Prólogo

344 40 12
                                    




14 de Febrero del 2001

                  

Normalmente el día de San Valentín es de las fechas más felices y alegres para la mayoría de la gente, mientras que para otros era el peor día de todos por el simple hecho de que cada minuto del día les recordaba los solos e infelices que eran. Para mi en realidad no significaba nada; "Quién rayos fue San Valentín?" le pregunté a mi madre esa vez, recuerdo que ella sonrió y siguió caminando tomándome de la mano.

Caminábamos sin rumbo alguno cargando nuestras maletas. Mi madre creía que yo no entendía que era lo que pasaba, pero estaba equivocada, sabía que nos habían corrido del pequeño departamento en el que vivíamos. Mi padre -si es que le puedo llamar así- se fue de casa cuando aún era muy pequeño, mi madre tuvo que hacerse cargo por si sola y recibió algo de ayuda por parte de una iglesia a la que últimamente ya no íbamos.

-¿Tienes hambre Lou? –Preguntó ella y yo asentí por respuesta –guardé algunas galletas, tus preferidas –con una amable sonrisa metió su mano a su bolso y sacó aquellas galletas de chocolate que tanto me gustaban.

-¿No tenemos a donde ir cierto? –mi madre me miró impresionada de que estuviera enterado de la gravedad del asunto.

-Todo estará bien hijo.

-Lo sé, estamos juntos –sonreí tratando de tranquilizarla –no importa nada más que eso.

Ella me miró con esa ternura que la caracterizaba y me abrazo tratando de esconder su llanto, como siempre lo había hecho. Y yo con 7 años de edad había sido testigo del dolor por el que mi madre había tenido que pasar.

De pronto nos detuvimos cansados de tanto caminar en el estadio de mi equipo favorito, Doncaster Rovers. Siempre quise estar presente en alguno de sus partidos, soñé más de una vez estar sentado viendo a los jugadores en la cancha mientras yo comía una bolsa de palomitas.

-¡Louis vuelve aquí! –gritó mamá cuando tomé el coraje de correr a la entrada.

Fue un momento emocionante en cuanto pisé el terreno de juego, miré a mí alrededor y sentí como si fuera el lugar al que pertenecía.

-Hey niño –escuche una dulce voz –no puedes estar ahí, no le gustará a mi papi.

Y ahí estaba ella, la niña más linda que había visto. Me miraba seria y con los brazos cruzados, jamás olvidaré su cabello recogido y su lindo peluche de conejo en sus brazos.

-¡Louis! –Gritó mi madre desde afuera de la cancha –ven aquí.

Avergonzado caminé hasta donde ella estaba, aquella niña solo nos observaba sin soltar ese conejo de peluche.

-¿Por qué me haces correr? –creo que mi madre se había enojado –¿No ves lo cansada que estoy? –No, no estaba enojada, estaba triste y desesperada.

-Lo siento.

Ella comenzó a llorar, mi mami estaba llorando por mi culpa. No supe que hacer y la abracé, rodee su cuello con mis brazos tratando de calmar su dolor.

-¿Qué pasa? –la dulce voz de aquella niñita sonó justo frente a nosotros.

Limpiándose las lágrimas mi madre sonrió y contestó "No es nada".

-¿Entonces por qué lloras?

-No tenemos a donde ir –respondí –no tenemos casa.

-Louis –mi madre me llamó la atención.

-¿Todo bien? –una cuarta voz se acercó a nosotros –¿que está pasando Els? –preguntó aquel hombre.

-La señora y su hijo no tienen dónde ir.

Mi madre apenada bajó la mirada y tomó mi mano tratando de salir de allí.

-¿Eso es cierto? –Preguntó.

-Si –contesté –lamento haber  entrado sin permiso señor, siempre había querido estar aquí dentro.

El señor sonrió y acarició mi cabeza en un gesto amable. Le pidió a mi madre que lo acompañara y aunque al principio tuve miedo la niña tomo mi mano y supe que todo estaría bien.

-Mi papá solo quiere hablar –parecía una niña muy lista para su edad –me llamo Eleanor.

-Louis –nos quedamos en silencio por un rato, estaba un poco intranquilo, no quería que le fueran a hacer daño a mi madre –¿quieres una galleta?

Eleanor asintió y tomó una de la bolsa que mi madre me había dado minutos antes.

Después de unos minutos Johannah mi madre y aquel señor volvieron a donde estábamos. Mi mami con una sonrisa resplandeciente me abrazó y me hizo tomar mi pequeña maleta.

-Ya no tendrán que preocuparse, ya tienen un lugar para vivir.

Ese día cambió todo para mí y mi madre, la vida parecía devolvernos un poco de lo que nos había quitado. Teníamos un lugar donde vivir, comida, mi madre tenía un trabajo y yo tenía la oportunidad de perseguir mis sueños, además había ganado una amiga, una hermana, una persona especial: Eleanor.

EL JUEGO DE LA VIDA (Elounor) -En Pausa Indefinida-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora