Capítulo 1: R1.

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Capítulo 1: R1

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Capítulo 1: R1.

Al final no fui a cenar, pero no pasó nada, o eso me está diciendo mi madre ahora mismo, mientras desayuno antes de irme a ver un poco la ciudad. Sevilla es muy diferente a Madrid, o eso es lo que mis ojos creen.

- ¿Hoy vas a salir? -me pregunta mi madre una vez que termino de desayunar y le pido dinero.

-Sí. Quiero ver Sevilla y conocer gente.

-Llévate a tu hermana. Ella también necesita hacer amigos.

¿Qué? ¿Acaba de decir lo que yo creo que ha dicho? Está de broma, ¿no?

-Ana no tiene ganas de salir. Quiere dormir -miento, forzando una sonrisa y apartando mis ojos de los suyos.

-Deja de mentirme y ve a llamar a tu hermana.

Gruño. Bufo. Me quejo. Pero nada. No hay absolutamente nada que pueda hacer para no tener que llevarme a ese ser humano que se hace llamar mi hermana, por ahí. Así que camino hacia su habitación, llamo a la puerta y, segundos después de escuchar un "pasa" de su parte, entro.

- ¿Qué quieres? -su voz suena confusa y lo sé, porque yo tampoco sé qué cojones estoy haciendo.

-Mamá dice que te vistas, que te vienes a ver Sevilla conmigo.

Pone los ojos en blanco, suelta un chasquido con la lengua y luego asiente. Ella quiere; yo no.

Salgo de su habitación de nuevo y me voy al salón, donde al menos paso veinte minutos en silencio, sin mi madre ni mi hermana. Ambas son unas putas pesadas.

-Ya estoy -es lo que dice Ana una vez que llega a mi lado.

No me levanto del sofá, pero la miro de arriba abajo. Lleva una sudadera gris que tapa su gran barriga (al menos un poco), unos vaqueros azules anchos para que sus piernas no se vean igual de gordas que siempre, sus deportivas blancas y el pelo lo llevaba recogido en una coleta alta, tirando así de su cara y haciendo que se vea un poco menos gorda de lo que realmente es. Qué asco le tengo.

-Vamos -me levanto de mala leche y camino hacia la puerta, sin esperar o si quiera, girarme para ver si me sigue o no.

Salimos por la puerta y empezamos a caminar hacia el centro o lo que creo que puede ser. No conozco absolutamente nada y es muy temprano, así que estoy un poco empanada.

Giramos un par de veces y durante todo el camino, ambas estamos en silencio. Yo, mirando en todas las direcciones; ella, cabizbaja mientras camina a mi lado. Unas tremendas ganas de preguntarle la razón por la que está mal me invaden, pero aguanto. No vale la pena preguntarle nada.

Llegamos después de unos treinta minutos andando, y entramos en una cafetería. Se me apetece un zumo de melocotón, y me lo voy a tomar.

-Buenos días, ¿qué quieren tomar? -nos pregunta la mujer que está detrás del mostrador.

-Yo quiero un zumo de melocotón, por favor -le pido.

Mientras la mujer lo apunta, me giro hacia Ariana y le hago un gesto de si quiere tomarse algo. Hoy estoy siendo demasiado amable, eso no pega conmigo.

-Otro zumo de melocotón -me dice.

Me giro hacia la mujer y le pido el otro zumo. Lo apunta, nos dice la cuenta y nos los da. Le pago y nos sentamos en una mesa cerca del cristal.

Una de las razones por las que me gusta ser su hermana es la bebida: tenemos muchas cosas en común respecto a las bebidas, solo que a ella le gustan más que a mí. Yo no salgo del zumo de melocotón, la Fanta de naranja, la Pepsi (en escasas ocaciones) y los batidos de chocolate. A Ana le gusta todo eso y más, pero casi siempre pedimos lo mismo. Es una cosa buena que tenemos en común: mamá solo nos tiene que comprar un tipo de bebida en vez de dos.

Diez minutos después, estamos saliendo de la cafetería y caminamos por todo el centro en busca de nuevos amigos. Madre mía, qué patéticas somos buscando amigos.

-Toma -le entrego un billete de diez euros y la miro a los ojos -. Ve a comprarte algo mientras yo voy a dar una vuelta.

Asiente, me sonríe de forma cansada y se va, dejándome completamente sola. Mamá me había dado veinte euros, me he gastado once en ella y uno en mí. Perfecto. La mayor siempre es la que menos gasta.

Camino por el centro en busca de un quiosco donde pueda comprarme una botella de agua. Estoy sedienta y no me apetece entrar en un bar o restaurante y hacer cola solo para comprar agua.

Seis minutos después, encuentro un quiosco y me acerco a él. Un hombre mayor (que parece agradable) me atiende y me sonríe.

- ¿Qué quiere la chica más guapa que he visto hoy?

Corrección: no parecía amable, es un pedófilo.

-Un botella de agua, por favor.

Asiente, la saca y me la entrega. Le pago, me guiña un ojo y me voy. Ese tío me había dado miedo, lo confieso.

Vuelvo al lugar donde me había despedido de Ariana hace un rato y la veo sentada en un banco, mirando a las palomas que hay por ahí. Me acerco y me coloco delante de ella. Levanta la vista y asiente.

-Vámonos, dentro de tres días empezamos el instituto y no me apetece estar más tiempo del debido a tu lado.

Asintió de nuevo y me siguió mientras volvíamos a casa. Ni siquiera me paré a preguntarle que había comprado; no me apetecía.

Sinceramente, me dolió cuando le dije eso, pero era una de las verdades que necesitaba decir. Suelo hablar sin pensar, por eso me va tan mal en la vida. Soy un completo desastre.

100 Razones por las que me gusta ser tu hermana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora