1: Cave.

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En la terraza de la casa de Alex, su amor, su eterno amor, yacía sin rumbo y sin razón el alma de Diane.
¿Qué hace una chica a estas horas en una terraza solitaria? Se podrán preguntar; en realidad, después de morir el tiempo deja de tener valor.

Diane Flórez, pobre mujer. «¿Quién te hizo tanto daño?» se preguntaba cada normal que a ella la veía; sí tuvo que haber recibido bastante daño como para acabar en la forma que acabó; redundante o no, ustedes de a poco me irán entendiendo.
Ella nació normal, 20 dedos, extremidades iguales, unos ojos avellana de brillo singular, cabello castaño con unos rizos hermosos. «Si eras tan hermosa ¿Por qué ahora te ves así? ¿Por qué ahora estás en la oscuridad de la muerte?» repetía su madre completamente desorientada.
¿Cuál fue el motivo de que Diane muriera? Creo que, es algo absurdo pero demasiado común: falta de amor.

Corría la mañana del 10 de noviembre del año 2007, Diane Flórez estaba -como siempre- ayudando a su mamá en la pequeña tienda de abarrotes que habían heredado de su padre, Fernán, un latino que llegó a Estados Unidos a buscar una mejor vida, y vaya que la encontró, conoció a Susanne Price, una bella mujer neoyorquina con quién vivió su vida a entera plenitud... Hasta que la eternamente maldita discriminación le cortó las alas a Fernán, a Susanne y a sus dos hijos Diane e Isaac.
Ese 10 de noviembre, Diane conoció a Alexander Orlov, un hombre de fina estampa, destinado a ser uno de los ingenieros más reconocidos de la región -a pesar de ser de ascendencia extranjera- gracias a su excelente sistema de abastecimiento de agua a las zonas con pobreza extrema de la región; «¿Por qué alguien de la talla de Alexander se fijaría en una mujer tan... Común como ella?» recriminaban las envidiosas egocéntricas que nunca hallarían algo más que basura, mujeres que carecían de lo que Diane tenía de sobra: buena actitud.

Esa tarde, Alexander decidió retomar el viejo hábito de comer regaliz, a cinco minutos de su casa estaba la tienda, tan pequeña pero bien surtida tienda, la única en un radio de tres kilómetros. Él, al entrar al sitio, ve a Diane con su torpeza característica.
- Señorita, ¿Se encuentra bien?
- Sí, señor. Todo está en... Orden; creo. ¿En qué le puedo colaborar?
Flechazo al instante, ¿Quién en su sano juicio no se sentiría halagada de que unos ojos marrones la miraran de tal manera? Diane tan solo detallaba cada cosa bella de ese rostro: sus ojeras llenas de conocimiento, unas cuantas pequitas adornando sus mejillas, ese pequeño tic que tenía en su nariz, sus labios... Hasta que volvió a aterrizar al escuchar la profunda voz de aquel hombre.

-Señorita... Emmm ¿Flórez? Balbucea Alexander intentando leer la escarapela del uniforme de Diane.
-Discúlpeme, señor...
-Alexander Orlov, soy el ingeniero a cargo del proyecto de la comunidad del oriente, el del agua, ¿Sí lo conoce?
-Sí, sí señor... Es de admirar su labor.
-Muchas gracias, señorita.
-Llámeme Diane.

Decidieron darse un apretón de manos, ella sintió que estaba tocando la gloria, sus manos tan hermosas, pero eran manos que hacían grandes cosas. Él le pidió sus bastones de regaliz, desde ese día, todos los jueves; y a medida que él iba, Diane se sentía más y más encantada.

Pasaron cinco jueves, cinco semanas de charlas y regaliz, hasta que Diane decidió dar un paso más en la situación.

-Alexander, ¿Puedo preguntarte algo?
-¡Claro! Puedes hacer todas las preguntas que quieras, estás en todo tu derecho.
Alex sonrió un poco, su sonrisa torcida la cautivaba en sobremanera.
-Alex, me encantaría que me acompañaras al baile que se hará en la región para conmemorar las fiestas de Enero... ¿Aceptas la invitación?
-¡Diane! Mi hermosa Diane... Justamente te iba a preguntar lo mismo. ¡Por supuesto que acepto!
Ambos empezaron a divagar ¿Qué vestidos usarían? ¿Cómo bailarían? ¿Qué comerían? Las horas pasaron, se hizo de noche y, al despedirse, pasó la cosa más hermosa que a la muchachita le podría pasar.
-Diane, debo ir a alistar lo de mi viaje relámpago al oriente. Los administradores necesitan un análisis de presupuesto y yo debo estar allí para decirles la calidad de insumos que necesitamos... Te aseguro que en cada momento estarás en mis pensamientos.
-Entiendo, Alex, por favor cuídate mucho, y te esperaré aquí con ansias de hablar contigo de nuevo.
En un silencio brutal, en un abrir y cerrar de ojos solo eran ellos dos, sus ojos fijos en los de él y sus labios anhelando los suyos, fue la colisión más hermosa, al fin lo había logrado, y en ese momento se dió cuenta de que más que una amistad había surgido algo más grande, más poderoso y más hermoso.

