Petit Sastre

957 114 18
                                    


En una pequeña y escondida calle de Yokohama, había una sastrería, al entrar podrían encontrarse grandes cantidades de tela, de variados colores y calidades, dispuestas todas para el gusto del cliente. Chuuya Nakahara era el dueño, era el único ser humano viviente en aquel pequeño agujero, oscuro y solitario, pese a ello se encontraba armando un pantalón, justo a su medida. Quien lo viera por la calle no podría ignorarlo, era pequeño, pero con gran porte, su cabello era pelirrojo, pero bien arreglado, su eterna fedora era el elemento característico de su persona, junto con sus trajes siempre elegantes pareciera un ejecutivo de una empresa muy importante, o un magnate que se habría dignado a pisar el sucio suelo de los seres humanos comunes y corrientes que vivían cerca del puerto. Lo cierto era que Chuuya no era muy rico, tenía lo suficiente para vivir y tal vez un poco más, pero desde que era joven le encantaban los trajes, recordaba perfectamente que su gusto provenía de las películas de mafiosos: todos ellos siempre tan bien vestidos daban una gran impresión a sus adversarios, para Chuuya vestir bien era sinónimo de respeto.

Mientras terminaba de confeccionar el pantalón veía por milésima vez El Padrino, la película de películas sobre mafiosos, tan ensimismado se encontraba que no escuchó cuando entraron a su local y fisgoneaban alrededor, sólo hasta que el extraño estuvo frente al mostrador, mirando su libreta de medidas, fue que se percató de su presencia.

-ah!

-Oh! Buenas tardes, lamento asustarlo, pero se veía tan concentrado que no quise importunarlo.

-Si, bueno, yo tendría que haber arreglado la campana de entrada hace una semana. -O por lo menos eso pensó Chuuya mientras controlaba los latidos de su corazón y las enormes ganas que tenía de golpear a aquel sujeto por asustarlo y tomar sus cosas sin permiso. Demasiado confianzudo para su gusto.

-Veo que le gusta mucho su trabajo, ha dibujado bastantes trajes e incluso parece vestirse con ellos, eso me da más tranquilidad, he venido al sitio indicado.

-Debo entender entonces que ha venido para hacer un encargo, si es así sería mejor apresurarse, cierro en media hora.

-Ehh, ¿por qué tan temprano? Si apenas son las 5:30, el sol aún alumbra~

Iba a golpear a ese sujeto, pero no debía comportarse así con los pocos clientes que llegaban –Entiendo caballero, pero tengo otro trabajo en la noche y no puedo darme el lujo de faltar, este negocio desgraciadamente no se sostiene solamente por mi labor como sastre- Chuuya replicó, la verdad es que desde que había puesto aquel local supo que no podría vivir sólo de aquello, tuvo que buscar un trabajo extra para poder sustentar los gastos, pero dado que era su deseo no lo vio con pesar.

-Oh, entiendo, supongo que es difícil, en Yokohama no hay muchas personas que utilicen traje hoy en día: pocos empresarios, algunos mafiosos... Pero bueno, a lo que he venido es a hacer un encargo. Me han dicho que eres muy bueno en lo que haces, y puedo ver por tu atuendo que los rumores son ciertos.

-Si, bueno, es algo que me gusta hacer, entonces si ha venido por un encargo debo primero preguntar si hay algo que tenga en mente ¿o quiere dejar todo en mis manos señor...

-Oh, pero que descuidado de mi parte, ha sido una falta de educación decirle primero mis intenciones antes que mi nombre. Soy Osamu Dazai, tengo 26 años y pertenezco a la Port Mafia.

Chuuya se quedó helado. En todos sus años como sastre ningún miembro de la Port Mafia había ido a su local, dado todo el dinero que ganaban, sus miembros compraban sus trajes en las tiendas de más renombre.

- ¿Hay algún problema?

La mirada de Dazai era fiera, tenía una sonrisa un tanto amenzante, y Chuuya no sabía si su silencio lo había molestado o era una forma de hacerle creer que en serio era un mafioso. De cualquier forma, era un cliente, y uno muy peligroso.

Petit SastreWhere stories live. Discover now