Textura

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Me permito un pequeño instante para escribir este texto:

"Piel" nació de un pequeño y extraño sueño involuntario (sí, sueño de esos que vienen mientras duermes n.n), y se escribió casi solo. No creí honestamente que fuera interesante para alguien, pero una personita muy especial me pidió que, si lo consideraba, le hiciera una segunda parte...

Me he dado cuenta (y me emociona), que en su gran mayoría, las personas que más amo vinieron a llenar de luz el mundo en el mes de junio. Y a cuatro de esas personas, que no podré reemplazar nunca, ya que es la amiga que conozco de más tiempo, la que es parte de mi historia, la que conoce incluso mis lados más oscuros, y la que conociéndome de hace tan poco, ya es parte de mi vida, va dedicado este fic.

Escribir es algo que creo hacer bien, y "Textura" lo hice de manera especial... Espero en verdad, mis amadas Lau, Any, Alli y Tess, que les guste como me gustó a mí al escribirlo. Por ese día de junio al que le debo mis sonrisas más sinceras, y los abrazos más cálidos. Aunque no sean físicos.

Bendiciones miles, pequeñas. Las amo con todo mi ser.


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Lo encontró, de pie, imponente, observando la belleza de aquel árbol de sakura. El porte, el corte de cabello que aun con los años seguía siendo igual de juvenil y hasta cierto punto tierno. De espaldas a su visión, aquel cuerpo que ya no era tan joven, pero no llegaba a ser anciano, se veía hermoso, adornando el yucata que le confería la apariencia de un ser etéreo.

Sonrió.

Era lo menos que podía esperarse de un hermoso ángel... Un ángel que había vuelto a llenar aquel espacio de Japón con sus hermosas sonrisas en forma de corazón y sus eternos dulces pucheros.

- Estabas aquí... -su sonrisa tierna vaciló cuando aquel hombre se mostró sorprendido al verse expuesto, e intentó ocultarse tras su propio cuerpo- Vitya... ¿qué ocurre...? ¿Tienes frío?

- No, madre... -susurró, evitando la mirada de aquella mujer que ya vestía canas, y que desde el primer día lo había recibido con amor, como si hubiese vislumbrado que tras la ropa de marca, la piel de terciopelo, y los indicios de manicures y pedicures semanales, se escondía su futuro yerno- ...madre, ya no soy quien amó...

Ella se conmovió. Se conmovió, y se permitió maldecir en su corazón al intento erróneo de humano que había tenido la osadía de marcar a ese hermoso ser.

Pero no por desfigurar algo que Dios había creado pensándolo perfecto. No.

Le habían lacerado el corazón, el alma, la autoestima. Lo habían empujado de su pequeño nido, peor que a una avecilla recién emplumada. Victor se había enfrentado a lo peor, cuando era quien, con sus campañas tiernas de ropa para adolescentes, pese a ser ya un precioso adulto, solía llenar de ilusión y magia las mentes de los niños, de las niñas, de todo aquel que lo miraba y se perdía en la calidez de su alma, que emanaba como nubes de azúcar por sus poros.

Hiroko sabía eso. Hiroko sabía eso, y mucho más, y por eso lo acurrucó, entre sus brazos, con cuidado, acariciando con amor su espalda. Cuidando no hacerlo muy fuerte para no dañar aun más su piel.

- Si te refieres a mí, lamento decirte que te equivocas: siempre he estado enamorada de ti, aunque no debes decírselo ni a Toshiya ni a Yuuri...

- Madre...

- Jajaja, déjame ser, con la edad me ha salido lo de viejita verde... Vitya, cariño, ¿tan poca fe le tienes a tu Yuuri...? –un fuerte sollozo se escuchó venir de entre sus cabellos- Mi Vitya parece haberse vuelto su prometido de aquel entonces, cuando su Yuuri se sonrojaba por verlo desnudarse delante suyo, en el onsen –se oyó un resoplido.

PielWhere stories live. Discover now