Vuelos.

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Mírame a los ojos. No debo decirlo pues ya lo haces.

¿Para qué? me pregunto.

¿Estarás buscando tu humanidad reflejada en mí?

Pensarlo me causaba gracia, lo único que podía revelarse en mi mirada era mi alma al desnudo. Ahora, entre brumas y nieblas distingo tu cara, busco con la misma intensidad que tú lo haces y quiero gritarte "¿Por qué lo haces?"

Me miras y lucho por encontrar compasión. Es tarde. La compasión parece haber sido arrancada de sus cuerpos. Pero el corazón no para, entre latidos golpea cada vez más fuerte sólo para seguir latiendo, como una carrera al infierno. No lloro, no puedo, es como si mi cuerpo hubiese quedado limpio de penas, como si a pesar de querer seguir adelante, mis ojos contradijeran sin sentir. 

Te miro, quiero que me recuerdes. No es rencor ni odio. Es que sólo deseo que alguien sea testigo de mí y así no pasar desapercibida. Deseo fervientemente que al  menos en unos años alguien recuerde que yo nací, y así que recobres tu compasión y lo digas. Dí mi nombre, por favor. ¿No lo sabes? Recuerda mi rostro, pero por favor, no finjas que nada ha pasado. El olvido es peor que la muerte.

Efímeras son los últimas memorias, escasos en comparación a mi corta vida. Es en esos momentos en que todo parecer cobrar sentido, recordando los buenos tiempos en los que jugaba con mis vecinos o cenaba con mi familia. Esos pequeños recuerdos funcionan mejor que una droga, trato de enfocarme en ellos. Pero la realidad se entromete.

Miedo.

¿Qué será de ellos? ¿Sufren mi misma suerte? ¿Algo aún peor? Lo he vivido y no soy cobarde. Tontamente, las ideas de las películas más trilladas vinieron a mi mente mientras yacía en el estrecho cuarto.

¿Ser cobarde es no ser valiente? ¿Ser cobarde es malo?

Porque cuando me sentí arrastrar por el pasillos de lamentos no fui valiente. Grité y supliqué, rogué y me sentí capaz de recurrir a las más deplorables bajezas sólo para tomar un soplo de aire fresco y correr lejos. No me siento culpable si eso significa ser cobarde.

Simplemente uno no sabe el verdadero significado de las cosas hasta que algo te pone a prueba.

Ya he tenido la mía y estoy cansada, no quiero seguir siendo evaluada, no quiero más obstáculos de la vida. Sé que no volveré pero tampoco quiero estar. No creo poder aguantar. 

Cada día es como perder un trozo de mí y no quiero vivir para el momento en que deje de ser yo. 

Los suelos se sacuden, estoy sorprendida al sentir que mi cuerpo entumecido pudo percibirlo.

¿Quiero sentir en mi último momento aunque sea doloroso? 

Tal vez me recordará que no estaba tan muerta después de todo. Tal vez eso me de más impacto que memorias y drogas. Tal vez me lleve a una nueva realidad.

Nunca fui una católica muy creyente, pero siempre he creído en la existencia de algo después de la vida. Espero que la Iglesia no nos haya abandonado con fundamentos, en caso de existir un Dios. Espero que la vida luego del silencio tenga un mejor desenlace.

Mis párpados pesan. Quiero ver. Quiero ver a Caronte, que se cierne sobre mí, quiero ser parte de él y clavarme en su pesar para siempre. Observo sus ojos celestes, sus rasgos se ven difuminados, sin embargo, puedo distinguir el cabello rubio. 

Estoy cansada.

La vista es cada vez peor, sólo sombras oscuras y bultos corpóreos a mi alrededor.

Sus labios se movieron, entonces encontré aquello que buscaba. Él lo recobró, tal vez nunca la perdió, tal vez sólo lo reprimió. Espero que sea así, eso me da esperanza para el futuro.

Mi peso se sintió como pluma, mi rostro fue escondido. Aún así, yo ví. Azul. Ese color me transmitía calma, luego de días observando rojos en cada baldosa, mesa y pared, la visión del color azul me hizo sentir aún más liviana.

Esto no puede ser peor.

 

Nota: Los "vuelos de la muerte"  eran una forma de exterminio practicada por regímenes dictatoriales consistente en arrojar desde pleno vuelo a personas hacia el mar.

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