Prólogo

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Dieciocho años atrás

Plop, plop, plop. Así sonaban las gotas de lluvia que se colaban por los resquicios del maltrecho tejado al caer contra la enmohecida madera del suelo de la casa. La luz de la vela que había sobre la desvencijada mesa titilaba cada vez más, dando a entender que pronto se apagaría. Entre tanto la pluma que aquella mujer sostenía en la mano rasgaba el papel rompiendo el silencio de la lluviosa noche, dejando tras de sí un húmedo rastro de tinta que conformaba sus palabras, escritas con pulso tembloroso.

"Para Elisabeth, mi querida hermana.
que no está bien que me vaya tan de repente y sin avisar después de todo lo que has hecho por . Pero si quiero mantener viva a mi niña, ha de ser así. Mi hija, tu sobrina, ha nacido hoy. La voy a llamar Katie. Es una criaturita preciosa con carita de ángel. En la Ciudadela corre grave peligro, lo . No te lo vas a creer, pero después de casi cincuenta años que hace desde que la magia desapareció de la faz de la tierra, esta pequeña ha nacido con el don. Pensarás que estoy loca, pero cuando abrió los ojos por primera vez, acercó sus manitas a mi cara y al tocarme se iluminaron. Fue una sensación maravillosa.
Te escribo esta carta porque necesito tu ayuda. Me voy a ir lejos, a alguno de los pueblos mas apartados, y cuando esté segura de que no será descubierta volveremos. Te suplico que, a cualquiera que pregunte, le digas que tanto la niña como yo fallecimos en el parto, y quemes esta carta para que no queden evidencias de mi traición.
Volveremos a vernos, Liz.
Te quiere, Marianne."

En cuanto Marianne acabó de redactar la carta, la dejó escondida entre la ropa que su hermana le había prestado. Si iba por su casa, sabía que ella recogería su ropa y encontraría la carta. Al menos esa era la única esperanza que tenía. Una vez hecho esto, cogió al pequeño bultito envuelto en mantas que respiraba suavemente en el único rincón sin goteras de la casa, lo arropó y salió de allí, dejando atrás su antiguo hogar de la forma más discreta de la que era capaz, atravesando las calles a paso rápido, sin detenerse. Sin embargo, no notó una sombría presencia que la seguía sigilosamente allá donde iba. Quién sabe cuanto les duraría la tranquilidad.

Physia: El despertar de la magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora