Prólogo.
Este capítulo contiene escenas violentas que podrían herir la sensibilidad del lector.
Vida. Esas 4 letras expresan lo que todo ser medianamente coherente tiene e intenta conservar. Algunos aprenden a apreciarla plenamente, otros no aprenden nunca.
En algún lugar de una ciudad de nombre desconocido, se oía el grito desesperado de una mujer pidiendo auxilio. Un hombre corría hacia el interior de un callejón mal iluminado. Una mirada por encima del hombro. No le persigue nadie. Suspira de alivio aunque sigue tenso. Intenta seguir su camino, pero alguien le obstruye el paso.
—¡Apártate! —Gritó él.
—Devuelve lo que has robado —Dijo el otro con voz gélida.
—¿Y que si no lo hago? ¿Que me vas a hacer tu, niñato?
El hombre apretó un bolso de mujer contra sí. Algo le decía que tirase el bolso y echase a correr ya mismo, pero no estaba dispuesto a soltar su botín.
—Lo haremos por las malas, entonces.
No muy lejos de allí, la mujer que había pedido ayuda le contaba a dos policías el robo de su bolso.
—Venía de la oficina de empleo, de cobrar el último mes de paro. Llevaba todo el dinero en el bolso —Contaba la mujer con voz angustiada.
Uno de los policías se negaba a ir detrás del ladrón apelando a que ya estaría muy lejos —y en cierto modo tenía razón— mientras su compañero le convencía para echar un vistazo.
Entraron en el callejón por donde la mujer indicaba que había huido el ladrón. No tardaron mucho en encontrar su cadáver acribillado, detrás de un contenedor de residuos orgánicos, junto al bolso de la mujer en perfecto estado.
Vida. Esa palabra expresa lo que algunos desperdician, lo que otros maltratan y desprecian y lo que este hombre se encargaba de arrebatar.