Alcohol

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Franco

Hace siete años...

Quería borrar con el alcohol todo el sufrimiento. Quería borrar las palabras que me hacían sentir culpable, quería borrar todo el rencor e impotencia que estaba sintiendo. Toda una vida juzgado y maltratado por los pedazos de una familia destrozada, problemas económicos, problemas sentimentales, problemas de salud, problemas de todo tipo. Suelo emborracharme cada semana, solo soy un joven de diecinueve años botando su vida por la calle. Pero esto es lo que soy, es lo que siempre me han recodado y gritado a la cara. Me han dicho que no sirvo más veces de las que puedo recordar.

Tomo hasta que mi vista se pone nublosa, tomo hasta que mis pensamientos se confunden y me hacen ver una vida diferente, una vida feliz.

Bailo con cualquiera, me rio de chistes que ni siquiera he escuchado bien. Vivo tratando de olvidar el dolor, tratando de sacar las palabras de mi mente. Me hundo en el alcohol, borracho, la mayoría de veces llorando por cosas del pasado, gritándole desesperado al mundo que escuche mis preocupaciones. Tratando de decir todo lo que no podre decir sobrio.

Una desilusión tras otra y tras otra... encadenando tormentos para mi vida.

Me encontraba en un bar, la música retumbaba en mis oídos pero no le prestaba la mínima atención. No le prestaría atención a nada más que ahogar mis penas. Estaba harto de sentir que decepcionaba a los demás, siempre estaba esperando la aprobación, esperando que me aceptaran como era, esperando que las cosas que hacía de verdad fueran las correctas pero como siempre estaba equivocado, había confiado en las respuestas malas nuevamente.

Podía despertar en un lugar diferente con otra persona diferente cada semana, seguía llegando a casa borracho, era la costumbre y había un peso en ella. Me agobiaba pensar en lo mucho que había pasado, lo mucho que había soportado sin quejarme ni una sola vez.

Mi padre era firme, era duro. No se daba cuenta de todo el daño que me había causado a lo largo de mi vida, él no es una mala persona, de hecho y aunque no quiera reconocerlo fue un buen padre que siempre me dio lo necesario. Quiero negarlo pero toda la razón de mi alcoholismo recae en él.

Recuerdo cada humillación, cada maltrato, pero no físico, creo que el físico se sentiría mucho mejor.

Las palabras son un arma con balas infinitas que podemos usar para herir, para lastimar, mi padre sabia usarlas, sabia herirme, sabia como desmoronar mi estado de ánimo, derrumbar mis pequeños sueños que quería agrandar.

Solo era un niño en ese entonces, me valía de las decisiones de los demás, ahora soy grande y tengo derecho a querer acabar en un bar diferente cada noche que pueda. Tengo derecho de gastarme todo mi dinero en las cosas innecesarias como lo hago.

Me tambaleo a la entrada, hoy me iré temprano para no preocupar mucho a mi madre, estoy seguro de que no duerme pensando en si me encuentro bien pero no puedo evitar querer sentir la sensación del alcohol, no puedo simplemente ignorar la fantasía de felicidad que siento por ese momento. Mi garganta se siente seca, quizás un poco de agua me ayude ahora pero no la obtendré hasta que llegue a mi hogar, dulce, dulce hogar destructor de sueños.

Pido un taxi y llega unos minutos después, ya puedo sentirme más lucido pero sigo sin vida.

Me gustaba jugar con algunos amigos cuando mi madre se descuidaba, no me daba cuenta de la mala compañía que eran, la influencia que me podían causar, pero yo seguía dando largas a mi madre, haciéndola sufrir cada noche con lo que demostraba. Gracias al cielo perdí el contacto con todas mis malas influencias, no he estudiado nada todavía. Salí graduado de la secundaria y no me he decido por tomar ningún camino.

Una juventud desperdiciándose en alcohol. Tengo un trabajo de medio tiempo desde hace dos años, soy cajero en un supermercado, el que se encuentra en el centro de la ciudad, entro a las seis de la mañana y salgo a las dos de la tarde, es agradable siempre y cuando la gente no pelee.

Puedo ver el rostro de mi madre desde la ventana del taxi, las luces de la casa están encendidas, siempre las deja así hasta que llego y estoy a salvo, mi padre no está, tenía una conferencia por dos días en otro estado, se la vive yendo a esas conferencias todo el tiempo.

Pago el dinero al taxista y me bajo lo más decente que puedo, no puedo con el peso de mi cuerpo y casi caigo. Seguro habrá un regaño hoy, igual que el de hace dos días, regaños y regaños.

Pongo las llaves dentro de la cerradura blanca y abro. Mi madre sale de la habitación y no espero a que comience a gritarme, me tiro en el sofá boca abajo.

-¡Franco!- grita- ¡Franco! ¿Qué estás haciendo con tu vida? ¡Escúchame!

Finjo estar dormido, siempre lo finjo cuando se pone de esa manera, ignoro lo que me dice porque ni yo mismo tengo respuestas a esas preguntas.

-¡No puedes seguir así! Sé que me estas escuchando...- sigue gritando-¡Tienes que hacer algo con tu vida, la estas desperdiciando!

¿Desperdiciando? ¿Que espera que haga? Ya me he graduado, debería dejarme en paz. Cubro mis propios gastos así que no tiene que preocuparse por ellos. No soy el hijo ejemplar pero tampoco soy el peor de todos. Ella siempre me ha apoyado en todo ¿Y cómo le he pagado?... emborrachándome casi todas las noches y llegando tarde provocando muchos desvelos y cansancio.

-¡Vas a empezar la universidad de una buena vez!, voy a hablar con tu primo Ricardo... el me dijo que me ayudaría a conseguir un cupo, no voy a dejar que sigas arruinando tu vida.

Las luces al fin se apagan y cuando escucho la puerta de su habitación cerrarse me volteo. Pienso.

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

¿En qué me convertí? 

¿Quién soy? ¿En qué momento perdí lo que era?

¿Acaso recuerdo quien era antes de toda esta mierda?


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⏰ Last updated: Jun 29, 2017 ⏰

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