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El último tren de la madrugada ya había pasado, por lo que Dae no tuvo otra chance de volver a casa caminando. Las horas pasaban, la Luna estaba a un pequeño centímetro de esconderse por completo para que las nubes grises tomen el protagonismo.

La mañana helaba, su nariz estaba roja y congelada al igual que sus pómulos. El único abrigo que traía era una simple chaqueta de cuero por encima de una playera blanca. Sentía como el frío cortaba sutilmente su piel, sin mencionar el fuerte viento que se había levantado en cuanto optó por ir a pie. Tenía dinero para un taxi, pero el clima no iba a impedir disfrutar de las calles de la ciudad.

Se había metido al centro, dónde básicamente el lugar era casi deshabitado a estas horas. Las calles cubiertas por nieve, el cielo cada vez más negro. "Pero acaba de anochecer, es imposible que siga así de oscuro" pensó. Pero realmente no quería pensar demasiado. El rostro de esa joven pelirroja invadía su mente como de costumbre, pero esta vez si podía sentir la soledad. No solo a su alrededor, sino también en su interior. Dio lentos pasos hasta toparse con una tienda cerrada. Vio su reflejo a través de la ventana, estaba destrozado. Ojeras enormes, labios secos y morados. Parecía un muerto viviente, pero es que así se sentía.

Los días sin ella eran interminables. Se había ido hace dos años y aún no lograba comprender porque le costaba tanto soltar un sentimiento abandonado. Sólo él la amaba, sólo él la extrañaba, sólo él sufría. Se alejó, nuevamente, siguiendo con su camino. Se sentía perdido, mareado, sus ojos apenas podían abrirse. Ésta era la primera vez que salía de su hogar luego de que ella lo abandonase; la depresión lo había invadido y era bastante notorio gracias a sus comportamientos.

No había sentido el aire chocar contra su cara en años. Pero cada cosa que hacía, así le traiga un poco de alegría, recordaba que cada cosa lo hacía junto con ella. Nuevamente regresaba ese vacío y ese fuerte dolor de pecho que había sentido desde la última vez que pudo besar sus labios.

Luego de varios intentos fallidos de seguir de pie, se dio cuenta que no podía aguantarlo más. Se dejó caer en el suelo, arrodillado y tendió sus manos en la acera sin importar que la nieve queme sus dedos.

"Vuelve, por favor, te necesito" Murmuraba entre sollozos mientras sus lagrimas entibiaban sus mejillas. Elevó su mirada al cielo, casi como si ella pudiera verlo de regreso.

Se le hacía cada vez más difícil celebrar su cumpleaños, teniendo en cuenta que también es el 2do aniversario de su muerte. La culpa invadía su cuerpo y su consciencia pesaba cada vez más. Él la había dejado morir echada en el piso del baño. Él la había matado.


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her ; kth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora