Me llamo Garrix, si por el artista Martin garrix porque mis padres son fanáticos de este gran dj
Ser cartero no es fácil, por empezar no hay que tener pie plano, es lo primero que compañeros te dicen al entrar, porque, eso si, los carteros son solidarios, todos son consejos y buenas intenciones siempre y cuando uno no se meta en la zona del otro.
Me parece que pasaron mil años desde aquella mañana en la que me entregaron el " paquete" con las cartas de mi zona, ordenandos por calle y por altura. Yo era nuevo, así que tenia una especie de plano que había dibujado con lápiz la noche anterior. No voy a negar que estaba un poco nervioso, me sudaban las palmas de las manos de solo pensar que me podía equivocar de puerta o de destinatario O, peor todavía, que me iba a perder en el laberinto de calle que es Buenos Aires. Nunca me perdí. Al contrario, en poco tiempo orientaba a los despistados que confundían siempre las calles.
Al cabo de un tiempo no solo conocía todos los vericuetos del barrio de Flores, sino también todas sus historias. Historias de buenos y malos vecinos.
A mi nariz le gustaba el barrio, el aroma del pan recién horneado bien temprano, en la esquina donde estaba la panadería " Troye" ,llamada así por el hijo del dueño, justo cuando comenzaba el recorrido, el aroma de los arboles que en primavera perfumaban el aire y hasta el olor a pis de gato que salia de la casa estilo ingles, en general en esa casa había gente vieja y helechos gigantes que crecían al amparo de la humedad de los pinos.
En esa casas tenia que ser paciente, las dueñas de ese lugar salían en chancletas, rodeadas de gatos que maullaban y saltaban alrededor de ellas. Paciencia a mi me sobraba y curiosidad también; solía quedarme parado en la vereda cuando alguien recibía esa carta tan esperada. Se notaba en enseguida, la abrían delante de mi y empezaban a leer; por la expresión de la cara yo podía saber si eran buenas o malas noticias.
Tenia lo que se dice vocación para el oficio. Había seguido siendo cartero toda la vida si no hubiera perdido el habla.
Desde entonces escribo. Pero es la primera vez que escribo esta historia. Una historia que nadie va a creer pero que es la causa de todos mis males. Aunque en el lugar que estoy ahora me tratan muy bien. No me quejo.
Como decía, conocía bien el barrio. Cada casa, cada puerta. Me enteraba de los cambios ante que nadie. Nacimientos, muertes y mudanzas.
Me intrigaban las casa abandonadas, con puertas que un día se cerraron y que no abría nadie. A una de esas casas llego una carta. Yo sabia que el dueño era un hombre solitario y enojon, había partido de viajado y habría muerto lejos.
La casa estaba en juicio de sucesión. De esos que duran años. Era un casa grande y negra, con molduras de cementos y rejas de hierro forjado en la ventanas. Tenia la pintura descascarada y una rajadura que le cruzaba el frente en la parte alta. Por la rajadura asomaba un arbusto retorcido que crecía con la mitad de las raíces al aire
Sentía algo raro, cuando tocaba ese lugar; tanto que prefería cruzar la calle y pasar por la vereda de enfrente. Se imaginan que extraño me resulto ese sobre con la dirección de la casa. Lo mire del derecho y del revés, lo mire al trasluz para ver si se trataba de algún folleto de propaganda. Pero era una carta, dirigida al que había sido su sueño de la casa. A veces pasa que una carta llega tiempo después de la muerte de una persona.
No era asunto mio, así que con cierta prevención toque el timbre casi sabiendo que no funcionaria. Efectivamente no escuche el sonido del timbre. Pero si el ladrido del perro. Fue tan sorpresivo que se me cayo la carta de las manos y tuve que agachame para recogerla. El perro seguía corriendo y yo toque el timbre como si fuera a abrirse la puerta de golpe y una bestia negra y peluda pudiera saltar sobre mi.
El ladrido del perro se corto en seco y la manija de la puerta giro lentamente. La puerta se abrió despacio y a medida que se abría llegaba un aire frió que venia desde adentro. Me quede esperando un momento y el perro volvió a ladrar otra vez con un ladrido mecánico, ahora lo oía mejor. Entonces tendí la carta, la ofrecí al aire frió y algo me la arranco. Fue un tirón seco y decidido. Después se cerro lentamente otra vez.
Imagine muchas cosas. Pensé que podía tratarse de un ladrón o de usurpador. O que algún pariente que tenia la llave haba entrado a buscar algo que podía interesarle. Pero en fin había hecho lo que debía ser: entregar la carta a su destino.
Días mas tarde, cuando ya había olvidado el episodio, llego otra carta. Era el mismo sobre blanco con la misma dirección de la casa.
Ahora no me sorprendía; pensé que alguien podía estar allí para recibirla. Toque el timbre que no funcionaba y el perro otra vez. Me pareció que la planta de la pared había crecido y que se movía exageradamente con la vibración de los ladridos. Pero era una sola impresión. Con la esperanza de que esta vez no hubiera nadie para recibir la correspondencia toque el timbre de nuevo y me sobresalte porque casi al mismo tiempo la puerta se abrió lentamente y suavemente dejando solo el espacio que permitía la cadena. Estire la mano y empece asentir el aire frió que venia de adentro, cuando algo me "chupo" la carta. Salí corriendo.
Llegaron muchas cartas, una por semana, y si bien la situación se repetía cada vez mas rara. En eso estaba, sin atreverme a contarle nada a mis compañeros, cuando llego una carta mas. Vi con angustia que era la misma dirección. Fui a la casa nuevamente, la puerta estaba abierta, apena abierta, lo suficiente para que casi sin darme cuenta me encontrara adentro. No había ningún perro. Me envolvió una corriente de aire frió y húmedo. Por las hendijas de las ventanas y las puertas pasaba algo de luz.
Camine hacia una ancha y oscura escalera que llevaba a la planta alta y comencé a subir. Lo primero que vi arriba fueron los sobres, solo los sobres, apilados y sin abrir.
"¿Para que los habrán recibido entonces?", cuando me distrajo una chimenea encendida. El fuego tenia un brillo exagerado pero las llamas apenas se movían y no daban calor. Todavía me faltaba entregar una carta. Hice entonces lo que un cartero jamas debe permitirse; sin pensarlo abrí el sobre con los dedos y a la luz comencé a leer la carta. Pero es lo ultimo que recuerdo.
Me desperté en la cama de un hospital, en una sala especial para enfermos mentales. En un pequeño recuadro del diario en la sección policial decían que el incendio había destruido gran parte de una casa deshabitada del barrio de Flores. Los bomberos en su acción rescataron a una persona llamada Garrix. El mismo había sido identificado como el cartero de la zona que había ingresado por razones desconocidas a la vivienda. Garrix fue internado por asfixia y bajo estado de shock; una vez despertado había perdido el habla; este hecho y la evidente confusión mental impidieron contar lo sucedido.
Paso mucho tiempo de aquel horrible episodio y todavía no recupero el habla. Pero poco a poco fui recordando todo lo que les cuento ahora.
Como ustedes pueden ver, no estoy loco como dicen, solo que, por esas razones de la vida, me toco a mi entregar esas cartas a un fantasma.
El fantasma con su perro son los únicos que vienes a visitarme.
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La casa misteriosa
Short StoryEsta historia se trata de un hombre llamado "Garrix" que su oficio es cartero y su función es entregar los "paquetes", así conoce la vida de todos los vecinos del barrio Flores, pero en una casa nunca atiende nadie ¿Que pasara con esta casa?. Averíg...