La cabeza siempre está en el cielo, pensando en todo lo que aun queda por descubrir, planeando viajes a cualquier lado. Trazando rutas con la certeza de que la primera parte ya esta. Después de todo los sueños son proyectos a los que falta poner en marcha. ¿Quién puede decirnos lo contrario?
A veces, para algunos, animarse a probar algo nuevo es el paso más difícil. Salir de esa zona de confort tan cómoda donde están. ¿Cómo no la ven limitante y rutinaria? Para los que vivimos con una curiosidad inagotable y una necesidad imperiosa de aventura, saltar a lo desconocido nunca fue un problema. Lo complicado es perseverar, no distraerse o peor aún, aburrirse. Ése es nuestro talón de Aquiles. Agitamos la fiesta hasta el aburrimiento y en un parpadeo nos fuimos. No porque tengamos algún otro plan, o tal vez si pero nos lo olvidamos. No tenemos malas intenciones pero a veces, solo a veces, nuestra impulsividad nos juega en contra.
Tenemos la fantasía de que el tiempo se mueve a nuestra manera y con eso en mente casi nunca logramos lo que habíamos planeado, al menos no de la manera en que lo pensamos. Creemos que podemos con todo siempre y tal vez, solo tal vez, no es tan así. Aunque nuestra voz interior nos asegure siempre que nosotros podemos.
Fervorosos defensores de nuestra independencia (y la de todos los demás). Decínos que no podemos hacer algo para que lo intentemos tantas veces como sea necesario para lograrlo. Aún así preferimos la compañía casi todo el tiempo, porque somos de la idea que ¡mientras más seamos en la mesa o en el bar mejor! Contamos el éxito de un encuentro con amigos en la cantidad de botellas vacías.
Somos el fuego mutable, joviales e impetuosos. Deseosos por aprender todo lo que haya por saber, buscando ese conocimiento esquivo, profundo que hay en las cosas pasando de la sabiduría práctica al goce del debate abstracto.
A veces nos tildan de exagerados e incluyen como si fuera un defecto nuestro buen humor y el siempre presente optimismo. Nos gustaría contagiarlos un poco, darles la seguridad de que todo de alguna manera al final del día se resuelve.
Sabemos que tenemos tantas oportunidades como deseos de intentarlo. Un poco por la suerte de ese Júpiter inmenso que no nos deja caer, que nos sostiene, nos empuja y otro poco por nuestra inquebrantable fe en nosotros mismos.