Prefiero robar a ser como ella

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Caminaba tranquilamente por las calles de las Huertas, dirigiéndome al Mercado de Anton Martin para terminar de hacer el recado que me había pedido Yanira. Me había dado únicamente diez euros, para comprar algo de carne y alguna fruta, ya que nuestra nevera, si no fuera por las tantas botellas de cerveza que se encontraban dentro, estaría vacía. Llegué a la zona de la carne y el pollo, y por tan pocos kilos, y tan poca cantidad de ello, ya me había gastado lo que Yanira me entregó, y no me llegaba para la fruta. Así que sin que nadie se diera cuenta, me acerque al puesto de fruta más cercana a la salida, y fui metiendo en las bolsas, todo aquello que podía llegar con la mano. Me daba alguna que otra vuelta por los puestos para que no se diera cuenta nadie, y volvía al mismo puesto de fruta para seguir cogiendo, hasta que una anciana que estaba a mi lado se dio cuenta de la última pieza de fruta que iba a meter en la bolsa, y le aviso al vendedor, el cual me gritó ladrona. Le miré con una sonrisa burlona, y salí corriendo del mercado, metiéndome entre callejuelas, por si le había  entrado ganas de llamar a la policía. Era la quinta vez que robaba a ese puesto, pero nunca se habían dado cuenta, hasta hoy. Tendría que ir pensando en otro mercado al que ir durante un tiempo, para que se calmen un poco las cosas en la de Anton Martin.
Dirigiéndome a casa, después de aquel "sprint" que realicé para que no me pillaran, me encontré a Adrián, mi mejor amigo, puesto que no tenia muchos y le conocía desde pequeña. El era más mayor que yo, teniendo ya la mayoría de edad. Me enseñaba a escribir y a leer, puesto que Yanira no me quería meter a una escuela, ya que realmente no tenía el sueldo suficiente ni para comprarme los libros, con lo cual, todo lo que sabía de lectura y escritura fue gracias a Adrián, aunque de las matemáticas, biología y geología sabia lo básico. Él era alto, moreno y de cabello oscuro al igual que yo, esbelto y tonificado, y con los ojos color café. Sus rasgos eran acentuados, de ojos un tanto pequeños, nariz casi puntiaguda, y labios finos como si fuera una línea gruesa. Se vestía con ropa ancha, camisetas que le eran una o dos tallas más grandes, pantalones medio caídos y siempre llevaba gorras de 'obey'.
-¿Qué te ha pasado? Que vienes to' sofoca' - dijo mirándome de arriba a abajo.
-No gran cosa, solo haciendo recados - respondi levantando las bolsas de la compra para que estuvieran a la vista.
-Ya has estado de nuevo con la mano suelta-replicó, poniéndome una mueca, como si me estuviera regañando - ¿cuantas veces te he dicho que si necesitas algo de dinero, pidemelo?
-No te voy a estar pidiendo dinero cada dos por tres, Adrián - me queje- eres mi amigo, no mi banquero, aunque ni siquiera se lo que se siente tener banco- concluí.
Tras aquello, comencé a alejarme de él, como si me hubiera ofendido, pero antes de dar dos pasos, me agarro de la cabeza con esa manaza enorme que tenía, haciéndome parar, y desde detrás de mi, me quito las bolsas de las manos, y comenzó a caminar en silencio hacia la dirección a la que me dirigía.
Llegando al bloque de mi casa, saqué las llaves, y subimos hasta el tercer piso, parandonos en la puerta 'B', que era donde yo vivía. Antes de que pudiera meter las llaves en la ranura, escuchamos gritos de dentro, como si estuvieran discutiendo a pleno pulmón.
-Deberías irte- dije a Adrián, girandome para mirarle.
-Nunca quieres que entre cuando está tu madre con ese hombre- respondió devolviendome las bolsas.
-Es que no quiero que te traumes - dije riéndome, para no mostrar el rostro de decepción que era lo que nuevamente sentía.
-No creas que no se que estás deprimida por esto - dijo, dándome un abrazo- sabes que para cualquier cosa me tienes aquí, Jade - prosiguió, como si fuera un susurro dulce, el cual recorrió el mi oído.
Me aparté de él ligeramente, y cuando comenzó a bajar las escaleras, abrí la puerta.
Allí se encontraba Yanira, en el salón, con aquella vestimenta tan provocativa, una minifalda que parecía un cinturón, un top que no tapaba tampoco mucho, y esos tacones de infarto, tan altos que si te caias, podrías romperte el cuello. Estaba con su cigarro en mano, botella de cerveza en la otra, y con marcas de forcejeo en los brazos. Ya le había vuelto a golpear ese bastardo, y cuando se fuera, me tocaría a mi pagar con las consecuencias del enfado de ella. Caminé por el salón, sin siquiera mirarla, para que al menos no se fijara en mi, y coloqué la compra tranquilamente. Como compartíamos piso con otra persona más, el cual era un porrero, que no se encontraba la mayoría del tiempo en casa, debía dejar las cosas en nuestras respectivas estanterías de la nevera y de la cocina en sí. Oí la cisterna del baño activarse, con lo cual me di más prisa para colocar las cosas e ir corriendo a la habitación, la cual se encontraba al lado del baño, pasando el pequeño pasillo que me separaba de él. Como entre cocina y salón no había pared, siendo así estilo americano, aunque quisiera pasar desapercibida de ese degenerado, no podría. Por desgracia no tuve tanta rapidez de dejar las cosas y escabullirme, puesto que ya salió  del baño, y me vio.
-¡Hombre! - gritó, alzando los brazos como si fuese a darme un abrazo, y sonriendo de una forma perturbadora - si está aquí la pequeña Jade, quien seguirá los mismos pasos que mamá, ¿a que sí?
-Yo que tu diría únicamente Yanira, ya que la palabra madre para ella es un tabú - respondí rápidamente, observando su espalda, ya que estaba sentada de espaldas a mi - Y no, no voy a seguir sus pasos, prefiero robar, a vender mi cuerpo de esa manera - seguí, continuando a colocar las cosas en su sitio.
-Oh- dijo con tono burlón - le avergüenza el trabajo de mamá.
-Dejala, Lucas- habló por primera vez Yanira.
Lucas, se puso a su lado y la abofeteo.
-No me digas lo que tengo que hacer, puta, para eso eres mía - respondió con tono amenazador - Por desgracia ya no me estas consiguiendo muchos clientes, Ya-ni-ra - prosiguió, dando énfasis a cada sílaba del nombre de ella- Y eso no lo puedo dejar pasar, corazón.
-Como no va a conseguir clientes, si cada día vienes a dejarle la cara morada, y el cuerpo hecho una porquería - respondí, defendiéndola, ya que ella ya no contestaba una vez pasada la discusión a las manos, por si pudiese empeorar la situación, puesto que Lucas ya la había intentado acuchillar hace tiempo.
-No eres nadie para responderme así, niñata - dijo, acercándose a mi - Cuando seas mayor de edad, vas a trabajar también para mí.
Lucas era un hombre de seguramente unos treinta y tantos años de edad, bajito pero musculado. Su cara tenía un montón de cicatrices, y sus manos, se notaba que los huesos de ellas estaban ya casi descolocadas, por haberse metido en tantas peleas. No tenía atractivo alguno, pero en este mundillo era muy conocido, por las chicas que tenia en su poder. No se como consiguió este tipo de trabajo, ni para quien estaban trabajando realmente, pero prefería que ninguno de sus problemas me salpicase a mi, aunque eso era un tanto difícil, puesto que si algo le pasaba a Yanira, las consecuencias eran también en parte para mí.
Por fin termine de colocar las cosas, y Lucas se encontraba enfrente mía. Le hice un corte de mangas, y la dí la espalda, dirigiéndome a la habitación.
-Me encanta esta niña - dijo riéndose - Tiene más agallas que tu - fue nuevamente junto A Yanira - No se siquiera como has tenido una hija.
Cerré la puerta tras de mí, apoyándome contra ella. Algunas veces me preguntaba a mi misma qué había hecho para merecer esta desdicha de vida. Todos los días Lucas venía a maltratar a Yanira, y todas las noches ella se emborrachaba hasta más no poder y ahí, ella también me golpeaba.
Me quedé sentada en el suelo, apoyada contra la puerta, con las piernas flexionadas, y los brazos abrazándolas, esperando el momento en que Yanira entrara para comenzar a desahogarse.

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