Beanie Grey llevaba ya una hora despierta. Andaba de aquí para allá, tan acelerada como de costumbre, repeinando su pelo —negro como el pelaje de un cuervo— cada vez que pasaba por delante de un espejo.
—Bryony, levántate ya —Llamó Beanie a su hija— ¿Seguro que no quieres que te lleve al instituto? No me importa llegar tarde a...
—Si, seguro.
Bryony Grey tenía el pelo tan negro como el de su madre, de hecho, en lo único que se diferenciaban madre e hija era —a parte de la evidente diferencia de edad— en los ojos. Los de Bryony eran de un gris apagado mientras que los de Beanie eran verde brillante.
—Te he dejado la comida hecha para que solo la tengas que calentar en el microondas. Ten cuidado no vayas a...
—Se utilizar el microondas, mama.
Bryony difícilmente soportaba a su madre. Ella parece creer que tenía 6 años cuando acababa de cumplir los 16. Beanie vive con la continua preocupación de que le pasara algo malo a su hija y para Bryony, que era una chica independiente y solitaria, era como estar encarcelada.
—Ten cuidado cuando vayas al instituto, no te vaya a pillar un coche y...
—Mama, se que crees que no se caminar, pero te aseguro que estaré bien.
No había nadie en la puerta del instituto cuando llegó allí, debía de ser muy tarde.
Estaba en la entrada cuando oyó un bostezo a su izquierda. Había un chico rubio, de ojos de color miel, tumbado en el césped y, al parecer, acababa de despertarse.
Él se levantó y pasó por delante de Bryony sin dar señales de haberla visto, pero se detuvo cuando abrió la puerta que daba al vestíbulo.
—¿Vas a pasar o piensas quedarte ahí todo el día? -Preguntó con una sonrisa socarrona.
Bryony pasó delante de él con aire altivo y sin prestarle mayor atención al chico, que ahora alzaba una ceja mientras su sonrisa caía poco a poco.
Se dirigieron los dos a la misma clase sin decir ni una sola palabra. Llegaban media hora tarde y ambos sabían que el profesor de música les castigaría. Bryony parecía ligeramente contrariada por esto, aunque estaba mas preocupada por la reacción que tendría Malvina Egyptian, su amiga desde hacía 2 años, que por el castigo en sí. Al chico, sin embargo, no parecía importarle lo mas mínimo.
Profesor: Dean Crimson y Bryony Grey ¿Dónde habéis estado en la primera media hora de clase?
Bryony: Lo siento, me dormí.
Dean: Yo también.
Profesor: Si, Dean, a ti te hemos visto hacerlo. La próxima vez, elige dormir en casa en vez de en el césped del instituto. Cuando acabe el día, vendréis aquí. Estáis castigados. Y vuestro tutor será informado sobre los estudiantes tan dormilones que tenemos aquí.
Bryony se sentó al lado de Malvina con un resoplido. Dean se sentó varias filas detrás de ellas y se pasó la clase mirando por la ventana con aire ausente.
—¿De dónde vienes? ¿Que hacías con él? —Preguntó Malvina con una mezcla de preocupación y enfado.
—De casa, me he encontrado con él por el camino —Respondió Bryony.
—Mejor, no me gusta ese chico.
Malvina frunció los labios y volvió a prestarle atención al profesor de música. Parecía haber decidido creer a su amiga.
Malvina era una chica de pelo moreno, largo y rizado, ojos marrones y nariz pequeña. Solía ser la que controlaba la actitud impulsiva de Bryony.
Ella rodó los ojos mientras escuchaba a Malvina quejándose por decimonovena vez de su castigo y recogía sus libros de literatura.
—Podríamos ir de compras mañana —Propuso Bryony, intentando distraer a su amiga de su castigo.
—No puedo, he quedado con Fred.
Eso era algo de su amiga que a Bryony no le entusiasmaba: Si tenía que escoger entre su novio y su amiga, había un 99’9% de probabilidades de que se quedara con él. ¿Por qué? Porque su novio le hacía “cosas malas” -guiño, guiño, codazo, codazo-.
—Ten cuidado con Dean —Le advirtió Malvina por séptima vez.
—¿Por que? No voy a estar sola con él, va a estar el profesor... Seguro que nos manda una redacción de “por que no llegar tarde a clase”...
—No me inspira confianza... Tu hazme caso.
Bryony nunca se había fijado en Dean hasta esa mañana, pero parecía que Malvina si lo había hecho... Fuera lo que fuese lo que le pasaba a Malvina con Dean, no se lo iba a contar así que era irrelevante. Todo iría mejor si decidía hacer caso a su amiga e ignorar a Dean, pero eso no iba a pasar.
Después de 20 minutos de castigo, Bryony había terminado su redacción, pero el profesor había salido de la clase así que tendría que esperar a que volviese para entregarle la redacción y marcharse a casa. Dean se levantó de su sitio, al fondo de la clase, dispuesto irse en ese momento.
—¿A donde vas? —Le preguntó Bryony.
—Lejos de aquí —Respondió él con tono cortante.
—Tienes la hoja en blanco, te meterás en problemas.
Él suspiró pesadamente y se acercó a la mesa de la chica, apoyando sus brazos en ella y clavando sus ojos de color miel en los ojos grises de Bryony. Sus brazos, al igual que el resto de su cuerpo, eran musculosos y tenían cicatrices casi invisibles.
Ssus caras estaban tan cerca que podían sentir el uno el aliento del otro, lo que hizo que Bryony se sintiese incómoda y notase como aumentaba la temperatura de su cara aunque estuviera luchando fervientemente para no ruborizarse.
—Sobreviviré.
Él desanduvo su camino hacia la puerta y se marchó, dejando a Bryony mas confusa de lo que lo había estado en su vida.
—"Que creído... -Pensaba Bryony— Como si fuese capaz de causar cualquier tipo de efecto en mi..."
El profesor apareció por la clase poco después. Cuando se hubo sentado en la silla, Bryony se levantó, con su hoja en la mano, y le dijo que Dean se había ido.
—Si, terminó su redacción.
—¿Que?
Estaba desconcertada, había visto claramente la hoja en blanco del chico antes de que se levantara.
—Y tu todavía no has empezado la tuya -Dijo él indicando la hoja en blanco que llevaba Bryony en la mano.
Ella miró hacia su hoja. No podía ser tan hijo de puta.
—¡ME HA DADO EL CAMBIAZO! "Será cabrón el rubio de los cojones".