[Introducción]

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Busqué una vida que jamás podrían arrebatarme. Un compañero con el que viajar. Un amante al que amar.

Desconocía el significado de sentirse emocionalmente completo, repleto de sensaciones que provocan una curvatura en los labios; formando una sonrisa única en cada persona.
Todos estos recuerdos, querría eliminarlos de mi mente; pues lo único que hacen es torturar las pocas oportunidades que tengo de poder arrebatarle un beso de sus finos labios. Obteniendo manchar levemente los míos con el pintalabios que extrañamente utiliza todos los días.

Es extraño, un ser misterioso e independiente.
No sé cómo logró arrebatarme el corazón, pero me gustaría que me lo devolviera pronto. Antes de que entre de nuevo en una locura y satisfacción propia.

Aquel castaño sigue llorando a escondidas, tartamudea siempre el mismo nombre que a mi parecer es el responsable de mi infierno interno. Sus lágrimas se vierten en el agrietado suelo, su cuerpo tiembla desconsolado. Como si buscara el abrazo de una persona que jamás podrá volver a tocar.
Tiene miedo, o más bien: Tenemos miedo de volver a aquella soledad fría y puntiaguda.

¿Dónde estás? ¿Por qué no te das cuenta del dolor que me causas a diario?

¿Por qué debe besarlo en frente mío? Esas caricias subidas de tono, el choque de sus narices y aquellas miradas furtivas... ¿Por qué no puedo ser su protagonista?

Una vez leí en un discurso de Darwin que la evolución de la especie se basa en la supervivencia de los más fuertes. Si sacamos esa conclusión a la realidad, está en lo cierto: Ellos son los fuertes. Soy débil en esos ámbitos y no sé cómo defenderme.
En esto debo admirar a aquel pequeño castaño, que a pesar del dolor en solitario; continúa moviendo las caderas con sus compañeros en cada fiesta a la que van. Ese movimiento hipnótico y lento acompañado de una tímida sonrisa hacia la peli-naranja cada vez que le enseña un movimiento nuevo para su extensa selección de movimientos torpes, y vergonzosos, que debe emplear en cada fiesta a la que van.

Él no sabe que el hombre por quien llora le observa con pesadez y, en cierto modo, con resignación de no poder acercarse a él como en tiempos de antaño.
El alcohol, se convierte en mi colonia cada vez que aquel niño me lleva a una fiesta junto a él. En cuanto se da cuenta, me saca a bailar y emplea sus nuevos pasos sobre mí.

Coloco mi mano izquierda sobre sus caderas y nos dejamos llevar por la melodia distorsionada que hay de fondo, quizás sea por los efectos del ron que terminaba de ingerir.
Pero lo que más me agrada de estos momentos, es la cara del chico de ojos grisáceos; la ira en su rostro casi inexpresiva me provocan una incesable risa que no expresaré por educación.

No me divierte su situación, pues es la misma que la mía, pero él decidió dañarlo; y a pesar de eso, el menor continúa embelesado por él.

Los débiles siempre acabamos como la escoria de la sociedad, olvidando nuestros nombres y siendo el abono de la historia.
Esta vez, no permitiré que nuestras vidas acaben en trágicas y lamentables pérdidas.

- D. Monkey ¿Te gustaría escuchar mi propuesta?-

Teoría del más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora