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Y allí estaba yo, huyendo de esa chica que me perseguía para matarme, corriendo por esa pequeña habitación en la que nos encontrábamos. Ella, rápidamente cogió una botella de una estantería llena de ellas, ¿sabes lo que te digo no? Una de esas estanterías de madera con orificios redondos y largos para meter botellas. Bueno, ese no es el caso, que me estoy desviando. La verdad, es que cuando la vi coger la botella y romperla sobre el pico de la mesa de madera que tenia a su derecha, ya supe lo que iba a hacer con ella. <¡Me va a clavar la botella!> pensé. Y tal y como supuse, por culpa de torpeza y de los nervios, me tropecé y caí al suelo. Ella se abalanzó sobre mi y me clavó la botella rota en la cabeza muy cerca del ojo izquierdo. -Me lo tengo merecido, después de todo lo que he hecho- le dije casi sin voz, pero ella se enfadó mas y me volvió a dar con esa gran botella de cristal. Empecé a sangrar y mi cabeza a dar vueltas. De repente, sentí algo perforarme el cráneo por un lado, como por detrás de mi oreja. No estaba muy segura de donde fue, pero se sintió como un balazo. No dolió tanto como cuando ella me clavo la botella, pues, ya estaba medio inconsciente. Aun así, pude sentir el calor que desprendía una bala recién disparada. Mis oídos dejaron de captar el sonido, solo se oía un pitido agudo, mas agudo que la ultima tecla de un piano, mas agudo que ese horrible chirrido que hace una de las puertas de tu casa. Mi vista se empezó a nublar y poco a poco deje de ver nada. Solo se veía un extraño negro, que a su vez, parecían todos los colores que el ser humano podía captar. Sabéis la típica frase de la luz al final del túnel o la de que se te pasa toda la vida por los ojos? Pues es mentira. La cruda realidad es que cuando tus pupilas dejan de funcionar, lo único que se te pasa por la cabeza es un tonto chiste o recuerdo de lo que hiciste ayer. Pero no ves ninguna luz, y mucho menos recuerdas toda tu vida lo que yo pensé fue: Me debí haber comido el trozo de tarta que me dejé en la nevera. Mi mente empezó a dejar de funcionar, mi corazón cada vez latía mas y mas despacio, pero, en ese mismo momento, esta extraña y única sensación me recordó a cuando apagas un ordenador: primero, los altavoces dejan de emitir sonido; luego, de repente, el monitor deja de emitir luz y por ultimo, el ordenador, se apaga. Pero, le encontraba un fallo a esta comparación, que los humanos no tienen botón de reinicio.

Jel mi. No se q ponerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora