Llevaba toda la mañana en la escuela, en un momento de necesidad me retiré del grupo en el que estaba con mis compañeras, dirigiéndome a los baños del centro.
Como siempre, entré en el segundo. Al cerrar la puerta comencé a escuchar sollozos, provenientes de alguna de las otras puertas a mí alrededor. Alguien lloraba. Por alguna razón supe que algo no andaba bien. Y tuve miedo.
Al salir pude comprobar que la puerta del primer baño se encontraba cerrada, de ahí venia el llanto. No sabía porque, los únicos sentimientos que afloraban en mi interior eran el miedo, el terror...
Me adelanté un par de pasos, acercando mi oído a aquella puerta, parándome a escuchar, y la puerta se abrió. Una hermosa chica con los cabellos largos y de un tono rosado salía de detrás de ella.
Se puso frente a mí, obstaculizando mi paso. Me habló, ¿sabía lo que me decía? Ciertamente no recuerdo sus palabras. Solo las sensaciones.
Aunque me hicieron retroceder.
Ella se abalanzo sobre mí, despacio. Yo retroceda mientras ella avanzaba, hasta que la pared detuvo mis pasos.
Ella sonreía mientras yo intentaba no mirarla. Le pedí que me dejase pasar. Pero no me dejó, hablaba con un tono sereno, paseando su mirada por mi rostro, deslizando su mano por mi cuerpo, acabando en mi mentón.
Me besó, intenté retroceder más, pero solo conseguí caerme. Ella se colocó encima de mí, aprisionándome las manos. Terminado el beso deslizó sus labios por mi cuello, hasta la clavícula. Mordiéndola, rompiendo mi piel con sus colmillos. La chica bebía mi sangre mientras yo perdía el conocimiento.
El momento de llegar al baño y escuchar a alguien llorar se repetía una y otra vez. Cada vez que entraba, el sentimiento de terror me inundaba por completo. Sabía lo que pasaría.
- ¿Por qué yo? – le pregunté.
- ¿Tiene que haber un porqué?
Respondía. Entonces volvía a besarme.