Capítulo 9

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¿Qué sucede cuando entiendes que los finales felices solo ocurren en los cuentos de hadas? Y que aún que lo desees con todas tus fuerzas tus suplicas no serán escuchadas

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¿Qué sucede cuando entiendes que los finales felices solo ocurren en los cuentos de hadas? Y que aún que lo desees con todas tus fuerzas tus suplicas no serán escuchadas.

Así me sentía cuando papá se fue, después cuando Adam se alejó sin mirar atrás y lo que terminó por hundirme fue la muerte de mamá.

Esa sonriente señora que luchaba y alegraba cada uno de mis días, sin importarle que tan enojada, enferma, descuidada e incluso lo irrespetuosa que llegaba a ser. Mamá siempre estaba para mi, con una sonrisa y dos helados de vainilla. Porque ella siempre estaba ahí, sin importar nada.

Aun puedo cerrar los ojos y ver sus ojos cafés casi negros llenos de vida y alegría, su enorme sonrisa y sus dulces palabras de apoyo.

—Nevaeh. —El susurro de Kilian intenta despertar mi cansado cuerpo.

No me muevo, no tengo la suficiente fuerza para moverme y pensar que he defraudado a mamá.

—Nevaeh. —Su voz se escucha más cerca y clara así que resignandome a lo que viene intento levantarme con poco esfuerzo.

—Esta dormida. —La voz de Trevor me hace volver a intentar despertarme.

—Lo sé pequeño, es solo que... En poco tiempo tenemos que irnos. —Su voz ronronea como si llevara poco tiempo despierto.

Me muevo tratando de remover la flojera hasta estar con mis respectivas energías.

—Buenos días. —Dice Kilian nada más ve que me levanto.

Gruño en señal de protesta pero igual respondo.

—Buenos días. —Mi voz rasposa me impide decir más.

—Bañate y ponte linda. —Me ordena antes de cargar a Trevor y salir de la habitación.

Sacando fuerzas de todo mi ser, me levanto a cumplir sus ordenes. Me pongo algo sencillo, un vestido y unos zapatos planos a juego.

—Estoy lista. —Digo al ver que Kilian se encuentra en el comedor desayunando junto a Trevor

Ignoro el hecho de que es medio día y sonrío un poco.

—En media nos vamos. —Su respuesta me hace fruncir el ceño así que me acerco más para preguntar.

—¿A donde?

—A donde nos lleve el viento

—Oh, callate pocahontas. —Lo riño con una sonrisa.

El se toca el pecho fingiendo estar indignado y luego rueda los ojos.

—En media nos vamos. —Repite fuerte y claro

—Lo que digas. —Trato de restarle importancia a su mirada

Terminó de servir mi cereal y me siento junto a ellos

—¿Donde están tus padres?. —Pregunto un poco incómoda.

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