Claro que todo el mundo tiene diferentes conflictos con su forma de ser. A algunos no les gusta su físico. A otros los supera su impulsividad o carácter fuerte. En mi caso, me acompleja mi memoria. Son innumerables las veces en las que tuve que recurrir a mecanismos largos y locos para poder recordar las cosas. Incluso dudo de mis propios recuerdos. Yo se que a mucha gente le pasa. Tener que volver sobre tus propios pasos para recuperar pensamientos que tuvieron un nacimiento pero nunca llegaron a destino. Tener que anotar meticulosamente todo lo que consideres importante, porque de otra forma sabes que llegado el momento, será como si nunca se te hubiera cruzado por la cabeza.
Mi hermana mayor -ordenada y prolija por las dos- nunca pudo entender mis despreocupaciones, mis olvidos, mi caos. Siempre me dice que saqué la memoria de nuestro papá (pésima) y el desorden de nuestra mamá... Un ejemplo claro es que cada vez que quiero recordar algo, lo anoto en un papelito porque sé que no lo voy a tener presente en la mente. Pero después pierdo el papel en mi desorden... Es un círculo vicioso.
Esto me llevó en varias ocasiones a la desesperación. Porque resulta que nunca recuerdo las cosas importantes. O dejo pasar lo que no me interesa. Como si existiera una laguna negra en la que van a parar los pensamiento que, según mi caprichosa mente, merecen ser descartados.
Esto me acompleja porque es algo que siempre intenté cambiar. Probé con ser más organizada. Tener una sola agenda donde anotar absolutamente todo me sirvió por mucho tiempo. Sobre todo en mi época como estudiante. Pero siempre me olvidaba de comprar la f*cking agenda... así que ya unos meses más tarde de lo que se debería, terminaba elaborando una con mis propias manos sobre un cuaderno cualquiera. Logré convertir esto en una especie de tradición y ya van cinco años seguidos en los que confprestar atención ecciono mis propias agendas. Siempre me las rebusco para convertir las tareas en pequeños trabajos artísticos. Supongo que es mi única manera de sobrellevarlas.
Sin embargo, irónicamente lo que más me cuesta recordar es lo inmediato. Y de hecho estoy segura que cuando llegue a vieja (espero hacerlo) voy a pasármela contando anécdotas de lo más antiguas, pero no voy a recordar en qué día estoy.
Algo así le pasa a mi abuelo de ochenta y cuatro años. A quien admiro con todo mi ser. Es una persona cálida conversadora. Siempre está de buen humor, a pesar de estar muy enfermo. Es un hombre siempre se destacó por sus valores y consejos. Una buena persona, con todo lo que implica.
Hoy estoy segura de que quiero parecerme un poco a él.
En fin, mi memoria no es mi mejor compañera. Pero supongo que con el tiempo aprendí aceptarla, que es la parte más difícil. Tampoco puedo culparla de todos mis males, pero la considero protagonista de muchos de mis mayores disgustos. Espero que sepa acompañarme de la mejor manera en mis momentos más difíciles, que sé que aún no llegaron. Pido disculpas a todos lo que alguna vez fueron víctimas de mi mala memoria...
Lo que más me duele de tener poca memoria a corto plazo es que no es algo que puedo corregir mucho. El problema está directamente ligado con la fata de atención. Lo sé. Pero por más que trate, muchas cosas se me escapan. Quizás sea por soñar despierta, por estar siempre colgada pensando en otras cosas. Pero bueno... será que mi mente tiene otras prioridades diferentes a las reales. Supongo que es así como logro sobrevivir en este mundo. De todas formas no justifico mi des concentración, es sólo que a veces es tan difícil...
Cuando iba al colegio, veía el estudio como una gran tortura. Siempre me sacaba las mejores notas y era muy responsable. Pero creo que lo hacía porque, al ser la menor de tres hermanos, sentía la necesidad de cumplir con las mismas expectativas que ellos habían logrado darles a mis padres. Pero poco a poco, a medida que iba creciendo y los obstáculos eran mayores, me empecé a encontrar con mis propias inseguridades y gusprestar atención tos. Esto escaló rápidamente hacia un disconformidad general. No me gustaba absolutamente nada de o que estudiaba en el colegio. Sentía que no podía recordar nada. Pero seguía aprobando todo por auto-presión y costumbre. No era difícil. Todas las preguntas que me hacían en los exámenes tenían respuestas. Y por lo general, las recordaba porque me sentía superior a esos datos pasajeros. Información que sabía que no iba a almacenar por mucho tiempo en mi mente. Había aprendido, después de años de entrenamiento en la primaria, a forzar la memoria para recordar cosas que no me importaban por un período corto de tiempo. Más allá de eso no había adquirido ningún otro tipo de conocimiento. Y yo creo que es por eso que, al crecer cuando poco a poco descubrí que había cosas que Sí me interesaban, dejé de prestar atención a lo que pasaba a mi al rededor.
Todo esto que escribo, más allá de ayudarme a aceptar una parte de mí, también tiene otro propósito. Cuando era más chica y todavía me estaba descubriendo (aunque confieso que lo sigo haciendo) me hubiera gustado leer en algún lado que a alguien le pasaba lo mismo que a mí... que alguien por algún lado se sentía acomplejado por algo que no fuera la ropa o cuántos comentarios tenía en Fotolog...
Creo que no hay cosa más complicada que aceptar esa voz que te habla silenciosamente por dentro; esas imágenes y esos pensamientos secretos e impulsivos que se dan en tu cabeza. Para mi nada fue más difícil que entender que había cosas que mi memoria prefería olvidar, y que no lo hacía apropósito. Mi mamá siempre me reclamaba que fuera más atenta, y eso me lastimó por muchos años, pero fue hasta hace poco que entendí que es única "falla" no debía controlar mi vida. Y mucho menos lo que los demás pensaran de ella. Todos tenemos debilidades y fortalezas. Y ahora sé que aceptar el combo con el que venimos, es lo más importante para encontrar un equilibrio. Ahora puedo compensar mi falta de memoria o capacidad de atención con la pasión que le puedo poner a las tareas que de verdad me interesan. Ahora también puedo poner mis energías en cosas abstractas como sentimientos, y dejar de planificar paso a paso mi vida por miedo a olvidar algún detalle importante. La felicidad no está en los planes, en la certidumbre o en el control. Sino que está en la aceptación, en el cuidado y la paciencia. Por lo menos para mí, vivir apurada o en el futuro, no me funcionó. De hecho, intentar controlarlo todo hizo que olvidara muchas más cosas que ahora sé que son importantes.
Hiervo con todo esto, para bien o para mal.
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Hiervo
RandomNotas indiscriminadas y poco revisadas sobre lo que me hace hervir la sangre. Para bien o para mal. -Borrador eterno.-