Mi nombre es Amanda, la verdad es que nunca pensé estar aquí sentada, observándote dormir y diciéndote que no me olvides, como tu libro, el que llevo...
-Mamá, mamá, vamos que papá nos espera
-Sí, mi pequeña luz
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La carretera se llenaba de ese brillo azul; como en el libro que leía de vez en cuando. El aire fresco entraba por la ventana del pequeño auto que jamás me gustó de papa; nunca quiso cambiarlo. Mi madre observaba como si los recuerdos le vinieran al par de las olas que rompen en las orillas, mi hermano llevaba esos grandes audífonos que le hacían desaparecer de su realidad.
-Ya llegamos- dice papá con un aire alentador.
Miré hacia afuera de la ventana, el lugar me intrigaba demasiado. Cuando les pregunté a mis padres donde iríamos no nos quisieron decir. Desde la entrada de la casa, llena de grandes álamos, salía una mujer mayor y en su cabellera se podían ver algunas canas.
-Les presento a su abuela- dice mi padre, quien aun estaba dentro del auto.
Me quedé paralizada pero algo me impulsó a responderle de inmediato a mi padre.
-¿Y qué esperas? Ni siquiera le conocemos - le reproché - ¿Cómo nos traes aquí sin decirnos nada? - le quité de inmediato los audífonos a mi hermano que ni siquiera se había dado cuenta de que habíamos llegado.
-Tranquila hija, no le contestes de esa forma a tu padre, antes no podíamos traerlos, su abuela no estaba bien de salud.
Mi padre solo estaba en silencio. Bajamos del auto todos juntos, la mujer se acercó a mí con los brazos extendidos y sus ojos llenos de lágrimas. Al percibir mi rechazo, ella entró a la casa y mi madre fue en su búsqueda.
-¡Helen! ¡Espera! ¡No corras tan rápido! - gritó mi madre para detenerle mientras iba detrás de ella.
-Papá, vámonos por favor- Le decía a mi padre.
-Siempre es lo mismo contigo Amandita - comentó mi hermano. Quería decirle tantas cosas, pero al ver a mi padre afligido por la situación, por primera vez preferí guardar en silencio mis palabras.
-Solo serán un par de días, Amanda. Temí que no quisieras venir al saber antes, tu abuela es muy sensible - mi padre se me acercó y me impulsó a caminar junto con él hasta la casa - ¿Entremos a saber cómo esta hija?
- Esta bien papá, lo siento - hasta casi me sentía mal por mi comportamiento hace segundos atrás -. Pero estas muy equivocado al pensar que no querría conocer a mi abuela - me sentí tan extraña al decirlo por primera vez.
Entramos a casa, mi madre estaba sentada allí al lado de mi abuela, bebiendo de una gran jarra, que debe haber sido de limón; lo supe por el aroma que provenía de él.
Me acerqué a mi abuela, ella me miraba con los mismos ojos llorosos y una sonrisa de oreja a oreja.
-Lo siento- me disculpo.
-Está bien, mi niña - me sonrió con ternura -. No tengo nada que perdonarte, me presento mi nombre es Helen, y este muchachote debe ser Ricardo, el menor.
- No es un muchachote, está más delgado que un palote.
Mi abuela comenzó a reír a carcajadas mientras mi hermano, ponía unas de sus caras.
Nos sentamos todos juntos a comer en la mesa, en la cual había de todo, no pude evitar la sorpresa que me llevé. Nunca hubiera pensado que por la edad y lo sola que vivía podría cocinar de tanta variedad. Bebí un gran vaso de jugo de guinda y otro de limón, todos se veían tranquilos, menos mi padre, estaba sentado en la orilla del balcón que estaba todo hecho de madera. Me acerqué a él para saber que le pasaba.
-Papá ¿Estas bien? - con una sonrisa enorme mi padre me señala para sentarme a su lado.
- Cuando niño, pasaba jugando horas y horas en ese parque que ves allá, tu madre era una de las niñas nuevas que había llegado a vivir a este lugar. Ella era de una familia criada en la ciudad, no le gustaba salir, se enojaba al ensuciarse las zapatillas, hasta que se enamoró del maravilloso mar y sus olas.
-Entonces... ¿por qué se marcharon? - Mi padre se quedó en silencio, miró hacia el parque y volvió a dirigirme la mirada.
-Tu abuela enfermo mucho, necesitó de mucha terapia cognitiva.
-¿Cognitiva? - me pregunto extrañada -. Papá, cada vez me estoy quedando con la duda, si mi abuela estaba en un momento tan malo, no era mejor que su familia estuviera cerca dándole apoyo.
-No, cuando yo soy el problema.
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Para que no me olvides
RandomEl pasado de Amanda trae consigo recuerdos dolorosos, los cuales no son descubiertos, hasta la llegada de su abuela, Helen. Quien le enseña a comprender su vida y descubrir los secretos que jamás fueron contados. Aunque su pasado no lo conoce, su...