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Sentía lástima, por la misma persona que creía querer- ¿No puedes ver a la maravillosa persona que veo en ti? -Hablo solo- ¿Por qué? ¡Por qué! -¿Así es el amor ciego?

Alguien además de mí levanta la voz.

- Nada de eso importa –

Volteo y es, al parecer la voz de una compañera la cual no recuerdo su nombre

- Lluvia! -Intentaba advertirle que comenzaría a llover, pero las palabras no me salían

- Ese es mi nombre, no lo gastes -Muy confiada calla mis balbuceos.

Había redescubierto su nombre, pero me preocupan sus intenciones.

- Yo lo haré, seré tu novia

- ¿Por qué querría eso? Tú no eres Viana y nunca hemos tenido una conversación coherente hasta hoy

- Ya te dije que eso no importaba

¿Es que soy un imán de locas? Sentía la sangre hervirme, por despecho o mi misma locura. Comencé a besarla de manera tosca, en mi vida lo había hecho y pensé en presionarla contra la pared, pero no sería propio de mí, aunque llegados a éste punto no sé decir qué sí lo es.

No es la primea vez que siento éste cuerpo.

Días atrás, una noche cuando acompañaba a mi familia, fuera del centro comercial escuché un grito provenir de las sucias calles llenas de basura del centro de la ciudad y corría hacía él cual despreocupada alma curiosa.

Al poco rato de buscar encontré a una joven a la que se le acercaba un hombre con claras intenciones de acorralarla, la retiene y la empuja con fuerza al suelo, así que le arrojé un trozo de tubería del largo de una regla, fallé, pero mi cuerpo ya se encontraba corriendo hacia él e hice que cayera también. A los pocos centímetros de su mano, su navaja encontró reposo.

Sentía que había que sacarla de ahí, yo no era rival para un hombre adulto bajo efectos dudosos, bien podría tener compañía. Quedarse no era una opción si quería salir ileso. Cargué a la joven entre mis brazos y me la llevé. Podía sentir cómo temblaba, un desconocido raptándola de un ladrón, quién no tendría miedo.

Al correr, pasábamos cuadra tras cuadra, en un cielo nocturno más oscuro de lo normal, ésta vez no por culpa de las escasas luminarias, sino mía, que me faltaba la fuerza para seguir sin necesidad de jadear.

Tras cubrirme de sudor caminé unas calles más hasta que caí desplomado, ella no pesaba nada y aun así no le di un descenso amable. Entre menos nos vea, menos probable que nos recuerde en el futuro. Llamé un taxi para que pudiera llevarla a su casa.

Han pasado un par de minutos desde que empezó a llover y otros pocos menos desde que hemos estado acurrucados resguardándonos del frio abrazo del agua

Viana volvió, empapada, observó cómo nuestros labios se juntaban. En un arranque de rabia quiso herir a Lluvia, no la dejé. Volteó a verme a través de su brazo y el mío que se alzaban y se sostenían entre nosotros como resultado de detenerla. Cruzamos miradas, una perdida y otra de tristeza, aun me pregunto de quién era cada una.

Autumn RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora