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N.J

Nana y yo habíamos vuelto a estudiar después de que mama se había ido. Ella se había quejado de nuevo, pero aun así había puesto a trabajar su cerebro de ratita el resto de la noche.

Esperaba que las clases funcionaran y la ayudarán a pasar la materia. Nana no era la chica más inteligente en matemáticas, pero trataba de esforzarse para entrar a una buena Universidad, no lo demostraba, pero estaba preocupada por poder aplicar a una.

Después de que Nana se fuera me quede a acomodar la sala. Mientras recogía Los cuadernos de dibujo de mi hermana, Papá llegó a casa. Traía su maletín negro y se desabrochaba su corbata mientras entraba. Me vio y me dio una sonrisa.

—¿Un día difícil, ¿eh?

Negó y prosiguió a sacarse el saco. Me fui a la cocina y puse la tetera a calentar con agua.

Había noches en las que me gustaba quedarme con mi padre a platicar y disfrutar una taza de café. Por su trabajo no lo veíamos seguido, a veces tenía que volar a Japón de un día para otro o pasar semanas en China por un nuevo proyecto. Yo trataba de aprovechar estos pequeños momentos con él al máximo.

Cuando la tetera silbo, serví el café en dos tazas y las coloqué en la barra. Los dos nos sentamos en silencio disfrutando de nuestra intimidad.

—¿Cómo va la escuela?

—Bien, las clases están por terminar próximamente. Todo es muy emocionante.

—¿Ya pensaste a que Universidad aplicaras?

—No

—Sabes que te apoyo en lo que quieras hacer en tu futuro, Nam joon. No importa la decisión que tomes quiero apoyar tus sueños.

Asentí silenciosamente. Era difícil decidir lo que sería en mi futuro. Aún no tenía la certeza de que sería de mi al terminar la secundaria. Algunas personas lo saben desde chicos, otras lo descubren a mitad de la secundaria, yo aún no estaba preparado para tomar esa decisión.

Terminamos nuestros cafés por la media noche y nos subimos juntos a nuestros cuartos a dormir.

A la mañana siguiente al bajar a la cocina Nana se encontraba sentada en la encimera de la isla. Tenía un tazón de cereales en las manos y movía sus pies al compás de la canción del programa que estaba viendo en la televisión.

Estiré mi pie y le di un empujón: —¿No tienes una casa, acaso?

Ella gruño y me regreso la patada.

—Tu casa es mi casa Namjoon, ya deberías saberlo.

—¿Tu padre no se enoja de que estés tanto tiempo aquí?

—Papá cree que nos vamos a casar, mientras más tiempo pase aquí más rápido abandono la casa.

Arrugue mi cara con diversión y asco. Nuestros padres y sus ideas bizarras.

—Ewww, eso nunca va a pasar. Eres como un chico que expulsa sangre cada 28 días sin pene.

—Que gracioso Namjoon. Increíble, superarse a Jin.

Mi estómago dio una voltereta y me balance de pies en su dirección.

—¿Me das?

Ella agachó su mirada y me analizó

—Ahí está la leche y los cereales. Sírvete.

Me incliné más hacia ella y abracé sus pies.

—Nanaaaaaaa.

Ella gruño de nuevo. agarró un tazón, sirvió leche agregó los cereales y me lo entregó en las manos de mala gana.

—Gracias.

—Eres como un gatito molesto que pide comida. Te debo de alimentar para que me dejes en paz.

Suspiro y yo le Sonreí cerrando mis ojos. Ella me acaricio la cabeza y juntos continuamos viendo el programa de televisión.

Estar con Nana era cómodo, de vez en cuando salíamos a pescar y a acampar junto con los chicos y nadie estaba incómodo a su lado. Podíamos hablar con confianza sobre problemas masculinos y no nos sentíamos extraños, Ella era uno más de nosotros en el grupo.

—Hoseok me envió un mensaje. Quiere salir a Toom's hoy.

La miré y asentí. Toom's era un restaurante bar al que nos gustaba ir. Vendían pizza, hamburguesas, cervezas y había un par de chicas lindas por el local que hacía valer la pena ir.

—¿Tenemos que pasar por alguien?

—Probablemente por Tae, los demás irán en sus autos.

Asentí de nuevo y apagué el televisor. Nana se quejó como era costumbre y me dio un puchero.

—Tienes que ir a pasear a los perros de la señora Min y yo tengo que cortar su pasto.

Los dos nos pusimos en acción y nos dirigimos a la casa de la señora Min. Al tocar su puerta ella nos saludó cálidamente. Le entregó sus mascotas a Nana mientras que yo iba a la bodega por la podadora y hacia mi trabajo.

Tardamos aproximadamente tres horas en casa de la señora Min. Su casa tenía un pasto terriblemente alto y Nana tuvo que bañar a sus perros. No se le podía llamar un trabajo a lo que hacíamos, pero estábamos satisfechos con nuestra paga y las tareas eran meramente fáciles.

Nos despedimos y nos dirigimos a casa después de acabar.

—¿Te veo afuera en una hora?

Nana frunció el ceño y me miro.

—En veinte.

Me reí y negué.

—Tengo que quitarme la suciedad del pasto. Tu tan siquiera ya te bañaste con los canes.

Nana parecía que iba a discutir de nuevo, pero bajo la guardia y aceptó.

—Una hora Nam. No hora y media o hora y cuarto. Una hora. Si no sales en una hora me voy.

Acepté y entré a casa a ducharme. Conocía suficientemente a Nana para saber que su amenaza era verdad.

Diez razones || R.M || Actualizaciones lentas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora