Capítulo 1

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Andrés Miller

_«Andrés no seas perezoso, levántate».

Quité mis sábanas con pereza y apagué el incesante sonido del despertador.

El sol se colaba por mi ventana como un intruso. Odiaba eso, pero al menos ayudó para despertarme. El día anterior me había dormido muy tarde por estar trabajando en la oficina.

Tomé una ducha y lavé mis dientes, me coloqué un traje y eché perfume en mi cuello. Tomé mis llaves y me dirigí al garage. Salí de la casa y conduje en silencio hasta mi empresa. Minutos después estacioné mi auto, entré y saludé a Erick, mi mejor amigo desde la infancia.

Erick no trabajaba conmigo, de hecho, era abogado, pero me visitaba de vez en cuando.

Hablamos un poco, pero me contó que se tenía que ir de inmediato ya que solo iba a encontrarse con un cliente de la empresa. Le dí un apretón de mano y subí hasta el último piso.

Minutos después estaba sentado en mi oficina viendo unos papeles de la empresa, mi emporio se dedicaba a los hoteles y demás propiedades. Desde joven me había llamado la atención la arquitectura y todo lo que tiene que ver con hoteles, por eso me dediqué a ello.

Era mediodía y ya mi secretaria había agendado todas las citas posibles para la semana siguiente, eso quería decir que no tenía que trabajar en lo que sobraba del día.

Ya que no tenía más trabajo que hacer, me fui a mi casa. Iba tarareando una canción que ni siquiera conocía pero que sonaba en la radio.

En el trayecto, vi la existencia de un edificio que en en un gran letrero que lo adornaba decía:"Orfanato niños de paz".

Que extraño. ese orfanato nunca lo había visto, o tal vez si, pero yo era tan distraído que de seguro lo había olvidado.

Llegué a mi casa y lo primero que hice fue echarme en mi cama. Ya había comido en la empresa por lo que no tenía hambre en ese momento. Me mantuve ahí por un largo rato hasta que mi celular sonó.

Respiré profundo al ver que era Lidia. Ella era una no novia con la que me involucré y que siempre estaba detrás de mí por mi dinero.

-Dime, Lidia- hablé de mala gana. Solo era sexo y ya. Yo la buscaba cuando estaba estresado, no ella a mí y el hecho de que quería controlarme me hacía enojar bastante.

-Bebé, te extraño- ¿y a esta qué mosquito le picó?, ¡Qué empalagosa!. Los apodos no iban conmigo y estaba harto de decírselo, pero ella no entendía.

Había que cortar rápidamente esa relación.

-Yo estoy ocupado, lo siento. Estoy harto de que me llames, no lo hagas. Sea lo que sea que tengamos, ya se acabó- lo dije y colgué. Bufé ante tan descarada persona.

Me volví a acostar y al notar que no tenía sueño, pues tomé mi ordenador y como no tenía nada que hacer empecé a buscar nuevos lugares para comprar y construir hoteles.

No encontré mucho, hasta que se me ocurrió algo mejor.
"Orfanato niños de paz".

Investigué sobre esa institución, decía que era un orfanato muy bueno, no habían tantos niños, solamente muchos adolescentes, la directora era muy buena persona y otras cosas sin importancia.

Después que acabé con mi investigación apagué el ordenador y me escondí debajo de mis sábanas.

Antes de dormir se me ocurrió una gran idea sobre el orfanato y por supuesto, a Andrés Miller no se le escapa una...

(...)

Como era sábado y tenía el día libre ¿Quién me lo dió?, pues yo, soy el jefe.

Iba en el auto hundido en mis pensamientos cuando el teléfono me sobresaltó.

-Hola, Erick-hablé después de descolgar.

-¿Qué haces, amigo?-Me preguntó confuso.

-Algo bueno, ni siquiera sé si tiene sentido lo que hago, pero supongo que es bueno- hablé con una sonrisa y continuamos hablando tonterías.

Después​ de llegar a mi destino, estacioné mi auto y me dirigí a la entrada. Ahí había un hombre que me dirigió a una gran oficina.

Me encantó la construcción del lugar, las rejas de la entrada combinaban con el color ladrillo de la mansión, dándole un toque antiguo, pero acogedor.

Cuando entré,una señora de algunos 50 años​ me invitó a que me sentara. Tenía algunos mechones canosos y una bonita sonrisa en sus labios.

-Y bien señor Miller, ¿qué desea?. Es un honor para mí tenerlo aquí conociendo su estatus social, pero no puedo evitar preguntar la razón de su visita- preguntó. Su nombre era Martha.

-Señora Martha, vine a conocer este orfanato y no sé, ¿podría ofrecer dinero?. No quería sonar arrogante ni mucho menos, solo quería sentir que hacía algo bueno- contesté sentándome en el asiento.

No lo creí, Andrés Miller iba hacer algo bueno en su vida y por primera vez.

-Sí señor, estaremos comunicados en cuanto a la donación, me parece raro que una persona como usted quiera ofrecer dinero. Estoy muy agradecida, no a ser modesta porque tenemos muchas cosas que arreglar aquí y nos ayudaría mucho cualquier donación - me miró con una sonrisa. Estaba feliz, sus ojos brillaban y eso me gustaba porque yo era el causante de su emoción.

-Bueno, algo tengo que hacer con mi dinero, algo gratificante tengo que hacer con él. Es lo que mi madre siempre me decía- comenté compartiendo una sonrisa ladina mientras recordaba a mi madre

Luego seguimos charlando sobre el orfanato, era muy buena la señora. Muy amable y encantadora. Era admirable su actitud ya que dedicó su vida a criar niños huérfanos, eso era muy bonito.

Me levanté del asiento para dirigirme a mi casa, no sin antes despedirme de la señora Martha.

Cuando abrí la puerta, sentí un caliente en mi pecho y me percaté de que era café, me habían quemado, lo supe por el ardor en mi pecho. Cuando levanté los ojos para ver quién era, observé a una linda chica de pelo largo negro, mucho más pequeña que yo y con unos hermosos ojos.

-Disculpe, señor. No quise que...-se disculpó cabizbaja. La interrumpí.

-Descuida- salí de esa oficina y llegué a mi casa.

Me eché en mi cómodo sofá después de bañarme, aunque todavía sentía un ardor en mi pecho. Esa chica me había quemado.

Andrés MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora