Sweater Weather

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—¡Hace demasiado maldito frió!

Exclamó por trigésima cuarta vez Phichit Chulanont mientras ajustaba la bufanda en su cuello antes de frotar una contra la otra sus manos temblorosas.

Seung Gil le dirigió una mirada desinteresada al tiempo que se despojó de su chaqueta, quedando solo en una delgada camiseta de manga larga. Colocó la prenda en los hombros del moreno, inclinándose a dar un beso en su nuca.

— Apenas estamos en otoño, si sigues quejándote así dudo que sobrevivas el invierno.

— ¿Por el frió?

— O porque me fastidies y te empuje por el balcón del departamento.

La cara que puso el tailandes le indico que, nuevamente, su intento de humor había sido fallido. Dio un suspiro y tomo una de sus manos con firmeza mientras se abrían paso entre la multitud que se aglomeraba en el centro de Seoul. No entendía porque se quejaba tanto si había sido su idea salir para comprar un teléfono nuevo después de que Panku, su husky, decidiera que el lugar apropiado para el anterior era en el escusado. La dependencia hacia su teléfono era tal que apenas terminaron su entrenamiento del día le rogó que fueran a la tienda apple más cercana a pesar de no llevar abrigo suficiente para controlar los temblores que el viento frió le provocaba, prometiendo no quejarse.

Sus dedos entrelazados con los del mayor sintieron el contacto de la fría banda plateada que llevaba alrededor del dedo anular el cual le había obsequiado seis meses atrás en una terraza con una de las mejores vistas en Bangkok durante la cena de su cuarto aniversario, acompañado de un "¿Quieres casarte conmigo?".

Obviamente la respuesta fue afirmativa, tenían planeado casarse en seis meses más, una vez en Corea y otra en Tailandia, ambas una oportunidad de ver a sus amigos tan ebrios como era posible.

De una u otra manera lograron abrirse paso entre la horda de gente hasta aquel templo minimalista del consumismo que era el centro de ventas de apple. Lo dejo correr fuera de su agarre, viéndolo gravitar alrededor de los iphones, un debate interno de si debería llevar el jet black o el rose gold. Tomó su posición detrás de él, analizando cada uno de sus movimientos, cruzado de brazos.

Después de quince minutos en los cuales no parecía haber avance en su decisión dio un par de pasos en su dirección hasta estar lo suficientemente cerca para agacharse y apoyar el mentón en su hombro, depositando un beso suave en su mejilla, la sombra de una sonrisa apareciendo en sus labios al ver el sonrojo en las mejillas de su prometido, lo había tomado por sorpresa, tal como le gustaba.

— ¿Qué es lo que no puedes decidir?

El tailandés se aclaró la garganta antes de voltear un poco su rostro hacia él, mejillas rojizas acentuando la belleza inocente que le había ganado el título de uno de los patinadores más lindos de Asia.

— No se que color escoger.

— No se porque te importa tanto, de todos modos vas a ponerle una carcasa cuando lleguemos a casa.

Se dice que las miradas matan y la que le dedicó su pareja en ese momento con esos hermosos y perfectamente delineados ojos de largas pestañas estuvo cerca de hacerlo.

Dejó que escapara de su alcance y caminara hasta un chico con enormes gafas de montura negra quien lo guió hasta la la caja.

Veinte minutos después estaban fuera de la tienda, el tailandés caminando rápidamente, tiritando y el coreano yendo tras él, asegurándose de no perderlo de vista, sabiendo que si se perdía su vocabulario se limitaba a "por favor", "gracias", "hola", "adiós" y te amo.

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