Amaba a sus padres, ellos lo eran todo para ella, pero ambos, si, su padre y su madre eran del estilo clásico y trataban de mantenerla al régimen de todo lo moderno. Había pasado dieciséis años con la estricta vigilancia de sus padres. La ropa elegida por su madre (adecuada para las señoritas decentes). La música que escuchaba en casa era la misma que sus padres se lo permitían (aunque a escondidas escuchaba la música que movía su corazón). Comía solo las cosas adecuadas para mantener la salud y una esbelta figura, de ello no se quejaba, bueno no tanto. Sus padres la cuidaban cual siglo XIX y no le permitían realizar deportes que requerían demasiada fuerza (incluso el voleibol estaba prohibido). Montar caballo era lo único que la sacaba de su burbuja de cristal, su abuelo Fidel por parte de madre la había instruido para que cabalgara y lo había hecho (como una autentica amazona), por ello daba rienda suelta en la montura del caballo cuando sabía que nadie la veía. Tal como lo estaba haciendo ahora.
-¡Kait! ¡Detente!- el llamado de Sam la detuvo.- ¡No puedo seguir tu ritmo!-se quejó la castaña desde su yegua.
- Ya nos hemos alejado bastante. Es hora de retornar- Acoplo Pablo al lado de Sam. Azúcar se movió debajo de ella. Al parecer el potro quería seguir con la expedición por el bosque. Su caballo tenía el pelaje cual chocolate alrededor de todo su cuerpo. Soltó un suspiro de melancolía al tiempo que el animal relinchara y movía su cabeza hacia arriba en protesta por lo que Kaitlin estaba por hacer.
-Lo siento- se disculpó ella cuando estuvo de nuevo al frente sus acompañantes. Camino en silencio escuchando los cambios que había surgido en la mente de sus amigos durante su apresurada marcha minutos antes. Sam desde su izquierda le decía a cerca de que ya se había decidido por la torta de naranja con chocolate.
Sam y Pablo celebrarían su boda dentro de un mes aproximadamente y Kait era la madrina de la pareja. Ella estaba alegre por ellos, sobre todo por Sam. Ellas eran amigas de toda la vida. Vecinas, compañeras desde kínder hasta terminar la secundaria. Se alejaron por la universidad, Kait debía estar en el alma mater de sus antepasados y eso quedaba lejos (cerca de 20 horas de viaje en auto de la ciudad donde vivían sus padres) y donde Sam había elegido estudiar Docencia infantil. Sam adoraba a los niños y por ello a los 24 años estaba emocionada por juntar su vida a Pablo. Un abogado de renombre que trabajaba en la firma del padrastro de Sam. Él con 28 años se veía enamoradísimo de su novia. Agradecía a Dios que realmente Sam hubiera encontrado el amor. Ellas habían compartido mucho desde pequeñas, ambas al ser de la misma edad y con el tiempo que se conocían habían sido amigas, pero como les decía cuando Kait se mudó a la universidad perdió el contacto con Sam, solo cuando llegaba por fiestas se la encontraba y hablaban por todo el tiempo posible, pero cuando ella estaba en la universidad era diferente, solo hablaban por correo electrónico y pocas veces se llamaban. No era que no la extrañaba, la verdad era que Sam en su último año en el colegio se había concentrado en su romance. En aquel entonces Sam salía con Alexander Figueroa, este era un completo patán y hacía que Kait se mantuviera alejada de la entonces pareja. Después de su primer año de carrera, cuando Kait regreso a casa por fiestas navideñas ella pudo ver a Sam y Alexander al momento en que estaba por ir a verla. A veinte metros que separaban ambas casas estaba la pareja de lo más enganchados posibles. No era que Kait fuera una mojigata como el patán ese la llamo una tarde mientras estaban en la fiesta organizada por Julia (prima de Sam y también de la misma edad de ellas). Kait sabía que al estar enamorados se llegaba incluso a hacer cosas que no creería, pero ese era otro tema. No quería encontrarse en una situación incómoda por lo que dejo caer el CD que había traído de regalo para Sam a un lado de su computadora. Kait se burló de ella misma, si tendría que aceptarlo en los años en los que habían estado en el colegio. Ellas eran populares. Sam era la líder del grupo, tanto Julia y Sam eran porristas (Kait quería serlo pero sus padres no aprobaban que usara la ropa muy pequeña o ceñida al cuerpo. Eso ocasionaría que fuera el centro de miradas no correctas y cabe recalcar el daño que podría sufrir si ella caía y se dañaba por un mal movimiento. Ser porrista no estaba incluido en su horario). Sam y Julia andaban a la moda con lo último que podría haber salido alguien famoso. Iban de fiesta en fiesta y en serio día tras día; fuera día, tarde o noche. No interesaba siempre estaban invitadas y la mayoría de las veces estaban en ellas. Salían a divertirse de noche, viajaban en grupo, acampaban, asistían a conciertos, entre otras cosas. Kait quería hacer eso, pero no se lo permitían y ella no podía decir nada, la habían educado para seguir las reglas. Reglas impuestas por sus padres. Sam era la más atractiva del grupo. Julia era la más atrevida y Kait, ella se quedó con el papel de la tierna y dulce. La pantalla de la computadora se ilumino y se concentró en Sam, su reciente resfriado y la manera de mantenerlo cuerdo antes de que el cerebro se le saliera por la nariz en un estornudo o que los analgésicos lo hicieran dormir.
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KAIT
Teen FictionIgnacio fue a por ellos y se acomodaron en la mesa. Kait pregunto por Sam (Samuel) y Maciel dijo que él no respondía sus llamadas. Que se había llevado su coche. -Responsabilidad mía. Vendimos su vehículo para ganar espacio en la cochera- Coche que...