Capítulo único

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- Vuela - Le susurraron unos ojos más oscuros que los suyos, firmes, confiados, esperanzados en algo que cree perdido.


- Vuela - Repite, con el pecho en alto, orgulloso de su experiencia en el mundo. Como si sus errores no existieran y sus caídas no fueran más que rayones en las rodillas. Está sonriendo. Feliz de algo que sabe que logrará y él, quien en verdad tiene que sentirlo, se hunde en tantas dudas que podría crear un nuevo universo de ellas.


- Ve - Piensa que está loco, sientiendo la agonía en la espalda que había olvidado hace mucho. Quiere desfallecer. Duele demasiado.


Los rostros, las palabras, el tiempo que nunca volverá.


Él aún le sonríe con melancolía, sus cejas arqueadas y los brazos cruzados. Está esperándolo; está esperando a que se sumerga en el horizonte y que el viento dirija su rumbo. Que abra su mente y se encuentre con al sensación que no recuerda, pero que anhela desde que olvidó. Que se libere de lo malo y sepa disfrutar de lo que incierto que vendrá.


Sus plumas estan desparramadas a su alrededor. Son demasiadas. No tiene el valor de unirlas y enlazarlas con el pasado que le daña. Sin embargo, una de esas manos que conoce, le extiende una. Y recuerda. Lo feliz que fue, cuando sintió su corazón palpitar y se dijo mentalmente lo mucho que le gustaría atesorar ese momento.


Muere, volviendo a nacer en cada uno de esos momentos que juro nunca maldecir. Sus alas están completas a la mitad, gracias a esas manos ásperas que le brindan la determinación.


Una mano guia a la suya, a donde se encuentra la mitad de su alma despedazada. Doce plumas negras, que adornan los espirales que alguna vez vistió en la espalda. Esta vez nadie se las alcanza, son sus propios dedos quienes las toman y, de una vez, las absorbe todas.


Las lágrimas son un mero fragmento del sufrimiento y arrepentimiento que se atosigan en su corazón. Prefiere ocultarse allí, lejos, donde sabe que ningún testigo de su existencia lo verá de nuevo.


Pero, aquellos cabellos achocolatados que se mecen con el viento y esos ojos poco más oscuros que los suyos, le susurran de nuevo, lentamente, con cariño, con seguridad:


- Vuela - Y él, con lo nuevo de sentirse libre, extiende sus alas doradas y se lanza a lo más remoto del horizonte. Sintiendo el viento acariciarle las mejillas y el sol recibiendolo de lleno.


Mira hacia atrás, a esas cejas arqueadas y a los brazos que ya no se encuentran cruzados, con la sonrisa más grande que posee y el agradecimiento en la lengua.


No es capaz de gritar, no le alcanzarían las palabras.

Simplemente, en esos momentos en que ha respirado y cerrado sus ojos, maniobra con sus manos el horizonte y abre sus alas con las manos.


Aprieta firmemente su futuro y lo lanza a quien, sabe de sobra, recibira con esa sonrisa que le quita la voluntad.


- ¡Strike! - Todos aplauden.


Sawamura Eijun había lanzado hacia dentro una vez más.


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Gracias por leer este pequeño delirio 💖💖

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