CAPÍTULO 2: LA MIRADA SOBRE EL RELOJ

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Cuando terminé de desayunar, subí de nuevo a mi habitación y abrí con fuerza el armario que me había sacado de mi pesadilla. Busqué algo cómodo para ponerme, de todos modos iba a ir a cortar el césped, no a tomar el té. Agarré una de mis muchas sudaderas, esta era color azul marino con unos cordones colgantes blancos, a juego con la cremallera. Hacía años que no me la ponía, y a pesar de tener 17 años, había dado otro estirón, aunque no se notaba mucho, ya que seguía teniendo mi usual cuerpo delgado y sin músculos, por lo tanto, la sudadera me quedaba enorme. Había veces que me cuestionaba el salir a la calle con ese aspecto de "roba bolsos", pero en este caso, me acordé de lo que mi abuela me decía respecto a ese tono de azul: siempre que me veía con algo así puesto me decía que ese color tan bonito resaltaba mis ojos y mi larga cabellera negra.
Me miré en el espejo de mi cuarto de baño. En algo sí estaba de acuerdo con mi abuelita: me hacía una bonita mirada. De hecho, de pequeño, nunca estaba contento con mi físico, y siempre pensaba que mi pelo y mi color de ojos era lo que jamás cambiaría de mí.
Me puse unos baqueros azul desteñido que tenían la parte de las rodillas totalmente abierta y destrozada, era normal, eran mis pantalones favoritos desde hacía 3 años; no porque me quedaran bien, sino por la comodidad y la autoexpresión que aportaban. También me calcé mis zapatos preferidos: las botas de montaña que he llevado siempre, que eran el calzado más cómodo que podía existir. Los cordones estaban tan desilachados que parecían mechones de pelo, también me estaban un poco justas, pero, yo estaba a gusto. Como he dicho, no iba a un palacio.
Bajé hasta la puerta que daba a la calle, pero justo cuando puse la mano sobre el pomo, mi madre Rachel me frenó agarrándome de la capucha.

- ¿piensas salir así a la calle?- me preguntó asombrada.

Me encojí de hombros.

- sí.- ella arqueó una ceja- ¿no?

En ese instante, oí mi teléfono vibrar sobre la mesa de la cocina, y suspiré pensando "sabía yo que se me quedaba algo aquí".
Miré a mi madre, pidiéndola permiso para contestar. Ella señaló con la cabeza la habitación de donde venía el ruido.

- cógelo, puede que sea tu padre.

Rachel y mi padre Allan se separaron cuando yo solo era un adolescente de 14 años. Mi padre me siguió llamando, pero yo nunca le devolví las llamadas, ya que él era la causa de que yo viera a mi madre llorar el día en el que él se fugó con su amante italiana, una tal Giovanna.

- sabes que nunca le cojo el teléfono.- le dije posando mi mirada sobre sus ojos preocupados.
Acudí a comprobar de quién era la llamada, y no era de Allan ¡gracias a Dios! En la pantalla estaba escrito en grande el nombre de mi amiga Kira, con la cual he pasado toda mi vida. Desbloqueé el teléfono y le decidí responder la llamada.

- hola ¿Tris?- dijo.

Yo tardé en responder, me quedé mirando fijamente al reloj de la pared.

- ¿hola?- preguntó de nuevo.

- ¿eh? ¡sí! hola Kira.- respondí al fin.

- ¿quién es?- interrumpió Rachel.

- Es Kira, mamá.- dije vagamente.

- ¡Hola Kira!- gritó mi madre desde el salón, al cual se había ido en cuanto sonó el teléfono.

Mi amiga se rió simpáticamente.

- ¡eh, Tris! ¿te he dicho alguna vez que tu madre es una joya?- dice, entre carcajadas.

Yo resoplé.

- sí, ya... ¿qué quieres Kira?- no pretendí ser borde, pero, tenía prisa.

- me dijiste que te avisara cuando fuese a celebrar mi fiesta de cumpleaños- explicó.

- ¡guay!- mentí. Ultimamente no me apetecía mucho salir de mi agónica habitación.- ¿cuándo es?

Rió de nuevo.

- esta noche.

- ¿estás de coña? Obviamente estás de coña, no me dá tiempo a comprar tu regalo, tengo que trabajar y resolver asuntos míos...

Exhaló una gran cantidad de aire.

- "asuntos míos"- me imitó.- ¡siempre tan enigmático! Nadie te ha dicho que tengas que comprar nada, solamente, ven.

Kira era tan adorable... Siempre lograba convencerme de hacer cualquier cosa. "mata a alguien, Tris", y Tris lo hace.

- vale, ¿a que hora es la fiesta?- dije.

- dirás "fiestón".- me corrigió- empieza a las 11:00 p.m.

- ¿un poco tarde, puede ser?

- de eso se trata- dijo remolona.

Posé de nuevo la vista en el reloj.

- bueno, te dejo. Tengo que ir a cortar el césped de los O' Maley.

- chao.

Yo no me despedí, corté antes de que terminara la palabra. Volé hacia la puerta en cuanto me metí el móvil en el bolsillo. Corrí toda la calle arriba hasta llegar a la bonita casa de los ancianos. Su jardín era el más bonito de todos, llamaba la atención de una manera asombrosa. Estaba plagado de árboles que siempre tenían frutos y de flores que rara vez marchitaban, todo tan bonito que parecía estar hecho de plástico.
Abrí la verja que daba al porche, la mujer no tardó ni medio segundo en abrir la puerta y darme un fuerte abrazo.

- ¡hola Tristán! ¡siempre tan guapo y puntual!- me dieron ganas de reírme.
Yo no era de hablar mucho con los amigos de mi madre, ni siquiera era de hablar con los míos. Siempre he preferido la opción de asentir o mover la mano para saludar, pero, la Sra. O' Maley era una viejecita demasiado entrañable.

- ho... Hola- forcé.

Minutos después, llamó a su marido para que me guiase hacia el cobertizo donde guardaban los utensilios de jardinería.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2017 ⏰

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