Después de que Alex llegara, convivieron, se amaron, gozaron; llegó el día del baile, la gente estaba jodidamente alegre, se sentía el fulgor del evento. Alexander llegó en traje negro de solapas delgadas y corbata azul -justo como Diane había imaginado en la noche del beso- y ella, llegó con ese vestido color verde pastel, ceñido a la cintura y de escote levemente notorio, justo como su enamorado la había imaginado.

-Estás encantadora, mi amor.
-No más que tú, mi hombre.

La velada iba perfecta, muchas presentaciones, comida y baile, hasta que pasó algo terrible e inesperado: las fuerzas armadas al margen de la ley llegaron al sitio en donde se oficiaba el baile -tuvieron conocimiento de que se haría una gran donación al proyecto de Alexander y querían apoderarse de todo el dinero, y del ingeniero en cuestión- todo fue un caos, ¡Compasión! ¡A los niños no, por favor! Era todo lo que se escuchaba, a pesar de la súplica, hubo niños y bebés que murieron a manos de esos hombres, todo era un caos.

Alexander y Diane se escindieron en el despacho del anfitrión del baile, asustados y horrorizados por lo que sucedía.

-¡Alexander, amor mío! Por favor, nunca me abandones.
-No lo haré nunca, Diane, jamás.
¿Cómo surgen tantos sentimientos en tan poco tiempo? El amor es así, inevitable. Cantando al oído canciones para calmarse, llegaron más rebeldes al escondite de la pareja.

-¡Miren no más a quien tenemos aquí! ¡VAMOS, INGENIERO, POR USTED VENÍAMOS! Y, quizás también por la damita.
-Llévenme a mí, pero a ella no la toquen, por favor.
Uno de los rebeldes manoseó horriblemente a Diane, cosa que enfureció a Alexander, quién reaccionó sin pensar y ese desgraciado hombre que manoseó a la chica le propinó un disparo en el pecho a Alex.

El hombre cayó al piso, los rebeldes empezaron a discutir entre sí, Diane supo que ya no había nada que hacer, así que lo único que hizo fue estar al lado de su gran amor los últimos minutos de su vida.

-Alex, mi amor, llévame contigo ¡No me quiero quedar aquí sin ti!
-Diane, hermosa, te pido que hagas todo, todo lo posible porque nuestros planes ocurran. Desde donde sea que me encuentre SIE-EMPRE voy a estar para ti... Regálame el último beso, mi vida, para irme contento.

Diane lo abrazó fuerte, sin importar que su vestido, su cuerpo, su vida se llenara de la sangre de aquel amor, de su único hombre, quién le mostró las mieles del amor y el placer a la vez, quién le enseñó a soñar, besó sus labios por última vez, y él le sonrió por última vez igual.

-Te amo.
-Siempre lo haré, Alex.

Y sus labios se tomaron azules para siempre.

Diane lloró desconsolada.

A raíz de la muerte del objetivo, los rebeldes declinaron la toma y dieron de baja allí mismo a quien disparó a Orlov, a los tres días que pasó todo el acontecimiento, dieron cristiana sepultura a los 7 muertos que dejó la toma, 3 niños y cuatro adultos, incluyendo a Alexander.
¿Y Diane? Diane perdió todo, empezando por la cordura. Su madre no quiso saber nada de ella por "llevar la sangre del pecado encima", nadie la apoyó, a pesar de que era la novia de quién los ayudaba a vivir bien, nunca se quitó el vestido.

Llegó al mirador donde Alex la besó por primera vez.

-Alexander, han pasado 3 meses de tu muerte. Se fue todo contigo; sé que te dije que haría todo lo que habíamos planeado, pero nadie me apoyó, me juzgaron como si yo fuera quién te mató, se fue el amor, todo de mí se fue contigo... Y yo quiero alcanzarlo, mi bien.

Diane Flórez, la que antes era radiante y querida, enamorada de la vida y de su hombre, decidió lanzarse al precipicio, muriendo instantáneamente de varios traumas en su cuerpo, fue encontrada dos días después por un provinciano que transitaba por la falda de la montaña del mirador.
En su sepelio hubo hipocresía, y lágrimas sinceras; su madre, afectada y arrepentida, no podía creer que su niña acabara así, ni que ella, en parte, había sido la causante de ello.

Sus restos fueron enterrados junto a Fernán y Alex, y su alma quedó en aquella terraza donde su amado frecuentaba, así fue por un tiempo, hasta que encontró de nuevo a su alma amada, y se juntaron para toda la eternidad... En su cueva.

Rose: Cada una tiene su espina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora