Empecemos: Una historia clara. Los matices: los de siempre. Para no perdernos; padre, hijo, madre, novia. Agrégale un perro y gato por si las moscas.
Los ojos son lo mas maravilloso que hemos visto ¿no te parece?. La miré. Todo un juego de galantería; una sonrisa, vergüenza, media vuelta de caras y un tic tac calculado regía el día.
En el barrio lo de siempre, que la verdura, el cartón mojado, la basura y la señora Juana. Aquella decadencia venía anillo al dedo. La tomé de la mano y corrimos hacia el parque.
Lamentablemente, suelen existir planes antes que los nuestros. Y bueno, choqué.
Choqué con la señora Juana, que cargaba un recipiente repleto de sopa.
Mi polera blanca, ahora verde claro y mi desodorante olor chocolate, choco-espárragos.
Silencio. Risa incomoda. Un respiro, aguanto y divago; orgullo, vergüenza, reírse, botar aire y ya:
como nuevo,
con olor a vegetal,
pero bien.
Me había recompuesto: ¿Te gustan los espárragos?( Para mantener el ritmo).
Pero la normalidad tiraba con una fuerza intrínseca e inaguantable: terminé en mi casa secándome y cambiándome de ropa, mi familia pagando los daños cometidos y yo castigado, encerrado en mi pieza sin salir.
¿Una mosca?
Bajando las expectativas, no había por qué pasarla tan mal. De costumbre, me paré a matarla, pero cambié a investigarla; era verde azulosa. Una joya de mosca. Debió haberse comido la cagada que me mandé ayer y después beber el respectivo cloro del inodoro.
Le empecé a hablar de lo que había sucedido, total, se veía simpática.
En la ventana apareció mi gato, ser excepcional capaz de detectar mis bajones anímicos. Le abrí la ventana y ya éramos tres, la situación parecía en alza.
El tipo sabía a lo que iba, y yo estaba emocionadísimo por contarle la historia ( que de seguro ya había escuchado tristemente contada por mis padres). De nuevo: la niña, el choque, los retos y yo, acá con la mosca. Espontáneo ronroneo en forma de aprobación. O eso creía yo, porque cuando me di vuelta para mirar a la mosca y mostrarle lo simpático que era el gato, ni caso. Ya estaba en la boca de Satán (mi gato), que sin ninguna noción de culpa la masticaba.
Me acosté resignado mirando el techo y esperé que un sueño sucediera a la matrix mal hecha. Estaba en eso, mirada borrosa y sonido intermitente, cuando mi gato vomita una especie de líquido azul verdoso, tono radioactivo y aromático a espárragos. Una pena, me gustaba la frazada esa.
(Cual mono de experimento) Repito el proceso de castigo que me acababan de aplicar mis padres y lo echo de la cama " quédate ahí Satanás". Este día ya estaba fuera de lo aceptable. Abro la ventana, agarro la sábana y la dejo colgando, cosa que el vómito escurra hacia abajo.La cierro y ya, me cabrié.
La almohada sirve de saco de box. Un, dos, tres, abajo, esquivo, subo, golpe bajo, enganche y remate final a la cara. Hermosa ejecución, eso si, quedo cansado y siento que me retumban los oídos.
Aunque el sonido es demasiado fuerte y proviene de la ventana.
¿Son moscardones?.
Me asomo por la ventana y un enjambre de moscardones igualitos al anterior volaba alrededor del vómito de mi gato.
Casi me da un ataque cardíaco cuando veo a mi mamá discutiendo con la vieja de la sopa, justo a la entradita de la casa. Resulta que el vómito de la ventana había resbalado directo a su persona. Y al dinero de la sopa se le había sumado el delantal completo.
Estaban en eso, cuando uno de los moscardones se le ocurre meterse por la oreja de la señora. Instantáneamente se me dibuja una sonrisa al ver la escena. ¡Dale mosca!, total, yo ya no podía estar mas cagado. Mi gato se acerca a disfrutar el espectáculo. Pasó un rato y varias moscas molestaban a la señora, primera vez que tenía una clientela tan entusiasta me imaginé. Poco después se fue indignada, gritando garabatos y amenazas al aire, mientras intentaba sacarse a los bichos que la atacan deliberadamente.
Eso era la definición de justicia divina, después de todo ¿Por qué yo tenía que pagarle los daños y no ella a mi?
Pero las moscas estaban lejos de ser justicieras casuales. No, eran Superhéroes, con un refinado sentido de la justicia y los finales felices. Así ocurrió que, en un último acto heroico, decidieron traer volando a la niña de mis amores (si, la del principio).
Y ahí venía; flotando en el aire, sostenida por miles de moscardones. Entre su palidez y las moscas se podía confundir por un cadáver en descomposición, pero uno entendía el contexto.
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Un poco de magia ocurrirá cuando se le plazca
Short StoryUn montón de moscas se disfrazan de superhéroes , en un desafortunado día romántico.