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No hay persona en este mundo que no haya tenido una vez en su vida, un perfume favorito. Un aroma. 

Para Kakashi era el olor que emanaba su cabello por las mañanas. Para ella, era el olor a miel que tenía su piel. 

El tema no era recordarlo, mantenerlo, cuidarlo, o disfrutarlo. El tema era perderlo, y esa noche, ambos daría un último deleite a sus narices. 

Ella sonrió con las últimas fuerzas que le quedaban. Pero no lo hizo lamentándose de aquello, lo hizo demostrándole que todo lo que había sentido ese tiempo había sido puro y único. Que jamás le había mentido. Pero si ocultado. Porque ella era una cobarde, una cobarde que creía que refugiándose en una pequeña caja de cristal estaría resguardada de su más temible enemigo, esa cuestión que nublaba cualquier pensamiento lógico y lo reemplazaba irremediablemente por una sensación no perecedera de felicidad y locura absoluta. Un sentimiento que desconocía los límites de aquel universo terrenal en el que su alma, tanto su alma como la de él habían habitado hasta ese momento en absoluta y egoísta soledad. 

Sus ojos femeninos estaban absortos en los de él. Desde un principio supo que era una estupidez introducirse en una pelea que no tendría un buen final. ¿Por qué creyó que sus sables serian más poderosos que un viejo Uchiha rebelado? ¿En que estaba pensando al creer que ella, una ninja que solo manejaba unas armas baratas y un par de taijutsu podría defenderlo a él del ataque de un psicópata? La respuesta era simple, era tan simple que no la podía ver.

 Ahora la luna se reflejaba en el pequeño charco de sangre que poco a poco se iba formando debajo de su frágil cuerpo.

 -Discúlpame, fui una tonta-dijo débilmente. Quiso mover las piernas, pero no pudo, no las sentía. Un llanto salió a borbotones de su garganta. Tenía miedo. Tanto miedo que se aseguró de apretar con fuerza la mano de Kakashi. 

Cobarde. Cobarde como siempre. Estúpida, egoísta. Ilusa. Sobre todo eso, una ilusa que creía en los finales felices y en los cuentos de hadas. Que se aseguraba de recitar en su mente los más bellos párrafos de sus princesas antes de dormir soñando que él, él era su príncipe azul. 

Era una furia.Un relámpago

Una enfermedad sin cura. 

Kakashi apoyó una rodilla en la húmeda tierra e ignoró por completo las miradas de sus alumnos quienes a lo lejos podían sentir la tristeza que había en el aire. Con su mano apretó la de la chica sintiendo a través de su guante los fríos y débiles dedos. El también tenía miedo, porque sabía cuál era el final de aquello un final que estaba muy distante a como el creía que en algún momento terminaría.

 -¿Por qué habría de disculparte?-le pregunto sin esperar una respuesta de ella. No se animó a quitarle los ojos de encima. A pesar del dolor aun conservaban esa luz que a él había embobado.

 -Creí que podría ser de ayuda, y mira nada mas.-Apenas podía sentir la mitad del cuerpo, el jutsu recibido por un Zetzu le había partido la columna en tantas partes que era imposible de contar. Poco a poco la sensibilidad de sus manos se iba esfumando junto con su vida.

 -Calla. No hagas fuerza -le dijo él. -Enseguida vendrá Tsunade y te sanará tan pronto que en días volverás a caminar.

 Estrella le sonrió con sinceridad mientras negaba con la cabeza. 

-Él me está esperando, Kakashi.-dijo mirando hacia un impecable cielo que la llenaba de esperanza. Luego volvía su vista a los ojos negruzcos del peliplata.

La vida enteraWhere stories live. Discover now