La posesión de Yoochun

74 11 1
                                    

Yoochun se encontraba recostado en el suelo de una de las cuatro paredes de ese local abarrotado de gente que festejaba la finalización exitosa de otro de sus conciertos.

Todo el mundo lucía alegre y feliz, algunos un poco más de la cuenta, seguramente por el alcohol que ya recorría sus venas. Yoochun, en cambio, se dedicaba simplemente a observar a su alrededor, apartado de toda esa multitud.

–¡Eh! ¿Qué haces aquí todo solo? –Una de sus compañeras de baile se acercó y se sentó a su lado.

–Nada, sólo tomando un respiro después de toda la emoción –sonrió él en respuesta.

–¡Sí, fue increíble! ¡Gran trabajo!

–¡Igualmente! Si termina saliendo tan bien es gracias al esfuerzo y el trabajo de cada miembro del equipo.

Se sonrieron el uno al otro y se quedaron en silencio algunos segundos. Luego Yoochun volteó la cabeza; algo le había llamado la atención.

Bebió un sorbo del whisky que llevaba en la mano sin quitar la vista de esa figura a unos metros de él.

La chica siguió la mirada del moreno y posó también la suya sobre aquél que acababa de entrar en la sala.

–¡Mira! ¡Ahí está Junsu! Parece que ya regresó de su camerino.

El silencio fue la única respuesta que recibió, aunque Yoochun seguía con sus ojos clavados en esa dirección.

–Ah... No es justo –suspiró la chica–. Junsu es demasiado sexy. Como mujer me siento celosa, ¡herida incluso! –dijo en una mueca que pretendía ser cómica–. Yo con este cuerpo de palo y él... ¿Cómo puede tener un cuerpo más bonito que el de una mujer? ¡Y cuando se vistió de Junko...! Me quedé tan sorprendida al ver lo mucho que parecía una mujer... ¡Se veía preciosa! Y yo no podía evitar compararme porque claro...

Yoochun en algún momento había dejado de escucharla, perdiendo el hilo de la conversación y del mundo que lo rodeaba, mientras sus ojos vagaban por esas curvas tan sensuales que tan bien conocía.

Un sinfín de momentos vino a su memoria, de ese secreto que juntos compartían.

Recordando esas veces en que, despacio, Junsu se desprendía de cada pieza que le cubría en un sensual juego que terminaba convirtiéndose en una tortura, para dejarle admirar, al fin, la desnudez de su perfecto cuerpo.

Junsu lo volvía loco...

Cuando, por ejemplo, se dejaba agarrar por detrás, permitiendo así chocar sus caderas, encajándolas como dos piezas a la perfección y Yoochun se sentía desfallecer al notar su entrepierna atrapada entre esas firmes nalgas.

Adoraba también cuando Junsu se sentaba a horcajadas en su regazo y podía sentir su miembro palpitar al insinuarse en esa estrecha entrada.

Entonces, de una forma casi inconsciente, sus manos terminaban recorriendo esos preciosos glúteos y estrujándolos con tal deseo que a veces los gemidos de Junsu terminaban convertidos en pequeños quejidos de dolor debido a la fiereza de su manoseo.

¡Era difícil controlarse ante tanta sensualidad junta!

Por lo que algunas veces, cuando lo preparaba y llenaba de besos cada palmo esa curvilínea zona de su cuerpo, no podía evitarlo y terminaba dándole pequeños mordiscos. ¡Sí, lo mordía! ¿Cómo no hacerlo ante la excitación que un manjar como ese le producía?

Pero del mismo modo, también le gustaba ser dulce y tierno, y sentir esa corriente eléctrica cuando sus dedos se anclaban en ese lugar donde la espalda pierde su nombre al abrazar a Junsu por la cadera, e infiltrarse luego como un explorador emocionado ante territorio prohibido, viajando por ese perfecto trasero y posando tiernas caricias en esa suave piel.

Incluso a veces, simplemente se deleitaba con ese vaivén endemoniadamente sexy que Junsu reflejaba cuando bailaba sensualmente y que dejaba a la luz esa condenada S-line capaz de volver loco a quien, por su desgracia, se atreviera a posar sus ojos en él.

Yoochun se preguntaba si en realidad Junsu no era una persona cruel, alguien quien detrás de esa tierna e inocente sonrisa disfruta del sufrimiento y la dependencia que genera en el moreno y lo provoca expresamente.

Porque Yoochun no podía controlar la excitación que su cuerpo sentía con sólo una caricia, una mirada, un susurro...

Junsu ejercía un gran poder sobre él. Le necesitaba... Y cuando lo quería entre sus brazos, simplemente no podía esperar, como un drogadicto falto de esa medicina que le hacía sentir como en el mismo cielo.

Yoochun posó una mirada lasciva en ese hombre que se encontraba a unos metros de distancia, haciendo que éste se girara, sonrojado, al sentir la penetrante e intensa mirada sobre él.

El moreno se levantó del suelo, con una sonrisa triunfante en los labios.

Sin romper el contacto que habían establecido, se acercó a esa presa que, avergonzada, ya sabía lo que le depararía cuando se la llevara fuera de esa sala, lejos de las miradas ajenas.

Porque sí, lo más maravilloso de todo, de toda esa incontrolable excitación y dependencia que se creaba en él, era saber que esa parte tan perfecta de la anatomía de Junsu, a la que podemos nombrar de muchas formas distintas, le pertenecía a él y sólo a él.

FIN

La imagen pertenece a la artista NianS 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La imagen pertenece a la artista NianS 

La posesión de YoochunWhere stories live. Discover now