Una visita inesperada

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  Magneto, amo del magnetismo. Así le llamaban algunos. Llevaba un par de años en un retiro, desde la última vez que había visto a Charles, Mística, Bestia y aquel extraño hombre con garras de hueso que decía venir del futuro. Aquel día había fracasado, había intentado dar un gran paso en la lucha por la supremacía mutante, pero sus compañeros lo habían considerado demasiado y lo habían impedido. Había estado tan cerca de conseguirlo... en fin, pensar en lo que podría haber sido era una pérdida de tiempo, y él lo sabía, así que centró su atención de nuevo en su ejercicio. Realizaba la misma serie de ejercicios de cada día, que aumentaba en intensidad poco a poco.

Llevaba años entrenando, mejorando. Estaba dispuesto a sacar el máximo partido de sí mismo: de su cuerpo, su mente y su poder. Todos los días entrenaba esos tres aspectos y recibía información del mundo exterior a través de sus hermanos y hermanas mutantes; aquellos a los que había ido rescatando de todo tipo de abusos sufridos a manos de los homo sapiens inferiores y que ahora vivían con él y aprendían de él. Pensaba pasarles su legado, enseñarles a luchar por los suyos, y la verdad es que todo iba bien. Muy bien.

Acababa de concluir el entrenamiento de un grupo de jóvenes mutantes y, una vez solo, había comenzado a practicar su manejo del metal desde lo más básico. Tras unos minutos manipulando unas bolas metálicas para que hicieran ciertos recorridos por la sala a distintas velocidades, sin alterar su concentración cuando centraba su atención en otras actividades como leer, las guardó en su bolsa y se sentó de piernas cruzadas en el centro de la habitación. Cerró los ojos e hizo que una larga y gruesa cadena saliera de la caja que la contenía y flotara ante él.

Estaba empezando a moverla, haciéndola serpentear en el sitio, cuando una luz cegadora se coló a través de sus párpados cerrados. Abrió los ojos con el ceño fruncido, suponiendo que sería alguno de sus estudiantes y dispuesto a imponer disciplina entre los jóvenes mutantes, pero lo que vio le dejó sin palabras. A medida que el resplandor se apagaba, podía apreciar dos figuras en el centro del mismo, ante él. Eran dos hombres con largas capas verdes, uno de ellos con una máscara metálica y capucha; el otro tenía un extraño casco con cuernos. Ante la sonrisa astuta del cornudo y la atenta mirada de ambos, consiguió mantener una expresión neutra que no delatara su estupor y la cadena en el aire en su misma posición: entre él mismo y los recién llegados. Para su sorpresa, el encapuchado placa al otro haciendo que se le caiga una vara, la fuente del resplandor, que disminuye en intensidad hasta desaparecer por completo. Alza una ceja y observa a los intrusos con una mezcla de cautela y curiosidad. Entonces el agresor se vuelve hacia él:

-¿Magneto? Se te ve más rejuvenecido... Parece que te hemos hecho un favor. Ahora no molestes... -añade vigilando a su compañero. ¿Más rejuvenecido? ¿De qué hablaba aquel hombre? ¿Acaso se conocían de algo? No lo creía, sin duda recordaría a alguien tan extravagante.

-Mide tus palabras midgardiano, o romperé con gusto nuestro trato solo para porder verte retorcer de dolor -¿midgardiano? ¿De dónde venían aquellos hombres? Nunca había oído esa palabra. Salvo por la agresión que había sufrido por parte del otro, el cornudo no había apartado la vista de Erik ni borrado su sonrisa, y eso le inquietaba bastante. Podía ver reconocimiento en la mirada de ambos, y el estaba seguro de que no los había visto en toda su vida.

-¿Os importaría decirme de una maldita vez quiénes sois? -Preguntó empezando a perder la paciencia. Los dos hombres no solo irrumpen en medio de su entrenamiento, sino que lo tratan con condescendencia y le dicen que no moleste... ¿quiénes se han creído que son? Le molestaba mucho su actitud, sobre todo la del encapuchado. El otro le inquietaba más que nada, parecía saber algo que él ignoraba y se mostraba demasiado satisfecho. Vigilando a ambos y esperando una respuesta, hizo descender la cadena lentamente hasta caer al suelo silenciosamente para poder centrar toda su atención en los intrusos, a los que estudió ahora, frunciendo ligeramente el ceño al reparar de nuevo en su atuendo-. ¿Y de qué vais disfrazados?

-Esa pregunta me indigna -respondió el hombre de la máscara sacando pecho-. Yo soy el Doctor Doom, máximo líder de Latveria y dominador de las ciencias físicas y mágicas. Un dios, en resumidas cuentas... -tras su pomposa presentación, dedicó una gélida mirada a su compañero, quien resopló con expresión divertida, como si le hiciera gracia lo que acababa de oír. Erik no tenía ni idea de quiénes eran o qué pretendían, pero no iba a arriesgarse; tramaran lo que tramasen, no iban a pillarlo con la guardia bajada. Dedicó una pequeña parte de su concentración a extender su conciencia por todos los objetos metálicos de la sala, que no eran pocos, y se mantuvo atento al mínimo signo de hostilidad para empezar a defenderse con ellos. Ahora su única preocupación era que alguno de sus aprendices entrara y no pudiera protegerlo de aquellos hombres, aunque aquella posibilidad era muy remota, ya que todos sabían lo poco recomendable que era interrumpir sus entrenamientos.

-Mi nombre es Loki, y vengo de Asgard. Los mortales como tú suelen llamarme "Dios del caos", y la magia es uno de mis muchos poderes -replicó con actitud altanera el cornudo, a lo que Erik no pudo evitar responder con una pequeña risa burlona. Todo aquello sonaba ridículo. ¿Asgard? ¿Dónde demonios estaba eso? ¿Y le había llamado mortal? Si había sacado algo en claro de aquella extraña conversación, era que ambos estaban locos. Y eso probablemente los hacía más peligrosos. Se creían dioses... estupendo, ahora tenía que lidiar con dos dementes que seguramente tuvieran alguna clase de poder. O tal vez este residía en el extraño cetro que parecía haberlos transportado a su sala de entrenamiento.

-Sí, claro... -recobrando la seriedad, decidió indagar un poco en el hecho de que ambos parecieran conocerle y recordó las palabras del de la máscara de metal. Señalándole, se dirigió a el-. Tú... antes dijiste algo de que estoy rejuvenecido -repite frunciendo el ceño al pronunciar las palabras- ¿A qué te refieres?

-No sé de qué me hablas y te he dicho que no te entrometas: esto es entre el asgardiano y yo -respondió sin apartar la mirada de su compañero. O tenía un serio problema de memoria, o se estaba haciendo el loco para evitar la pregunta. ¿Cómo podía ser tan odioso y prepotente? ¿"No te entrometas"? No haber irrumpido así si queríais intimidad.

-De hecho -le interrumpe el llamado "asgardiano", dándole la espalda para centrar toda su atención en Erik- hemos venido para proponerte que te unas a nosotros. Tu fuerza nos podría ser muy útil, y puede que podamos ayudarte a conseguir tu objetivo... Me refiero a la supremacía mutante, por supuesto -terminó la propuesta dedicando a Magneto una sonrisa inteligente, lo que le hizo dudar de su locura. Tal vez tuvieran algo interesante que decir, este al menos. La verdad es que el otro sujeto cada vez de gustaba menos. Ladeó ligeramente la cabeza con renovado interés y la mirada clavada en el tal Loki.

-¿Por qué íbais a ayudarme? No sois mutantes- replicó mirando ahora a uno y otro alternativamente, atento a sus respuestas, sobre todo a la del asgardiano, que parecía el más cabal. Un aplauso proveniente del encapuchado lo distrajo de sus pensamientos.

-No solo me pides ayuda a mí, sino también a cualquiera que te encuentres por ahí. Debes de estar muy desesperado... -se burla de su compañero, cosa que a estas alturas ya no sorprendía al mutante.

-No es desesperación lo que me mueve, inmunda criatura -contestó el asgardiano con visible aversión al encapuchado, decicándole una gélida mirada. Al menos parecía despertar en él el mismo sentimiento que en Erik -.Tenemos un enemigo común y los Vengadores no son como los cuatro inútiles que te derrotaron. Cuantos más seamos, mejor -. ¿Los Vengadores? Tenía demasiadas dudas y aquellos dos parecían demasiado ocupados peleándose como para reparar en él. Con una ceja alzada por la creciente sorpresa, apuntó a los intrusos con un dedo, perdiendo la paciencia.

-¿Cualquiera? Yo no soy cualquiera, cara de lata. ¿Os importaría dejar las peleas conyugales para más tarde y explicarme eso?

-Oh no, no son peleas conyugales... No he tenido nada que ver con esos cuernos -rió el enmascarado, aparentemente pretendiendo ser gracioso.

-No, tú ya has tenido bastante con esa tal Storm. ¿Tu magnetismo no funcionó entonces o...?

-¡SILENCIO! -Gritó Erik interrumpiendo al asgardiano, llevándose una mano al puente de la nariz para masajearlo, exasperado por tanta pérdida de tiempo -. Vuestros problemas personales no me importan. Tenéis algo que explicarme. ¿Pensáis hacerlo hoy?

-Los Vengadores defenderán a todo el que se oponga a tu revolución mutante. Acabar con ellos nos beneficiará a todos -. Parecía que empezaban a entenderse. El enmascarado se mantenía al margen de la conversación, sin interrumpirla, y por fin estaba obteniendo respuestas.

-¿Qué tal si empiezas por el principio? ¿Qué hacéis aquí y quiénes son esos Vengadores?-El asgardiano recogió la vara del suelo mientras Erik hablaba.

-Alguien tocó lo que no debía y nos envió aquí -una cordial sonrisa cargada de ironía dirigida al encapuchado no pasó desapercibida al mutante. Evidentemente daba a entender que el enmascarado era el responsable de aquel viaje-. Respecto a los Vengadores, son un grupo de midgardianos que juegan a salvar el mundo con sus poderes. Están los dos espías, una asquerosa bestia verde, un soldado con fuerza sobrehumana y un hombre de metal. Oh, y mi querido hermanastro...

-Vaya, queréis meterme en rencillas familiares a toda costa... -se burló Erik ladeando una sonrisa-. ¿Y tienes algún plan?

-Destruírlos uno a uno, atacando sus puntos débiles. Había pensado en hacer una visitilla a Stark... -responde simple y directamente Loki.

-Si supiera quién es, seguramente estaría de acuerdo. ¿A dónde nos dirigimos entonces?-Preguntó el mutante poniéndose en pie.

-Al presente -respondió como si fuera algo obvio -. ¿Te unes a nosotros, cara de lata? -Preguntó a su compañero sin mirarle siquiera, visiblemente concentrado en algo. Al menos parecía que el mote de Erik le había gustado.

-¿Presente? Ya estamos en el presente -replicó mirándole con más cautela mientras la teoría de que estaban locos volvía a ganar terreno.

-A Latveria -dijo de pronto el encapuchado, volviendo a la conversación e ignorando al mutante por completo, para variar-, nadie se atreverá a acercarse por allí -dejó escapar un sonoro suspiro antes de añadir-. Al menos no somos cuatro -se acercó a Loki y a Erik, y este se resignó a no entender ninguna referencia en la conversación. El asgardiano rodó los ojos y murmuró algo sobre "idiotas" antes de tenderles la vara.

-Agarráos bien -advirtió a ambos. El de la máscara cogió el cetro con resignación y Erik decidió, tras un momento de duda, que sería mejor ver lo que tenían que proponerle aquellos dos si de verdad podía ayudarle a su lucha, así que los imitó y agarró la vara.

Nada más tocar el cetro, sintió cómo el suelo desaparecía bajo sus pies y le invadió la sensación de estar dando vueltas a toda velocidad envuelto en una luz cegadora, como la que había traído a los intrusos a su entrenamiento. Apenas unos segundos más tarde, sus pies tocaron tierra firme de nuevo y el resplandor empezó a remitir, revelando a sus dos compañeros aún agarrados a la vara y una gran sala con decoraciones ostentosas y un enorme trono al fondo. El asgardiano sacudió el bastón haciendo que otros dos lo soltaran y se alejó de ellos sin más.

-Ya estamos aquí... ¡Ahora largo! Necesito estar solo para replantearme todo esto... -Dijo el encapuchado antes de dirigirse al lejano trono y sentarse en él.

Erik seguía mareado y confuso por la situación. Estaba inclinado hacia delante, apoyado en las rodillas para tratar de reponerse del viaje, y no entendía nada de lo que estaba pasando.

-¿Qué demonios...? ¿Dónde estamos?

-En Doomstadt, Latveria. ¡Mi reino! -Respondió el hombre de la máscara con su habitual y pesado tono altivo y condescendiente. Erik estaba a punto de replicarle algo que más tarde podría lamentar, pero Loki se le adelantó.

-¿Cómo osas no conocerlo? -Pregunto con un exagerado tono burlón, aparentemente harto también del encapuchado.

-Gracias por el paseo, pero yo vuelvo a mi casa -anunció el mutante tras mirar a ambos desconocidos durante unos segundos, harto de tanto misterio, mientras comenzaba a alejarse.

-Y, ¿cómo tienes pensado hacerlo? Tú no perteneces a este tiempo. Tu casa ahora será un montón de escombros -replicó el encapuchado.

-El cara de lata tiene razón. Será mejor que aproveches tu estancia aquí, si quieres que te ayude a volver -coincidió el asgardiano.

-¿Este tiempo? ¿De qué habláis? -El mutante cada vez estaba más nervioso; tenía muchas preguntas y ninguno de sus compañeros parecía dispuesto a aclararle nada. Miró a ambos alarmado y les gritó con tono acusador-. No me hablásteis de esto. ¡Me habéis engañado!

-No me gustan las visitas, ¿vale? Así que ¡LARGO! Haced como si no existiéseis a menos que sea estrictamente necesario -ordenó el enmascarado con un bufido, llevándose una mano a la cara y haciendo señas a unos súbditos para que se llevaran a Loki y a Erik de allí.

Con un chasquido, el asgardiano hizo que los dos guardias que se le acercaban cayeran al suelo aturdidos y salió de la sala sin más. El mutante miró a su alrededor y, suponiendo que allí no obtendría más respuestas, miró a los dos hombres que se le acercaban, haciendo que los cascos de ambos chocaran con la fuerza suficiente como para hacerles caer inconscientes. Dirigió una última mirada al insufrible encapuchado y rodó los ojos antes de salir de su castillo. Una vez en el exterior, empezó a explorar el extraño lugar. Se acercó a un vendedor de periódicos para poder ver dónde estaba y la fecha impresa en la portada le golpeó como un puñetazo en la boca del estómago: "22 de junio de 2014". ¿2014? ¿De verdad habían viajado en el tiempo?  

Magneto en el futuroWhere stories live. Discover now