Segunda Parte

48 2 0
                                        

2

—Disculpa, me puede dar la hora— Me dijo desviándome la mirada

—Quedan quince minutos para las seis— Le respondí y me gire mirando hacia la ventana. 

Me quedo mirando apenado y me dijo: —Queda poco tiempo y usted lo sabe.

—¿De qué está hablando?— Le respondí molesto, ustedes se preguntaran el porque. Yo sabia a que se refería con esto.
—En los últimos 15 minutos de viaje necesito hablarle de mi vida.
—¿Y a mi que me importa su vida?—Le respondí, pero en el fondo yo sabia que necesitaba escucharlo.
—Soy drogadicto, alcohólico, un ser despreciable para cualquier persona, soy tan asqueroso que me desquito golpeando a mi...
—¡Te dije que no me importa imbécil de mierda!—. Le grité casi sin darme cuenta de lo que hacía, igual de impulsivo como suelo ser
—...a mi mujer y a mis hijos, pero culpo a las sustancias que consumo...— El hombre iba a seguir hasta que mi puño cayo como un rayo sobre su mandíbula. El golpe cruzado que le di lo boto al piso del bus, donde escupió  un gran flujo de sangre que caía de su labio roto. Me miro con una sonrisa burlesca, mientras seguía goteando el color carmesí, manchando cada vez mas el suelo. 
—Las personas como usted me dan asco— Le dije mientras le ponía mi mano abierta sobre su cuello, lo que le dificultaba la respiración. Mis manos imitaban a unas tenazas que apretaban cada vez mas y mas, hasta provocar sus débiles quejidos.
—Ese suele ser mi error, al igual que usted, la agresividad me consume, ahora usted no está en la influencia de ninguna droga y está siendo violento. Dime ¿Con que piensas excusarte ahora?
—¿De que habla? ¿que quiere de mí?—Le respondí gritando hasta romper la voz, en ese momento me di cuenta que las demás personas del bus actuaban con total indiferencia. Mis gritos eran completamente mudos.
—El tiempo se acaba, tu tiempo se acaba cada vez mas rápido. No sabes lo lento que pasa el tiempo cuando a una persona la condenan a la cárcel, pero tu que sabrás de eso, sin nunca has pagado por un solo delito.

En ese momento fue cuando no di más, el odio que le tenía a ese hombre me ardía a llamaradas en el pecho. Mi ira necesitaba estallar. Muy rápido abrí mi bolso, aparte las botellas de alcohol, las bote al suelo, rompiéndolas en mil pedazos y causando un estruendo tremendo del cual parece que las demás personas no se enteraban. Aparte esas bolsas plásticas que contenían esa droga asquerosa de la cual me había hecho dependiente los últimos años. Ahí estaba el precioso revolver. La llave de mi liberación. Sin prisas lo tome y le coloque el arma en la boca. Que buen se sentía el roce del arma con su garganta. En ningún momento se quedo, mucho menos se intento zafar. Solo dejo caer la ultima lagrima que ese hombre soltaría en su miserable vida, resignado a su destino. Por fin me iba a deshacer de ese obre que tanto odie, que vi por primera vez en carne propia en este viaje. Pero que siempre estuvo presente.

Ya no había vuelta atrás, el tiempo se había acabado. Y con ello asesine al hombre que mas conozco pero que volví en un completo desconocido.

Al disparar deje que se fuera todo el dolor de mi alma. Al apretar el gatillo termine con todo lo que no quería ser, pero me termine convirtiendo.

El Tiempo Se AcabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora