De regreso a mi casa, luego de estar toda la mañana haciendo papeleo, la sensación de paz no ha dejado mi cuerpo. Estoy tan agradecida y aliviada de que por fin este infierno haya terminado. Ahora estoy muy emocionada en volver a mi hogar.
Llego al edificio donde vivo, saludo al portero, mientras llamo al ascensor, el cual no demora en llegar abriendo sus puertas para que pueda entrar, oprimo el número del piso donde está mi hogar y este empieza a subir. Siento que va extremadamente lento, pero sé, en mi subconsciente, que lleva a la velocidad normal, aun así quisiera que fuera más rápido.
Las puertas se abren. Salgo disparada mientras busco las llaves. No las encuentro. Vació todo el contenido de mi bolso en el piso. En mi búsqueda desesperada escucho ruidos detrás de la puerta, debe ser Mimi jugando, esperando por mi. Me anima pensar eso, el que halla alguien esperando por mi me reconforta. A veces la soledad puede ser un poco dura, después de tantos años viviendo con alguien mas. Mis pensamiento paran en el momento que encuentro las llaves. Guardo todo de nuevo en el bolso y abro la puerta.
Tiro las llaves en la mesa y el bolso en el sillón, cierro la puerta con el pie. Mimi llega a saludarme restregando su cuerpo en mis piernas, la tomo en brazos y camino con ella a la cocina para darle de comer. Mi teléfono suena y algo en el ambiente cambia, la crispación que recorre mi cuerpo me paraliza, en ese momento la tonada más espeluznante empieza a sonar. La reconozco al instante y sé que ahora no puedo escapar. Continuo mi caminado a la sala, el teléfono deja de sonar y no es hasta ese momento que me doy cuenta que el apartamento lo absorbe una penumbra segadora, solo unos pocos rayos de luz rompen con la oscuridad perpetua.
Al llegar lo veo allí sentado, con los brazos a cada lado de su cabeza apoyados en el respaldar del sillón. Parece bastante cómodo y satisfecho con mi expresión. Me muevo un poco más hacia la puerta –talvez tenga oportunidad de escapar- pienso. Él sabe mis intenciones, pues, con una sonrisa sínica levanta su mano izquierda mostrándome las lleves.
No puedo escapar. Dejas las llaves a un dado de él y se pone de pie, cuando lo hace puedo ver que lleva algo en su mano derecha. En todo ese tiempo no ha parado de silbar esa horrible melodía que en algún tiempo me pareció divertida. Yo no puedo para de llorar. Mi cuerpo está totalmente paralizado. Con pasos suaves se acerca a mí, deteniendo la tonada. Yo miro al suelo y puedo sentir su mirad en mí. Alarga la mano acariciándome la mejilla, me toma de la barbilla y alza mi rostro, con su pulgar secando mis lágrimas. Me abraza, arrullándome como a un bebe, y por alguna razón me tranquilizo. Siempre tuvo ese poder sobre mí, en sus brazos siempre me sentí segura. Cuando me suelta se aleja unos pasos, allí puedo ver con claridad lo que lleva en su mano. Trago saliva y lo miro a los ojos. Primero veo amor, también algunas lágrimas que se escaparon de sus ojos, pero luego su rostro se transforma, ahora hay amargura y odio.
Alza su mano y me da una bofetada tan fuerte que puedo escuchar cómo mi cuello cruje cuando mi cara gira por la fuerza, luego me da una patada que va directamente a mi rodilla, haciéndola añicos y mandándome al suelo. Es tanto el dolor que el oxígeno deja mis pulmones, así que no puedo hacer ningún sonido. Se agacha a mi lado y me voltea, poniéndome boca arriba. Obligo a mis pulmones a recibir aire y lo único que escapa de mi boca es un sollozo. Es tanto el dolor que no puedo mirarlo, así que mantengo mis ojos cerrados. Se pone de pie; puedo sentir que su mirada penetrante nunca me deja. Aparte de mi respiración agitada y algunos sollozos, el silencio es demasiado ensordecedor. Puedo escuchar como toma una respiración profunda y carga el revolver. Sé que me está apuntando. Trago saliva y tomo fuerzas para abrir los ojos y mirarlo. De nuevo en sus ojos puedo ver que hay amor mesclado con odio. Ya no lloro, simplemente lo miro. –Te amo- me dice. El cañón de la pistola no deja de apuntarme. –También te amo- le respondo. Porque es verdad, lo amo, a pesar de todo, lo amo. Cierro los ojos y lo último que escucho es un disparo.