Ermitaño.

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Amanda.

A partir de ese día todo me fue muy bien, él me ignoraba pero me daba igual y la amiga con la que ya siempre contaba era Sara, aquella rubita saltarina. Casi siempre sabía defenderme sola, y cuando no, ella me ayudaba. Pero si tienes un día malo, y no está tu mejor amiga.. nadie puede salvarte.

Había pasado un mes desde mi llegada, ya empezaba a hacer frío. Me puse mi sudadera de 'warrior' y unos leggins oscuros con unas vans grises. Me pareció un conjunto bonito con el pelo suelto, pero a pesar de eso me hice una trenza. Me miré al espejo. Ahora quedaba mejor.

Salí afuera y esperé al autobús. Pasaron cinco minutos y no venía. Diez y no venía. Como tengo tanta suerte, empezó a llover. Corriendo y empapada llegué a un portal, donde desde allí empecé a correr hacia el instituto.

-Señorita Hudintoff, llega tarde. Y un poco.. mojada, esa ropa le va muy pegada debería cambiársela.- la clase empezó a reírse, lo que me faltaba.

-Sí, perdone señora Links.- puta profesora de mates.

Me senté en mi mesa, saqué el cuaderno y puse a copiar las ecuaciones de la pizarra. Fue entonces cuando me percaté de que en la madera había una hoja que yo no había puesto. La abrí con cautela y la leí. 'Puta'. Levanté la vista, todos estaban metidos en sus asuntos. ¿Quién habría sido?

El resto de la hora estuve dándole vueltas hasta que decidí que era una tontería y que tampoco lo descubriría. Sara no había venido, era la primera vez que faltaba, pero no pasaría nada por un día. Las otras dos horas hasta el almuerzo eran tecnología y química. Se pasaron rápido.

-¡Eh puta!

Inmediatamente me volví, pero tampoco había nadie. ¿No serían imaginaciones mías? A lo mejor del sueño tenía alucinaciones. Caminé sola por el pasillo y entré en el comedor. Paré en la fila para pedir la comida.

-Una hamburguesa.- simplemente, me apetecía.

-Solo quedan sandwichs.

¿Tampoco había comida bien hecha? Aquí va a dar el apocalipsis. Indignada cogí un sandwich de jamón y queso, y fui a sentarme a la última mesa, como costumbre.

Jake apareció delante de mí como un destello y toda su bandeja (de puré y hamburguesa, que casualidad) cayó sobre mi sudadera.

.¡Pero qué haces!- le grité. Estaba hecha un asco.

-Ups, lo siento. Oh se me olvidaba esto.- se relamió mientras cogía un vaso de batido y me lo echaba por el pelo.

Abrí la boca para protestar, insultarle o hacer algo. Pero las risas me hacían quedarme sin voz.

-¡Mirad que desastre!- exclamó Jake.- No deberíamos tener personas así en el instituto ¿a qué no?

A pesar de tener batido en los ojos, vi como la gente negaba con la cabeza y susurraba 'no'. Quería responder, imponerme. Por más que quisiera no podía.

-Mira niña, no se de dónde has venido. Ni me importa, pero vuelve. O mejor, muérete.

No puedes llorar. No puedes llorar. De improvisto empecé a llorar. La gente empezó a rodearme y a reírse de mí. Me tapé la cara todo lo que pude y me intenté ir corriendo. Digo intenté porque una chica me puso la zancadilla y caí tan fuerte que las gafas se me partieron por la mitad. Con la vista borrosa divisé como algunas personas rompían mi mochila y mis libros. Mi libro. El libro de mi madre. Me levanté y me avalancé sobre el que lo tenía en mano.

-¡No!- grité lo más alto que pude,  que aún así era muy bajo. Jake intervino.

-¿Qué pasa? ¿La nena no quiere que le rompan sus libros?

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2014 ⏰

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