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Rubén dio vueltas en su cama, esa noche, no lograba conseguir el sueño. Su cabeza no dejaba pensar, recordar, añorar. Y después de tanto tiempo, se seguía preguntando ¿Cómo podía ser posible que sintiera tanto por alguien que había conocido por tan poco tiempo? Era casi irreal.
Frustrado, se sienta en su cama, con los pies en el frío suelo. Deja sus brazos sobre sus piernas y lleva su cabeza a las manos, esbozado un suspiro de cansancio. La verdad, es que lo estaba, estaba agotado, pero por mucho que lo intentaba no paraba de pensar. Y tomó una decisión.

Se puso zapatillas, unos jeans negros, una remera blanca, una chaqueta negra, una gorra y bajó a tomar su coche.
Era una locura, eran las 3 de la mañana, pero ¿Qué tenía que perder? De todas formas no podía dormir.

Fue directo al hospital donde Cheeto le había dicho que trabajaba ___ y estacionó en frente.
¿A qué había ido? Ni él sabía. No tenía claro que haría, si la veía ¿Qué le diría? Estaba en blanco y nervioso.
Tenía su mano apoyada en el volante y la sacó al notar que sudaba.
Estuvo largos minutos allí, sólo observando el lugar. Pensando si tal vez tendría la suerte de verla a través de los cristales que dejaban visto una pequeña parte del salón de urgencias.
Y así pasó el tiempo, el recostado en su asiento, con la cabeza mirando hacia el costado, esperando que un milagro sucediera, o no, él aún no lo había decidido.
Después de más de 40 minutos, el ya parecía calmarse, y hasta casi dormirse.
Su corazón dejó de saltar dentro de su cuerpo, y el sudor ya no se hacía presente. Pero no sería por mucho.

Su ritmo cardíaco lo sacó de sus casillas y su respiración se aceleró, cuando la vio salir.
Estaba vestida con aquella misma ropa con la que Cheeto la había describido. Como si dejara todo su tiempo de verse bella para estar en ese lugar. Pero, después de todo, ni lo necesitaba.
Él le observó cada esquina visible de ella, sin dejar nada al asar.
Sus risos dorados, su cuerpo, su ropa, pero había algo distinto en ella.
Lucía cansada, ella nunca lucía así.

___ salió de dentro del lugar, y se sentó fuera, intentando contactar algún uber. Lo cual, podría llevarle un tiempo; pero un segundo más allí dentro la volvería loca.

Rubius comenzó a pensar rápidamente que hacer.
Si bajaba ¿Qué le diría? Si la dejaba ir ¿Cómo haría para contactarla de nuevo? Había tenido suerte, de eso estaba seguro.
Y se bajó, sin pensarlo, sólo lo hizo.

Caminó hacia ella pensando en que era una locura, que estaba mal, que se arrepentiria de ello.

Ella lo vio venir caminando, y abrió sus ojos sorprendida, nerviosa.
Después de tanto tiempo ahí estaba él, igual que siempre. Alto, el pelo largo, su gorra intentando ocultar que no se había peinado, él, con su dulzura en cada parte de su esplendor.

Y se paró frente a ella. Y así se quedaron por un segundo, observandose. Dando cuenta de que, estaban a medio metro de distancia y que podían escuchar la respiración del otro. No por móvil, no por ordenador, en vivo y en directo. Cara a cara, piel a piel.

R: -Quisiera creer que no has pedido un uber a éstas horas-
_: lanzando a risa muy pequeña y baja -¿tengo otra opción?- Dijo levantándose del muro donde estaba sentada

Sin dejarle mucho tiempo para decir otra cosa, sin permitirse verle la cara de cansancio que llevaba ella en su delicado rostro, la tomó del brazo y la rodeó fuertemente con los suyos.
No lo había pensado, sólo quería hacerlo, y lo hizo, sin más, sin titubear.
La abrazó fuerte, como queriendo decirle "¡ya está! Aquí estoy, no temas más". Pero ¿a quien quería mentirle? Ese abrazo decía más "¡aquí estás! Después de tanto pensarte, aquí estás. Hazme feliz ¡por favor! Vuelve a hacerme sentir un niño otra vez".

_: -Te extrañé mucho- Dijo sin pensar, rodeando sus brazos por su cintura, y agarrando su chaqueta, por la espalda, como si no lo fuera a dejar ir jamás.

Él sintió sus manos por su espalda, sintió escalofríos, ella hizo que se le pusiera la piel de gallina.

R: -y yo a ti, te eche mucho de menos también- se apartaron y el dijo, aclarando su garganta -¿te llevo a tu casa?-
_: esbozado una risa, que desvela toda su sonrisa -me esperaba muchas cosas, acá en Madrid, pero no verte a vos manejando.-
R: marca una sonrisa de lado que hace desaparecer rápidamente -algo me dice que tampoco esperabas verme-

___ borró la sonrisa de su rostro e hizo una mueca de desilusión, pero no por él, si no, por ella.
Canceló su uber y se dirigieron ambos al coche. Un poco en silencio y otro poco mirándose de reojo.
Subieron y ___ le dijo donde vivía.
Cerca del retiro.

R: -así que lo has logrado. Te has graduado-
_: sonriendo -si, lo logré. Y vos lograste aprender a manejar-
R: riendo de la coña-si aunque no me sirve de mucho. Los fans si me ven con el coche todo se vuelve un caos. Oye y, te has venido hasta aquí, de puta madre-
_: haciendo por alguna razón una sonrisa falta y triste -Si, está genial-

Él lo notó, había algo extraño en esa falsa frase. ¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde estaba la chica alegre e infantil que él había conocido?
Algo estaba pasando, algo que él estaba obviando y ella por lo visto no iba a decirle.
Así que respeto lo que fuera que tuviera guardado y se limitó a hacer bromas y contar anécdotas de cosas que pasaron allí con sus compañeros.
Rieron en el corto viaje, olvidando lo que sea que hubiera sucedido, hasta llegar al destino.

_: sacó las llaves de su mochila y lo miró a sus ojos, a veces de color miel, a veces de color verdes -gracias por traerme-
R: sonrió y soltó -sabía que podría traerte sin morir en el intento-

Ambos rieron

_: -bueno, creo que voy a subir y a descansar-

Era una escena graciosa, porque ambos se despedían, pero como esperando uno algo del otro. Como si se despidieran, pero no pudieran separarse.

R: observando sus brillantes y agotados ojos -de acuerdo-

Y así, sin besos, ni vueltas. ___ bajó del coche y entro en su casa. Dejando atrás a un Rubius desconcertado.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2017 ⏰

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Creo que me enamoré de una Argentina-II-Rubius y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora