Capítulo I

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Ser minero es trabajar, ser valiente sin saberlo, ser fuerte sin comprenderlo, entrar en la mina y callar, callar sin querer hacerlo.

Ser Minero. Jorge del Nozal

Los lunes no eran los mejores días,   había que ver lo del fin de semana, los pagos pendientes que no se haya quedado nada vencido, al corriente y en paz con el SAT, definitivamente amaba su profesión, pero cada vez era más difícil estar en todo y con todo, por eso cuando le ofrecieron un auxiliar, pensó que sería la manera de eficientar el trabajo, y a la vez poder instruir una mente ansiosa de saber, de conocer.  

Álvaro Mendez, Contador de una de las mejores mineras de la zona norte; era lo que podría decirse un hombre serio, cabal y hasta cierto punto retraído, no compartía mucho con sus compañeros de la empresa, solo lo estrictamente necesario; enviudó joven y con un niño pequeño de 5 años, el cual dejo bajo cuidado  de su entonces suegra. No era la imagen del ser mas sociable.

Álvaro pensaba que no era necesario cambiar su forma de ser, eso es lo que lo ha mantenido cuerdo y a salvo, después de enviudar; perder a su entonces alma gemela lo había destrozado; se alejó de las personas que amaba, de las que él pensaba podían lastimarlo, o quizá lastrimarlas él sin querer, sin intención.

-Estás listo para recibir ayuda Álvaro?.- una voz lo hizo asomarse del montón de papeles que le estorbaba a la vista.- La chica se ve, como decirlo? trabajadora?.- dudó el hombre que le veía divertido desde la entrada de la oficina.- Supongo que no tardarán en llegar para presentartela.- le dijo con tono burlón su compañero de trabajo, y a quien pudiera considerar casi como un amigo, casi. 

-No entiendo a que viene tu tono Félix, no sabía que era mujer, por cierto.- dijo un poco mas pensativo, ¿por qué una mujer?, que no había hombres disponibles; y no es que considerará a las mujeres menos aptas, es solo que no le apetecía la charara a la que a veces acostumbraban algunas compañeras; suficiente tenía con la secretaria del piso, una mujer mayor muy amable pero buena queriendo encontrarle pareja.- Quizá lo decidieron a último momento.- dijo sin más.

-Oh!, no lo sabías?-le dijo Félix fingiendo estar desconcertado.- Pues ahora ya lo sabes, así que por favor comportate como un caballero y no como el ogro que acostumbras ser, la vas a asustar.- y diciendo esto se enderezó y salió sin decir más.

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Siempre quizo trabajar en lo que amaba, y quizá ser editora no era la mejor carrera a escoger, según sus padres, pero la Contabilidad tambien le daba ese sentimiento de alegría, era una mujer metódica, analítica y muy organizada, quizá estaba hecha para ser una contadora y no pensaba rebatirle eso a su señor padre.

Maya caminaba al paso que el Gerente, el Licenciado Montelongo, hombre bajo, regordete, de bigote espeso y sonrisa amable, no era el hombre más rápido en la faz de la tierra y quizá tenía otra velocidad aparte de tortuga; pero por el momento era la que le marcaba mientras le hablaba sobre la empresa, su historia y lo que tendría que hacer, pero no le había dicho nada de su jefe inmediato, según había oído hablar solo serían ellos dos.-¿Cómo podría haber hecho el trabajo él solo por tanto tiempo?.- se preguntaba la chica.

-Y eso es todo, tienes alguna duda Maya?.- le dijo el Licenciado haciéndola volver a la realidad. -No Licenciado Montelongo.- dijo no muy segura pues los últimos minutos se la pasó en la baba.   -Dime Nicolás, son muchos años de amistad con tu padre.- le dijo sonriendo y ella le respondió con cortesía,- Sí Licenciado, pero aquí es el trabajo y debe una mantener la educación y el respeto a sus superiores, por muy padrino mío que sea usted.- Le dijo con una sonrisa y le guiñó el ojo, haciendo que el hombre soltara una risotada y la viera con ternura, como queria a esa chiquilla que un día creció tanto.- Muy bien Contadora, como usted guste.- le dijo tratando de mantener la cara seria.

-Ésta será su oficina Contadora.- recitaba una voz masculina al otro lado de donde él se encontraba; se acercó a la pared tratando de escuchar mejor, pero no logró mucho, pues en ese momento alguien abrió la puerta, y lo que vió lo dejó sin aliento. Nicolás lo miraba con los ojos entrecerrados tratando de adivinar lo que tramaba, pero el solo atinó a cerra la boca y tratar de recomponerse, mientras una mujer, lo miraba curiosa. 

¿Qué le pasaba a ese hombre?.- es lo único en lo que podía pensar, pero despues de ver sus ojos cafés, y la cara de vergüenza que ponía fue suficiente para sonreirle de vuelta. Lo difícil fue mantener la sonrisa una vez que se enderezó y se dirigió a saludarla, era alto, de piel tostada por estar expuesto al sol, su cabello algo largo y la insipiente barba de dos días quizá, la dejaron con la boca seca; no había visto aun hombre conservarse tan bien, menos aún un Contador, y uno con la historia que había escuchado de él, de pronto se sintió una niñata, ella pensando en el lugar en el que trabajaría le permitia usar jeans, una camisa de vestir y por reglamento debía usar zapato cerrado sin tacón, y él con su 501 deslavado, botas de trabajo y la camisa remangada hasta los codos, parecía todo menos un amargado contador. -Contadora, se encuentra usted bien?.- su voz era más gruesa de lo que pudo imaginar, enfocó su vista en él y en su padrino que la miraba expectante.- Oh! si, muchas gracias, creo que aún no me acostumbro a la altura.- que patética mentira, pero no pensó en nada mejor para decir.- Maya Sanabria, mucho gusto.- le dijo tendiendole la mano de una vez por todas y responderle el saludo.

Amor a ContratiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora