3ra parte: Tu turno

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Pocas veces había sentido tanto odio hacia una cosa tan insignificante, como lo eran los pequeños números azules que no dejaban de parpadear en la oscuridad de mi cuarto. Normalmente los ignoro, paso de ellos; pero últimamente estaban insoportables, podría jurar que incluso empezaron a hacer un molesto "clic" que me pone de nervios.

Aun así, esa noche no eran lo suficientemente ruidosos, o al menos mis padres eran más ruidosos aún. Enterré mi cabeza bajo la almohada y luego bajo las cobijas. «Mala idea, ¡mala idea!» Salí rápidamente, enredándome un poco con la sábana; respiré hondo, estaba muy asfixiante ahí abajo.

Estiré mi brazo para alcanzar los audífonos de diadema color vino que colgaban de un gancho, que a su vez colgaba de un cuadro sobre mi cama; los conecté a mi móvil y di "play" al reproductor de música.

Subí todo el volumen, dejando que el sonido del piano atravesara mi cabeza, provocó un ligero dolor punzante en mis oídos, pero lo prefería. La voz de Gary Jules retumbaba en la parte trasera de mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza, intentando concentrarme en ese sonido y ningún otro.

Antes de que me diera cuenta mis párpados, aun cerrados, se relajaron, junto con mi cuerpo. El móvil resbaló desde mi estómago hasta la cama y de pronto fui consciente de dónde estaba. Me había quedado dormida, pero la configuración del reproductor de música estaba en "repetir 1", de modo que "Mad world" seguía sonando. El sonido fuerte me molestó, así que me saqué los audífonos con torpeza y los desconecté del aparato para que se pausara automáticamente.

Ahora todo estaba mucho más silencioso. Miré a regañadientes esos odiosos números azules, apenas era la 1:00 a.m.; mis padres debían estar dormidos, por eso tanto silencio y tranquilidad. Suspiré, sentada a la orilla de la cama. «Te dormiste, ahora no podrás dormir toda la noche. Bien hecho, Lauren».

Froté mi cara con ambas manos y fui al baño. Me lavé los dientes, dispuesta a ponerme el pijama y volver a acostarme para no dormir; me miré en el espejo, las ojeras empeoraban. Abrí la puertita del espejo y vi ese pequeño bote de plástico naranja, estaba por la mitad, supuse que había interrumpido el tratamiento de la madre de Mike. Tragué seco, no podía evitar sentirme algo culpable. No había pensado mucho en ello, ya que no tomé ni una pastilla desde que las saqué del baño de la casa de mi mejor amigo, pero aun así, el haberlas tomado sin permiso no estuvo nada bien.

Cerré la puertita con fuerza, no me preocupé demasiado por el ruido, estaba molesta. Volví a mirarme en el espejo y me sentí la persona más estúpida del mundo. «Arriesgas tu salud y, más importante aún, tu amistad con Mike... para ni siquiera atreverte a terminar lo que empezaste».

- Qué lista eres, Lauren. – susurré, aunque bien pude haberlo pensado nada más. – Qué... chica tan lista eres. – Sonreí de lado, podía oír en mi cabeza la voz de la castaña llamarme así. «Es más gracioso cuando ella lo dice».

Volví a sentarme en la cama, con la mirada clavada en el suelo. Mi cuerpo hormigueaba por el impulso de salir corriendo. Volví a mirar el reloj, apenas había avanzado dos minutos. Tomé mi cartera del escritorio y el móvil, y salí por la ventana, bajando por la enredadera que mamá me mataría por pisar "con mis sucias botas de chico".

Habían pasado cerca de 9 días desde la última vez que la vi, y la primera, claro. Me sentía terriblemente nerviosa, pero estaba segura que era lo que quería hacer. Aceleré, con la libertad de ir manejando sola y a una hora en que las calles estaban vacías; tardé 5 minutos menos que la vez pasada, probablemente porque ahora no moría de sueño.

Era increíble cómo no podía recordar las fórmulas de química, pero podía recordar perfectamente cuál era la casa de Camila, aun después de que sólo había ido una vez y en un estado lamentable en que no podía asegurar que mis 5 sentidos funcionaran.

Sin sol [Camren] #premiossugar2017 #HistoriasMagicasMGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora