Prefacio

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Miró el cielo con una mueca hasta arrugar su nariz, el cual estaba lleno de nubes grises que hacían acto de presencia con cada rayo y trueno que desprendían. Luhan caminó deprisa en medio de todas las personas que también huían de una posible lluvia. Con cada respiración notaba el vaho escapar de sus labios, sentía el ambiente, mucho más frío y oscuro, con cada eco de sus pisadas menos personas quedaban a su lado, algunos tomaban un taxi y otros simplemente desaparecían de su vista. Al ver su parada dio una pequeña carrera, chocó el hombro con alguien y gritó que detuvieran el bus, extendió su mano para tomar el barandal pero era demasiado tarde. Las puertas del bus se habían cerrado, dejando a Luhan atrás. 

—Mierda — susurró frustrado.

En ese instante un trueno retumbó en sus oídos, seguidos de un rayo y finalmente la lluvia que tanto deseó evitar comenzó a caer con insistencia sobre su cabeza.

Luhan solo vestía un traje negro, camisa blanca y una corbata azul oscuro, un maletín negro sostenido por su mano izquierda y una mirada cansada.

—¿Disculpa? — escuchó la voz ronca de alguien. Luhan volteó y vio a un niño — ¿Es esta la parada para la línea H77?

—Sí.

Su respuesta, tan seca como directa, provocó que el otro abriera un poco más los ojos. El niño asintió en silencio y bebió del envase que llevaba en sus manos blancas dando pasos hacia atrás disimuladamente, como un gato que se aleja de un perro en la noche.

La lluvia comenzó a caer con más fuerza, mojando cada centímetro de Luhan logrando acrecentar su impaciencia. Incluso comenzaba a arrepentirse por no haberse ido a beber mientras esperaba a que la lluvia pasase mientras se embriagaba, pero incluso estando bajo los efectos del alcohol, Luhan, hubiese llegado a su apartamento con la misma amargura que sentía en esos momentos al estar parado en medio de la lluvia, con un completo extraño en sus espaldas y sin una sola alma en las calles.

—Si quieres puedes acercarte — el niño se acercó a Luhan sin hacer sonido alguno —. Sostenlo por favor, sacaré un paraguas. 

Le pasó su bebida a Luhan, literalmente, tomando su mano y poniendo el envase en ellas, y procedió a quitarse su mochila. Luhan lo analizó de pies a cabeza. El niño llevaba un uniforme azul marino, con su cabello negro cayendo sobre su frente y un par de hoyuelos bien marcados en su mejilla derecha. No era un niño en toda regla, tal vez rondaba los diecisiete, pero Luhan con veinticinco años lo consideró pequeño e ingenuo, especialmente al ver sus ojos marrones, limpios de cualquier maldad humana, y también porque sostenía su batido de frutas.

—Mi mamá siempre lo pone, debe estar por aquí — decía a medida que movía su brazo dentro de la mochila —. Lo encontré — sonrió mostrando sus perlas blancas; sus ojos también parecían sonreír.

El niño abrió el paraguas, colgó su mochila sobre sus hombros nuevamente pidiendo su batido con su mano y aprovechando para acercarse a Luhan.

—Gracias por sostenerla, es mi sabor favorito — comentó esperando alguna palabra del otro.

—Me alegra — dijo incómodamente dando un paso cerca de la protección que ofrecía el menor.

—No te apenes, el paraguas es enorme — de hecho, era pequeño —. Acércate, estás muy mojado.

Luhan miró al pelinegro ladeando la cabeza. El joven no lucía muy seco, incluso al pasarle su batido Luhan pudo sentir el frío de aquellas manos delgadas y pálidas.

—Tú pareces mucho más mojado que yo.

—Sí, pero a mí no importa — dijo encogiéndose de hombros, mirando hacia la esquina por donde el bus debía aparecer. 

—Entonces, ¿por qué sacaste la sombrilla?

El niño dio un sorbo de su batido y, sin mirar a Luhan, sonrió ligeramente. Algo le hacía gracia a ese sujeto, a pesar de que Luhan no le había demostrado ni media sonrisa. No estaba en su sangre ser amable con los demás, por encantadores que pareciesen los seres humanos, Luhan siempre encontraba razones para negar cordialidad.

—Solo te vi y pensé que odiabas la lluvia. Corriste detrás del anterior bus, y de paso me chocaste con tu hombro — explicó con simpleza. Al joven no le molestaba el golpe que recibió, incluso parecía hacerle gracia. 

—Perdón por eso — titubeó un poco al ofrecer su disculpa —. No te vi.

—Lo sé, ¿el bus tarda mucho en llegar? — preguntó desinteresado.
—Sí, demora demasiado.

—Entonces por eso corrías detrás del bus gritando — mencionó por lo bajo —. ¿Odias esperar bajo la lluvia? — movió su cabeza para mirar a Luhan y un par de gotas que resbalaban por su flequillo saltaron a las mejillas de Luhan.

—Me gusta la lluvia, cuando tengo algo que me proteja de ella. Gracias por compartirla — intentó sonar amable limpiándose sus mejillas, evitando las preguntas con toda la gracia que podía ofrecer su mal humor. 

—Mi nombre es Sehun — dijo bajando y cerrando su paraguas rojo—. Veo el bus ¿vienes?

Luhan, sin dar su nombre, subió detrás de Sehun.

El bus paró y abrió sus puertas, casi no había nadie dentro. Sehun se sentó en la tercera fila, dejando el asiento del pasillo libre. Bajo las luces del transporte, Sehun parecía estrenar una sonrisa a pesar de estar completamente mojado, con gotitas resbalando por su rostro y sus ojos fijos en Luhan, invitándolo a sentarse junto a él. Luhan quedó dos segundos extras en medio del pasillo, no consideró compartir asientos con Sehun en ningún momento, solo había usado dos segundos de su vida para admirar a ese niño, algo que nadie podía explicar con palabras, ni imágenes, solo podría entenderse al ver a Sehun cara a cara, una sensación única que Luhan prefirió ignorar y, por último, se sentó en la quinta fila, en la ventana.

El camino parecía ser eterno cuando llovía. Luhan limpió su ventana empañada usando la manga de su traje y observó las gotitas chocar su ventana, hasta que en el reflejo de su ventana visualizó a Sehun sentado, a su lado. Giró su rostro abriendo la boca, pero ni una palabra salió ya que el niño se hubo adelantado.

—¿Y tú nombre es…?

—Luhan — replicó sin haberlo pensado.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2017 ⏰

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