La Bufanda

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Pensó en la posibilidad de ir al loft de Magnus a buscar la bufanda azul que él le había regalado. Quizás esa era la única cosa que Alec mantendría de Magnus en lo que le quedaba de vida.

Al principio, la había dejado en el loft – la única cosa que había dejado – y la había dejado por orgullo. Había dejado todo lo que Magnus alguna vez le dio solo por orgullo, pero la bufanda era lo más importante. Recordaba cuando se la había pasado por su cuello, la sonrisa juguetona que Magnus le había otorgado, el cumplido a sus ojos y el beso que había durado una eternidad.

Lo recordaba todo con exactitud y dulzura, para luego pasar a la amargura de saber que Magnus ya no estaba con él.

Ahora era la oportunidad perfecta. El brujo estaba de viaje en Londres visitando a unos cuantos amigos ¿Cómo se había enterado? Izzy le había contado, porque había estado hablando con su ex novio, de pronto, ellos dos se habían vuelto muy amigos.

Aun recordaba la ira que había invadido cuando su hermana le contaba.

 – ¿Y tú cómo sabes eso?  – la ira había coloreado sus mejillas, sintiendo como celos irracionales nublaban su mente.

Eso no intimidó a Isabelle, ella solo sonrió y puso las manos en sus caderas – El que sea tú ex no me impide que no pueda ser su amiga.

Alec bufó – ¿Y comparten delineadores ahora? – preguntó con sorna, silencioso enojo trasluciéndose en sus palabras.

Izzy se había sorprendido. Generalmente cuando Alec se enfadaba, se quedaba callado. Suprimía su ira, y luego se descargaba en la sala de entrenamiento.  Ahora contestaba igual que Jace, como si el sarcasmo fuera una enfermedad y se transmitiera poco a poco.

Una mueca recorrió el bonito rostro de Isabelle – Ugh, que asco. Sabes que yo no comparto el maquillaje.

Alec no fue lo suficientemente rápido para responderle, y cuando a él se le había ocurrido algo lo suficientemente inteligente, su hermana ya se había retirado, haciendo resonar las pulseras en sus muñecas y sus tacones por el pasillo.

Incluso Jace había tenido una visita del gran Magnus. Y su parabatai no había tenido ninguna duda en contárselo. Cuando Alec se quedó con él la noche después en la enfermería, Jace comenzó.

– Hoy Magnus vino a verme – dijo Jace. Así que Alec decidió concentrarse en la piel traslucida que brillaba con el fuego celestial, haciendo uso de sus mejores dotes de no hablar.

 – Oh – dijo encogiéndose de hombros, sin mirar a Jace a los otros.

 – Hizo esa cosa tan divertida con los dedos – la voz de su parabatai sonaba neutra, quería presionarlo, con esa sonrisa sarcástica suya que brillaba aún más con el fuego celestial. – Hubo fuegos artificiales por todos lados.

 – Me alegro – los dientes de Alec estaban apretados, su mandíbula tensa y realmente esperaba que Jace se callara ¿De verdad esperaba que creyera que Magnus había actuado como su bufón?

 – ¿No lo viste?  – Jace removió sus piernas, estirándolas en la cama.

 – No Jace, no vi las chispas.

 – A Magnus, me refería.

 – Tampoco lo he visto.

 – Deberías verlo.

Pero Alec no quería verlo, Magnus le había dejado claro que habían terminado. Y sobre todo, que el error era suyo, partiendo en el hecho de confiar en Camille Belcourt. 

 – Creo que Clary vendrá aquí esta noche – le susurro, poniéndose de pie para cambiar el tema.

Jace hizo una mueca – Estoy cansado, si viene dile que estoy durmiendo.

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2014 ⏰

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