompuesto y reducido a una serie de mecánicas básicas, pero el ajedrez es una representación de la vida misma: infinitas combinaciones que podemos jugar como queramos.

-Pero dime- Dijo impetuoso el hombre viejo- ¿No han sido acaso aquellas combinaciones las que te han obligado a quemarte por dentro para dejar ir los recuerdos de una sola persona que te atormenta en tus sueños?

-No he sido cuidadoso. Esto es a lo que mis decisiones me han llevado, y ahora debo esperar y seguir las consecuencias.

HilosWhere stories live. Discover now