Te estoy llamando, ¿dónde estás? Te fuiste y me dejaste en las manos de la crueldad existencial del hombre.
Dime, necesito saber si estás aquí escuchando este silencioso escandaloso de mi alma.
Pareciera que te alejaste sin decir más, ni siquiera con una mediocre palabra de despedida como lo es el adiós.
Aquí te estoy llamado, aquí tu intento de sierva proclama tu presencia.
Estos sollozos de mi alma que la dejan tan mínima y frágil están pidiéndote que te aparezcas y pronuncies aquella palabra tan insignificante que alguna vez pronunciaste como aquel hola.
...
Pido aquí que me escuches, no me ignores más, ya no lo soporto.
Tu indiferencia hace todo más doloroso que el mismo sufrimiento de tu dejadez.
Aquí te llamo en estas palabras oprimidas de mi alma y ser, que me digas dónde estás.
Te necesito y no te encuentro en ningún lugar.
No me dejes aquí tirada con esta pesadez de mi espíritu y deja que se note tu presencia o tu falta de ella.
Y si ya decidiste que lo mejor era irte, por favor déjamelo saber para no llorar más tu pérdida.
No quiero seguir llorando por alguien que no sé si es y o si lo fue alguna vez.
Tómalo en cuenta, ya que esta que fue tu sierva no quiere más entregarse a ti.
...
Si no quieres volver, vete, pero no regreses.
Esta sierva tuya no estará para quererte, ya que todo su amor se lo entrego al que peor le pago y se quedó sin ganancias.
Tal vez, esa sea una cuestión de dar sin esperar un gesto de vuelta.
Pero me canse de descubrirlo y me deje de ti.
Me deje de ti de una vez por todas.
Y te digo adiós, adiós a la más amarga y dulce creación.
Cómo no llamarte creación, si fue lo que yo más di que lo que recibí.
Te digo adiós, entre un sollozo en el silencio y espero no volverte a ver jamás.